Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 27. Sin Pesadillas

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 27.
Sin Pesadillas

La noche anterior a su pequeña aventura por Oregón, Cody Hobson se encontraba en la casa de Lisa Mathews. Tuvieron una cena ligera cocinada por ella, tomaron sólo media copa de vino pues al día siguiente tenían que trabajar, y poco después pasaron a la habitación e hicieron el amor de forma lenta y delicada, sin ninguna presión o apuro. Como amante, Cody se consideraba a sí mismo como promedio; esperaba que su falta de iniciativa o conducta aguerrida se compensara con su dedicación y cuidado a los detalles. La mayor parte del tiempo le era difícil estar seguro de esto, pues Lisa tendía a ser algo callada durante el acto. Sin embargo, cuando sentía sus delgadas piernas rodeando con fuerza su cadera, y sus dedos tomando sus cabellos violentamente, entonces podía estar seguro de que estaba haciendo un buen trabajo, y eso le daba mucha más confianza y libertad; esa noche Lisa hizo justo eso, un par de minutos antes de que alcanzaran juntos un silencioso y agradable clímax.

Se habían conocido hace poco menos de un año, en una cena en honor a un veterano profesor de Ciencias Biológicas que impartía catedra en la Universidad de Washington, y con quien Cody había comenzado a construir una amistad casi desde que llegó por primera vez a Seattle. Lisa era bioquímica y trabajaba en el laboratorio de investigación de una compañía farmacéutica, al tiempo que estudiaba el Doctorado, en dónde tomaba una clase con dicho profesor y por ello fue invitada a la misma cena. El profesor, de apellido Carman, los había presentado, sin ningún motivo en especial salvo que “tuve el presentimiento de que ustedes dos se llevarían muy bien”. Tiempo después, y viendo en retrospectiva como habían terminado las cosas tras ese momento, Cody llegaría a preguntarse si algo de Resplandor había tenido que ver con ese “presentimiento”, pero al final concluyó que simplemente había sido buena suerte.

O al menos, en un inicio era sin lugar a duda buena suerte.

Lisa era de apariencia modesta, de cuerpo delgado, cabello negro y rizado, y coquetas pecas en su rostro. Cualquiera diría que no era precisamente muy hermosa, y que de hecho fácilmente podría pasar por la clásica chica que pasó sus años de Universidad clavada únicamente en sus estudios, con sus lentes de armazón grueso, su cicatrices del acné adolescente, o su actitud un tanto retraída, al menos durante un primer acercamiento. Pero para Cody, casi de inmediato se convirtió en el ejemplo mismo de lo hermosa, atractiva y sensual que podía ser una mujer, por dentro y por fuera.

En un inicio todo fue perfecto. Las cenas ligeras, las películas de comedia y romance, las charlas sobre biología, bioquímica o cualquier otro tema al azar que tuviera poco o nada que ver con sus trabajos; y el sexo, definitivamente el sexo era algo especial, a pesar de esos momentos en los que el joven maestro de secundaria se presionaba a sí mismo en dar un buen papel.

Cody nunca había considerado conscientemente la posibilidad de estar enamorado; de hecho, nunca habían usado las palabras “novio” y “novia”, al menos no entre ellos. Aun así, estaba seguro de que entre ambos había algo especial, y sabía que para Lisa era igual. Pero igualmente sabía que eso no duraría para siempre, y tarde o temprano surgiría algo que terminaría causando problemas. Ese algo comenzó a surgir desde hace un mes atrás. Desde entonces, esos pequeños momentos que anteriormente eran tan reconfortantes y agradables para él, terminaron por volverse casi como una ruleta rusa, en la cual podía o no surgir dicho tema a la superficie. Y Lisa aún no había reaccionado de manera explosiva a ello; normalmente era más un silencio frío.

En aquel momento, Cody se encontraba sentado en la orilla de la cama, abotonándose de nuevo su camisa. Lisa mientras tanto reposaba, recostada y envuelta en su cobertor con su cabeza recostada en su abultada almohada.

—¿Ya te vas? —Le había preguntado en cuanto se puso de pie, poniéndolo algo en alerta.

—Mañana tengo clases —le respondió con normalidad, aunque quizás más cortante de lo que realmente quería.

Luego de eso, Lisa se quedó en un reflexivo silencio. Y por un momento pensó que podría salir bien librado por esa ocasión. Se terminaría de vestir, tomaría su billetera y celular, le daría un dulce beso en la frente y la dejaría descansar tranquilamente hasta el día siguiente.

Pero no fue así.

—¿Por qué no te quedas esta noche? —le preguntó Lisa despacio, separando su cabeza de la almohada lo suficiente para poder ver su espalda. Cody se quedó helado—. La escuela está más cerca de aquí que de tu casa a las afueras.




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