Los árboles pasan rápidamente a mi lado, ya hacía un año y medio desde la última vez que había estado aquí, me detengo un segundo a disfrutar de la vista, los recuerdos me invaden, muevo mi cabeza evitando que lleguen a mi mente.
— Señorita, Blaeck, ya estamos llegando a la mansión Blaeck.
Quito la vista de la ventana, bufo, estar en esa casa no es algo que me guste en lo absoluto, lo único que me reconforta es que no estaré sola por tanto tiempo solo por unas semanas y ya.
— No entiendo porque tengo que venir a vivir a ese lugar, toda mi familia me odia, mis tíos, mis primos, mi abuela, incluso los empleados — digo desanimada.
— Señorita, tal vez sus tíos y sus primos lo que tienen es envidia, y le recuerdo que no debería hablar en general, pasó casi dos años con Mariza, y Michael. — hace una pausa — Ellos son los que más conocen de usted, eran inseparables cuando niños, dudo mucho que no esté ansiosa de que lleguen lo más pronto posible.
— Tienes razón, Josué, pero no le encuentro lógica a qué ellos me tuvieran envidia, no tienen nada que envidiar.
— Claro que sí, la única heredera de los Blaeck, sumando la herencia de su padre y de su abuela se convierte en la Blaeck con más poder de su familia, hay muchas cosas que usted no sabe señorita.
Tenía mucha razón en algo, mi familia podría matar a alguien si así mi abuela lo pidiera con tal de que estuvieran en su testamento, lo que nunca contaron es que el único heredero de ella sería mi padre, y por ende mi abuela cambió el testamento para que fuera yo la heredera, maldito dinero, lo único que hace es cambiar a las personas.
Incluyendo a ella, la culpable de haber estado en un internado durante casi dos años en Venecia, sin una visita de ella, solo de Josué, ella es la culpable de que yo no pudiera despedir a mis padres, eso es algo que nunca le perdonaré.
— Su abuela tiene una fiesta en su honor esta noche, vendrán las las familias de las casas vecinas — Hace una pausa observando el retrovisor — Señorita tiene uno de los broches suelto.
Señala alguna parte de las esquinas de la máscara, por inercia mis manos viajan por la máscara encontrando a su paso el broche suelto, dejo todo en su lugar correspondido.
— La estilista y la modista están esperando a su llegada para arreglarla antes de que empiece la fiesta de esta noche.
— ¿Debo asistir? — pregunto incómoda, me había acostumbrado a estar en lugares con pocas personas.
— Si, tranquilícese todo se mantendrá en bajo perfil, usted solo estará cuando la anuncien en la entrada, y en la cena, y si después de todo eso usted desea retirarse no habrá ningún inconveniente, su abuela quiere que se quite la máscara y se suelte el cabello.
— Eso jamás sucederá. — Aseguro.
— Comparto la opinión de no quitarse la máscara, pero tome en cuenta algo, mientras más complazca a su abuela, ella le dará más libertad.
Eso lo podría aprovechar a mi favor, — Solo me soltaré el cabello, a cambio de eso quiero de regreso mi teléfono.
Él asintió, se detuvo en un semáforo en rojo, busco algo en la guantera para sacar una caja negra, me la paso de inmediato volviendo su atención a la carretera, saque la caja negra para ver un celular nuevo, sonríe.
— Gracias. — susurro.
— ¿Algo más de lo que quiera hacer un intercambio?
— Que seas solo tú quien me lleve a cualquier lugar, no quiero a Luca, aparte de amargado parece la vieja chismosa, le cuenta todo lo que hago a mi abuela.
— Está bien.
Sentía la necesidad de preguntarlo, ya había pasado mucho tiempo, pero había estado en contacto con él desde que me fui, él fue un gran apoyo, — Josué…
— Macay. — la advertencia era clara en su voz, y más al llamarme por mi nombre.
— Esto sobrino, mi novio, deseo saber cómo está Jackson.
— Él… él ha cambiado mucho durante este tiempo, ni siquiera logro reconocerlo.
Eso no me lo esperaba, — En cuanto pueda iré a hablar con él.
— Gracias.
— Él y yo seguimos en contacto después de que estaba en Venecia, logre meter al internado un celular y desde allí seguimos hablando, nunca lo noté extraño.
— Tal vez no haya cambiado con usted, pero desde que se enteró que no soy su padre me odia.
— Él te quiere como si fueras su padre Josué, tal vez esté molesto porque no le contaron la verdad desde el inicio.
El auto se detuvo, — Hemos llegado.
El abre la puerta del coche y salgo para observar mi alrededor, todo sigue igual, las ventanas, el jardín, la pintura eran iguales a como los recordaba, supongo que algunas cosas no cambian.
Me acerco a ayudar a Josué con las maletas pero una voz me lo impide. — Querida, qué alegría que hayas llegado, deja que los empleados ayuden a Josué con las maletas, mi madre te está esperando junto a la modista y la estilista, debes estar espléndida para esta noche.
El sarcasmo de mi tía Morgana nunca pasaba desapercibido, es la que peor me cae de mi familia, siempre me comparara con su hija cada vez que se le daba una oportunidad de decir que ella era mejor que yo. Nunca le tome importancia porque así fuera de verdad o no, no me dejaría amargar por sus comentarios.
Me despido de Josué y sigo a mi tía, al llegar al último piso, nos dirigimos a la que era mi antigua habitación cuando venía de visita, algo que siempre me gustó era que todos debían escoger una habitación diferente, yo siempre tenía la mía, aún recuerdo la razón por la que me dió esa habitación.
— ¿Qué haces aquí, Gray?
No me oculte con mi abuela, mi mejillas estaban mojadas de tanto llorar — Marina y Miriam me sacaron de la habitación donde mi papá me dejó, solo porque soy fea, y que por eso tengo puesta esta máscara.
Ella se arrodilló quedando muy cerca de mí— No les hagas caso, solo recuerda una cosa, Miriam y Marina no tienen de qué protegerse, tú eres especial. — pasa su mano secando las lágrimas que yacían en mis mejillas — Ven.