Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 10. ¿Fue la niña?

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 10.
¿Fue la niña?

Tras su nada agradable reunión con Anna Morgan, Matilda se tomó el resto de la tarde para descansar, pensar y decidir; no logró hacer mucho de ninguna de las tres cosas, en realidad. Ya en la noche temprana, volvió a su habitación de hotel, se dio un baño caliente para relajarse, y se puso más cómoda: una camiseta holgada y ya para ese entonces algo deslavada que le regalaron en un congreso en Arizona al que había asistido hace cuatro meses, unos shorts cortos de tela color naranja, y nada de medias o tacones por el resto de ese día.

Estuvo unos minutos frente a su laptop, en el escritorio del cuarto, intentando escribir algunas notas de ese día. Sin embargo... ¿qué clase de notas podía sacar del hecho de una mujer le había pedido directamente que matara a su hija? Sí, definitivamente había mucho que se podía sacar de ese comportamiento, pero sólo podía pensar en lo mucho que algo como eso podría golpear y afectar la recuperación de su verdadera paciente.

Se rindió con sus notas, y prefirió hacer otra cosa para despejarse: hablar con su madre.

En el trascurso de tiempo que llevaba en Salem, había hablado con su madre por teléfono entre dos y tres veces, especialmente en fin de semana. Normalmente le mandaba primero un par de mensajes para asegurarse de que no estuviera ocupada, y posteriormente le marcaba para hablar con más comodidad; ninguna de las dos era para nada fanática de tener largas conversaciones por mensaje, especialmente si eran cosas importantes. En esa ocasión, sin embargo, optó por llamar directamente sin aviso previo.

Por suerte, Jennifer Honey no se encontraba ocupada, o no lo suficiente como para no atender una llamada de su amada hija adoptiva. Cuando su teléfono sonó, se encontraba sola y en silencio, sentada cómodamente en uno de los sillones de la sala de estar de su amplia casa en Arcadia, leyendo una novela de bolsillo de temática de detectives a la luz de una anticuada, pero funcional lámpara de mesa. Pero no dudó en hacer su libro a un lado al ver la fotografía de ambas aparecer de pronto en la pantalla de su teléfono, acompañada de esa tonada genérica de llamada entrante que nunca había sabido, o investigado con el debido empeño siquiera, cómo cambiar.

Al principio se sintió algo alarmada por la llamada tan repentina, pero eso, decía ella, era algo propio de cualquier madre; o así lo suponía. Matilda no tardó en explicarle que no era nada por lo cual alarmarse, pero que sí era algo un poco grave y que necesitaba hablarlo con alguien. Jennifer ya conocía el contexto general de Samara y sus padres, así que la introducción previa fue bastante corta, y pudo pasar casi de inmediato a relatarle la tan poca fructífera reunión con la señora Morgan.

—Suena horrible —exclamó Jennifer casi horrorizada justo después de que Matilda terminara su descripción del encuentro.

—Tranquila, me he encontrado con cosas más horribles.

—¿Cómo eso se supone que debería tranquilizarme?

La voz de Jennifer había tomado un tono casi cómico, de seguro de manera accidental, que a Matilda irremediablemente le causo gracia. Subió sus pies a la cama, se sentó y abrazó sus piernas con su brazo libre. Por último, apoyó su barbilla en sus rodillas, y se quedó mirando al televisor apagado.

—Es tan terrible la situación de esta niña —susurró despacio—. Pareciera como si todo adulto en su vida, aquellos que deberían cuidarla o ayudarla, sólo terminaran odiándola, queriendo hacerle daño, o aprovecharse de ella. Su madre biológica, sus padres adoptivos, su doctor... Y lo peor es que a menor o mayor medida ella es consciente de eso. —Suspiró con pesar—. Debe de sentirse tan sola...

—Pero no está sola —señaló Jennifer con firmeza—. Tú estás con ella y muchas veces lo único que necesitas es que una sola persona te extienda su mano sincera para así seguir adelante.

Una pequeña sonrisa se asomó en los labios de Matilda.

—Eso yo lo sé muy bien. —Y sí que lo sabía—. Pero la verdad es que ya no estoy segura de qué hacer...

Se dejó recostar sobre la cama, tapándose los ojos con su antebrazo.

—Cometí un error de novata, y ahora debo remediarlo de alguna forma —se lamentó, con cansancio en su tono—. Me dejé llevar por mis percepciones y deseos, y todo este tiempo le he estado prometiendo a Samara que la ayudaré a salir de ese sitio, a reunirse con sus padres y volver a su vida normal. Pero ahora puede que eso nunca pase. —Subió su brazo de sus ojos a su frente, y posó estos sobre el techo blanco y liso de su habitación—. Parece realmente difícil que la relación con sus padres pueda ser reparada. Su madre está demasiado afectada y fuera de sí, y su padre realmente no parece precisamente interesado. Me temo que es probable que aunque logre sacarla de ese Hospital Psiquiátrico, los Morgan no deseen seguirla teniendo a su cuidado.




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