Retribución

4.- Las cosas se habían salido de control

Había tardado dos días en encontrar lo que necesitaba para su plan improvisado. Se había asegurado de encontrar un sitio en la apretada agenda de Rosa para que pudiera acudir a su casa y cenar.

—Va a ser algo tranquilo, descuida —le aseguró—. Solo comeremos lasaña, beberemos limonada, y ya. Será una celebración para ti, la mereces.

—Está bien, solo porque quiero pasar mis últimas horas con mi amiga —dijo Rosa, con una sonrisa fraternal que a Norma le hizo sentir náuseas—. Pero será algo corto, tengo que hacer mis maletas.

Ese día, Norma salió temprano, fue al supermercado para comprar los ingredientes que usaría en la comida, compró una botella de vino y una limonada preparada; después regresó a casa. No le sorprendió que Bernardo no estuviera en casa, seguramente se había ido a casa de Rosa y en ese momento, mientras ella se entretenía en la cocina, se estarían revolcando en el cuarto de ella. No se entretuvo en algo tan mundano como enojarse, ya no; esa misma noche obtendría su justa venganza.

No, no venganza. Retribución.

Como lo había imaginado, la velada transcurrió normalmente. Los tres charlaron, rieron, comentaron sus respectivos planes y, casi para el final de la velada; Norma alzó su vaso de limonada y dijo:

—Quiero brindar por ustedes. Por Rosa, la mejor amiga que pude conocer; y por Bernardo, el amor de mi vida —una sonrisa burlona se formó en los labios de Norma cuando añadió—. Brindo por la audacia que tuvieron de creer que podrían engañarme.

La atmósfera agradable se desvaneció rápidamente. Rosa y Bernardo se miraron uno al otro, como si se consultarán con la mirada el siguiente paso a hacer. Ninguno de los dos creyó que pasaría algo como esto: en sus planes, matarían a Norma envenenando su comida y lo harían pasar como una alergia; Rosa se iría a Irlanda y luego de un tiempo prudente, Bernardo la seguiría para continuar su romance ilícito, lejos de todos los que podrían criticarlos.

Claramente, las cosas se habían salido de control.

—Escucha, no es lo que piensas —dijo Bernardo—. Ella me sedujo.

—¿Yo? —le increpó Rosa, ofendida—. ¡Fuiste tú quien me estuvo rogando por salir!

—No importa —dijo Norma, bebiendo su limonada tranquilamente—. ¿Les gustó la lasaña?

Bernardo y Rosa fruncieron el ceño al escuchar a Norma. Un momento después, ambos se desmayaron y Norma sonrió poniéndose de pie; dirigiéndose a la cocina para sacar la botella de vino. Con un gesto pensativo, la destapó y se sirvió una copa, bebiendo un trago. Tomando un cuchillo de la encimera, regresó al comedor y se acercó a Rosa con el utensilio en la mano.

Para ser un plan creado con urgencia en dos días, le había ido bastante bien.



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En el texto hay: traicion, trianglo amoroso, muerte

Editado: 02.06.2023

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