Dos semanas antes
Cada uno sufre a su manera, algunas veces su dolor es provocado por terceros y otras veces por uno mismo, pero ¿Por qué aun sabiendo el daño que nos causamos seguimos ahí? Será ¿Miedo? O solo somos estúpidos, no lo sé, ¿Huir podría ser una opción? Es de cobardes dicen los terceros, ¿Pero por qué? Acaso ellos no huyen también de lo que temen, pocas son las personas que enfrentan sus miedos aceptando las consecuencias de sus acciones, ¿Qué estarías dispuesto a hacer para sobrevivir? O te querías paralizado esperanzo a que te cacen, a mi forma de ver resulta mucho mejor ser el cazador. Aquellas imágenes venían a mi mente, sangre, rostros desfigurados, una habitación destruida. Pase mis manos por mi rostro salpicando un poco de agua fría para ver si así se calmaba mi mente.
Han pasado demasiados años, pero aún no puedo olvidar lo que hicieron, brujos, ellos mataron a mi familia, los sacrificaron y si no hubiera llegado él, hubiera terminado igual que mis padres.
–Mierda, odio recordar– susurre cerrando mis ojos, lance un gran suspiro, no es hora de lamentar las cosas del pasado.
–¡Isabel! Tenemos que ir a entrenar– se asomó Lu, mi compañera, su habitación se encontraba al lado de la mía por lo cual nos convirtió es buenas amigas aunque a veces presiento que no la conozco del todo.
–Ahí voy– dije saliendo de mi habitación.
–Échale ganas, a veces no entiendo como siendo así de vaga eres la mejor de todos– dijo caminando a mi lado.
–Ahí está mi truco– dije.
–¿El ser vaga? ¿Pero como ayuda eso a ser la mejor?
–Ponlo de esta forma, creo formas fáciles de hacer lo difícil y adivina por qué.
–Porque te da vaguería– dijo virando sus ojos– tienes un buen punto, pero aun así tu rapidez no te la quita nadie.
–Bueno cada uno tiene lo suyo ¿No? –ella respondió con la cabeza afirmando.
–¿Te enteraste de que el amo estará ausente en el castillo? ¿Iras con él? –pregunto.
–Si fuera con él me estuviera preparando, lo sabes bien.
–Obvio que sí, eres la favorita del Conde y todos lo saben.
–Cállate, lo único por lo que me valora es por mi fuerza– dije dándole un codazo.
–Auch, ya entendí, mejor me callo.
–Así me gusta– dije entrando al patio de entrenamientos.
Somos algo así como el ejército del Conde, recibimos órdenes y las ejecutamos y para eso debemos estar muy bien entrenador, no hay un día que no se entrene, ya que eso es lo único que te ayudara a sobrevivir allá afuera.
Me destaco por mi agilidad debido a eso el conde me mantiene a su lado y me envía por misiones especiales, pero fuera bueno si solo hiciera eso, hay un hecho que odio en mi vida y es ser el cordero de otro, soy su alimento.
Mis manos están manchadas de sangre de muchas personas, bueno más brujas y hechiceros, pero he matado a tantos que no recuerdo el número, a veces no sé si mi odio me lleva a ser un poco impulsiva.
Aunque también muchas veces he dudado y mis pensamientos se mezclan, porque los recuerdo torturándonos, encerrándonos y maltratando a toda mi familia, pero luego cuando los veo frente a mí a punto de morir en sus ojos veo algo muy diferente a lo que recuerdo, aun así sigo adelante.
Un golpe del baston de Lu toco mi brazo.
–Concéntrate Isabel –grito. –No me des ventaja.
–Si tú lo pides – dije antes de lanzar rápidos golpes hacia ella, esto la hizo retroceder sorprendida, hasta perder un poco el equilibrio, ahí aproveche para enredar el bastón por sus pies haciéndola enredar.
Para que no tirara un golpe mientras caía me lance con ella jalando su camisa para que la caída fuera inevitable, cuando ya se encontraba en el suelo, me escabullí a su espalda inmovilizando sus piernas con las mías y haciendo presión en el bastón hacia su cuello.
–Me rindo –golpeo el suelo, siendo señal de que la soltara, los sonidos de aplauso se escuchó a nuestro lado, robando así nuestras miradas.
–Muy bien echo, Isabel– dijo Aurora, que ella esté aquí solo significa una cosa, era la hora de comer del conde.
–El amo requiere de tu presencia –dijo lo que ya suponía.
–Entiendo –dije, dejando mi equipo para dirigirme hacia el conde.
Caminaba por los pasillos del castillo detrás de Aurora, como siempre ella era muy reservada, siempre se fijó mucho en mí y aunque trataba de ocultarlo muchas veces pude verla mirándome de lejos. Ellas son de las más allegadas al conde, informaba y ordenaba en nombre de él. Cuando llegue al salón ella se quedó a un lado de la puerta esperando mi ingreso, lance un suspiro y tome el valor para entrar.
Cuando entre, este era una habitación de baño, pero mucho más grande, el conde se encontraba dentro de esta gran bañera junto a tres chicas más, las cuales desnudas pegaban su cuerpo al de él. Rayos el peor momento para venir, aunque no quería ser su alimento, debía, al menos para seguir con vida.
–Isabel que bueno que has llegado ¿Por qué no nos acompañas? –dijo el conde, estaba de buen humor, me ha tocado a veces cuando no lo esta y he terminado con algunos rasguños o golpes, hace unos meses me rompió un hueso de la mano.
–Preferiría esperar afuera, amo– dije agachando la cabeza, rogando que no me obligara, cuando me di cuenta pude ver los pies de alguien frente a mí.
–Creo que olvidas tu puesto aquí– dijo agarrando mi barbilla y acercándose a mi oído, lo hice enojar.
–Señoritas, ayuden a Isabel a despojarse de sus prendas– ordeno dándome la espalda y entrando lentamente a la enorme bañera, alado suyo pasabas las mujeres hasta salir del agua y acercarse a mí. Me quede quieta mientras ellas desabotonaban mi camisa y me quitaban el resto de mi ropa, en sus caras pude ver una mirada con angustia, ellas al igual que yo, no estaban ahí por gusto propio.
–Acércate –ordeno desde el fondo, me quede quieta por unos segundos hasta que sentí su mirada feroz, camine hasta entrar al agua y me acerque lentamente a él.