Sobre el abismo del silencio, las palabras construyen puentes,
uniendo almas distantes, cerrando brechas entre corazones.
Son los lazos que nos enlazan, los hilos que tejen realidades,
en un mundo donde las voces se alzan para derribar muros y prisiones.
Cada palabra es un ladrillo, cada frase una viga de esperanza,
y en el arte de hablar y escuchar, encontramos nuestra humanidad.
Las palabras tienen el poder de sanar, de inspirar, de transformar,
de llevarnos a través de tiempos y espacios con su magia y su verdad.
El puente de las palabras es un testimonio de nuestra conexión,
una estructura que resiste las tormentas de la incomprensión.
Es el camino que recorremos para alcanzar la comprensión,
donde cada diálogo es un paso hacia la empatía y la unión.
En este puente, las culturas se encuentran, los pensamientos se cruzan,
y en el intercambio de ideas, florece la diversidad de la expresión.
Las palabras son nuestras alas, y el puente, nuestro vuelo,
en un cielo donde la libertad de hablar es nuestra más grande posesión.
Así, celebremos el puente de las palabras, nuestra obra más noble,
que nos permite compartir, aprender y juntos, soñar.
En el poder del lenguaje, en la fuerza de lo que decimos,
construimos mundos mejores, puentes que nos llevarán lejos y nos harán avanzar.