"Somos como brújulas perdidas en busca de un vago destino".
Es la quinta vez en el día que esa frase se hace presente en mis pensamientos, ¿La quinta o la sexta? para ser honesta no me interesa en absoluto, principalmente porque el llevar la cuenta no es lo que me inquieta; he decidido que lo primordial está en averiguar de dónde proviene.
Hay pocos detalles que puedo relacionar, pero hay un factor esencial que nunca he de olvidar.
Aquella cálida voz...
La fría brisa que golpea mi rostro me obliga a parpadear, cuando mis ojos finalmente se adaptan a aquel abrumador resplandor opto por observar lo que hay en mi alrededor.
Lo único que logro ver son innumerables puertas, cada una de ellas acompañada de un número y el sonido del choque de dos objetos hace que me percate de un colgante con lo que parece ser una llave; pero cuando mis dedos rozan la punta siento un extraño hormigueo.
No lo comprendo.
Es lo primero que pienso.
Mis pensamientos se ven interrumpidos por un goteo que proviene del techo, a lo lejos puedo divisar una puerta roja que carece de un número, poco a poco me voy acercando con pasos sigilosos.
Me encuentro al final del pasillo, mis ojos se posan sobre aquella puerta, la misma que antes carecía de un numero ahora se ve acompañada por un extraño símbolo; involuntariamente toco tres veces, pero no obtengo respuesta alguna y ante la sensación de frustración recuerdo el colgante que adorna mi cuello.
Desprendo la llave del colgante, el extraño hormigueo vuelve a hacerse presente en mi cuerpo, pero termino de darlo por olvidado al observar como la llave encaja a la perfección con la cerradura; me dispongo a girar la llave con extrema delicadeza.
—Detente —murmura una voz desconocida en mi oído.
—¿Quién eres? —pregunto tranquilamente.
—Eso no es importante, ahora necesito que me escuches—siento su mano posarse sobre mi hombro.
—Pídelo amablemente —giro mi rostro para admirar al portador de tan cálida voz, pero la repentina oscuridad que nos rodea me lo impide.
—Tu nunca cambiaras, Ciara— me sorprendo al escucharlo nombrarme y su mano que antes reposaba en mi hombro ha disuelto el firme contacto.
—¿Como sabes mi nombre?
—Con el tiempo lo sabrás.
— ¿A qué te refieres?
—A que esta no será la última vez que seré digno de admirar tu belleza, aquel colgante del que ahora dispones es la prueba de mis afirmaciones.
—¿Por qué tendría que creerte?
—Simple, tú y yo somos como brújulas perdidas en busca de un vago destino.
—Ni siquiera sé quién eres, ¿Cómo has de esperar que actué con total serenidad ante tan peculiares afirmaciones? —mi cabeza comenzaba a doler y mis parpados se sentían pesados.
—Solo confía en mí, ahora tienes que irte.
—No me iré.
—Eso ya está por verse —no tuve tiempo a responder porque me derrumbé en el suelo, justo como si sus palabras hubieran tenido poder.
—No olvides mis palabras...-fue lo último que oí antes de encontrarme de vuelta en la realidad.
—Solo ha sido un sueño.