El corazón se me paró en seco. Sentí como la Sombra comenzaba a alejarse de la cabaña por el mismo camino en el que Ian se había ido, y junto con ella el silencio desaparecía poco a poco.
Ian estaba en peligro.
La adrenalina comenzó a recorrer cada una de las venas de mi cuerpo, apoderándose de mí completamente. Por primera vez, dejé de pensar y actué de forma automática. Me levanté de un salto y salí des cuartucho. Sentía la mandíbula tensa acompañada de los latidos frenéticos de mi corazón, el miedo me invadía pero mi cuerpo seguía moviéndose con rapidez. Abrí la puerta principal y me paré en seco. Estaba a punto de abandonar la cabaña, el pequeño santuario que me había estado protegiendo de la Sombra durante semanas.
El silencio seguía alejándose.
Si salía ahora de ella caería en las manos del ser que me había estado torturando tanto tiempo. Recordándome cada noche que era sólo una presa en sus manos.
Quedaba poco tiempo.
Fuera llovía con intensidad. A penas podía vislumbrar lo que había a más de diez metros. El sonido disonante cantaba junto con las gotas de lluvia al descomponerse contra la superficie.
Ian estaba en peligro.
Salí corriendo de la cabaña. El suelo mojado tocó mis pies desnudos y mi ligero vestido blanco pronto quedó empapado por el agua. Yo seguía corriendo, Ian me necesitaba. Su vida estaba en peligro y era mi responsabilidad. Había permitido que entrase en mi vida trayéndome comida y que se ganase poco a poco mi confianza. Nunca debí habérselo permitido. Tenía que haber seguido con mi plan y alejar a todos de mí. Si supiesen la verdad jamás me habrían ayudado.
Resbalé con el barro y caí dando varias vueltas por la pequeña colina. En el suelo, agotada todavía por mi debilidad, notaba un suave dolor en la rodilla. Me volví a levantar y empecé a correr de nuevo.
Ian estaba en peligro e iba a salvarlo.
Aunque eso significase mi muerte.
Editado: 05.05.2020