Fruto de la mudez impenetrable
de cuatro paredes ocre,
he pensado en la multitud afable
y en la magnitud de la sensatez mediocre.
Me parece poco,
no encontré dulzor alguno
en la pulpa de la madurez,
sino el hosco terror nocturno
en el interior del tronco,
de engullir mil culpas
con ajo y laurel;
parece mucho,
mostrarse doncel,
escribir en bronce,
proclamarlo arte,
saberlo perorata,
querer un vergel
y descubrir que en él
abundan las ratas,
mátame, mátales,
aún yo les escucho,
les canté, sin cuartel,
refugiado en un tugurio;
conocí, sin tapujos ni mordazas,
animales de burdel
en junglas de lata;
cuando los pétalos
cayeron junto a la cama,
le dije a Dédalo
que su sobrino,
como en él la envidia,
de aquél la huida
despertó en mí
melancolía y nostalgias;
qué decirte, cuando todo ya se ha dicho,
ha sido, para mí, el principal dilema.
Pero hoy, recordé el amor que te he tenido,
observando un bicho
danzar en el vigor de la leña.