Si el abrazo de Erica lo dejó sin aliento, el de Boyd casi le saca los pulmones por la boca, jaja. Y por poco le rompe las costillas.
Pero estaba feliz de verlos ahí, juntos a los dos, y como lo sospechó desde un principio, ya no eran solo amigos. Ahora eran una especie de pareja, lo que le pareció demasiado lindo. Porque una relación así —primero amigos y luego pareja—, bueno, terminan siendo mejores amigos para toda la eternidad.
Y lo celebró con ellos. Aún se sentía un poco fuera de lugar, pero esperaba de todo corazón que eso se le pasara con el tiempo. No quería pasar la eternidad sintiendo que no pertenecía ahí.
Se puso a pensar tanto en eso que no se dio cuenta de que Erica le estaba hablando directamente.
—¿Der, me estás escuchando? —dijo, dándole un pequeño empujón para llamar su atención.
—No, lo siento. ¿Qué me decías? —preguntó, enfocándose en los gestos de su beta.
—Que si me puedes acompañar a ver a una persona —sonrió con emoción—. Es una vieja amiga.
—Está bien, vamos —dijo, levantándose del sofá.
Ella lo haló con entusiasmo y lo sacó del restaurante.
—¿A quién vamos a ver? —preguntó. Erica lo miró con un brillo de felicidad pura en sus ojos.
—Ya lo verás —respondió misteriosa. Él se quejó en voz baja por tanto suspenso.
Caminaban tranquilamente, hasta que a Erica se le ocurrió retarlo a una carrera, así que llegaron más rápido de lo previsto. Cuando estuvieron frente a la casa, Derek la reconoció al instante… y se puso nervioso, porque sabía exactamente a quién pertenecía, y quién era la única persona que vivía allí.
—Erica, esto no es gracioso —dijo, mientras ella corría a tocar la puerta. Él intentó detenerla, pero fue demasiado tarde. Ella ya estaba frente a la entrada, mientras él apenas pisaba el jardín.
Una mujer de cabello castaño, ojos marrón oscuro, piel blanca con lunares y labios en forma de arco abrió la puerta.
—Hola, Erica —saludó con una sonrisa amable—. ¿Te puedo ayudar en algo?
Derek se quedó petrificado.
—Sé que ya lo conoces, pero te vengo a presentar a Derek Hale, hijo de Talia Hale —dijo Erica, señalándolo, mientras él seguía inmóvil a media yarda de distancia.
—¿Por qué parece un adorno de jardín? —preguntó la mujer, en un susurro discreto, sin dejar de mirarlo.
—Creo que no esperaba venir aquí tan pronto —rió Erica al notar las intensas oleadas de nervios que emanaba Derek—. Creo que le asustas más que el Sheriff.
—No es a mí ni a Noah a quienes debe temer —dijo la mujer mientras caminaba hacia él—. Oye muchacho, sé un poco más amable y saluda a tu suegra.
—¿Suegra? ¿Por qué? —preguntó, aún en una especie de trance.
—¿Acaso no estás casado con mi hijo? —La pregunta lo sacó por completo de su ensimismamiento.
—Lamento decepcionarla, pero prefiero que su hijo esté a salvo lejos de mí —dijo con pesar y dolor reflejado en sus ojos—. Pero… ¿por qué cree que soy el esposo de su hijo?
—Lo decía una casa a las afueras de la reserva —respondió con un tono pensativo—. La vi hace mucho, cuando fui a ver a Talia. Nunca la había notado antes, así que me acerqué por curiosidad. Había fotos tuyas con mi hijo, junto a un chico de unos 16 años… también de ustedes dos en un altar, vestidos para una ceremonia de bodas —explicó—. Salí en cuanto terminé de ver lo feliz que se veía mi hijo en esas imágenes. Lo que me rompió el corazón fue que, al salir de la reserva, la casa ya no estaba ahí.
Derek se quedó pensativo.
—¿Cuándo viste eso? —preguntó Erica.
—Hace quince años. Ustedes dos se habían ido a París —contestó la mujer, mirando a Erica, y a Derek que parecía absorto.
—Hace quince años nació Eli, mi hijo —murmuró distraído—. Ese día sentí la necesidad de buscar a Stiles, quería vivir ese sueño con alguien… pero no con cualquiera.
Se levantó la camisa y mostró la cicatriz de la cesárea.
—Por eso la casa apareció y desapareció.
Ambas mujeres lo miraron en silencio.
—A ver, dinos qué pasa —le insistió Erica.
—Jennifer, mi amiga, es una Darach… un Druida Oscuro. Ella consiguió al donante para mi inseminación. Dijo que tuvo que viajar lejos para encontrar al indicado —se llevó las manos al rostro, entendiendo finalmente todo—. ¡Fue a Virginia! No sé cómo, pero obtuvo el esperma de Stiles. Eso significa que mi hijo también es hijo suyo… y nieto de ella —señaló a la mujer frente a él.
—¿Estás seguro de lo que dices? —preguntó Erica con cautela.
—Sí… puedo esperar cualquier cosa de Jennifer.
No negaba que le encantaba la idea de que Stiles fuera el padre de Eli. Por eso aquella urgencia, aquel día, de ir con él. Pero su cesárea no sanaba. Por un momento pensó que era culpa de Jennifer, pero ella había hecho todo lo posible por curarlo.
Flashback
Eli lloraba desconsoladamente. Derek, con la cesárea sin sanar, no podía cargarlo, pero ya no soportaba escucharlo más.
—Jennifer, dámelo —pidió. Ella, aunque no muy convencida, se lo entregó.
El pequeño dejó de llorar apenas tocó los brazos de su padre.
—¿Se bebió toda la leche que me sacaste?
—Sí. Es todo un glotón —respondió sonriendo.
—¿A dónde ibas cuando me llamaste por la cesárea?
—A buscar a Stiles. Sentía que debía vivir este sueño con alguien… pero no con cualquiera —dijo mientras acariciaba al pequeño, que ya dormía plácidamente.
Jennifer pareció entender algo, se levantó de golpe y salió corriendo. Derek la observó confundido, pero volvió su atención al bebé que hacía muecas al dormir.
Una hora después, Jennifer regresó.
—Te pondré esto. No te lo quites, si tus heridas son muy graves te ayudará a sanar más rápido —le dijo, mostrándole un collar rojo brillante, como de perlas.
—¿Durante cuánto tiempo debo usarlo?
—Si quieres, úsalo como parte de tus atuendos —le sonrió—. O guárdalo para emergencias.
Editado: 10.07.2025