Dos días antes del encuentro
–Júrame que no fuiste tú la que puso esto en mi mano –le dije a Lu apretando el collar.
–Cuando te desperté ya lo tenías –dijo aún en el suelo confundida–. No entiendo que está pasando.
–Ni yo.
Procedí a explicarle la información que me había dado la chica del calabozo, lo del sueño y el collar, no entiendo que es o para qué sirve parece una simple piedra azul amarrada a una cuerda.
–¿Crees que esto esté conectado? –pregunto.
–No lo sé, tal vez, pero me advirtió algo, tenemos que salir de aquí.
–¿Cuándo piensas huir?
–Esta noche.
–¿Tan apresurado? –pregunto preocupada.
–Tenemos que largarnos antes de que el conde este de regreso y se dé cuenta de que faltan tres personas.
–¿Cómo que tres personas? Solo somos tú y yo.
–No, me llevaré a la loca, creo que no está tanto como pensé –dije agarrando una mochila y empacando unas cuantas cosas que necesitaríamos.
–Apenas la conoces, considero que no puede ni moverse bien.
–Es la única que me ha dado respuestas, no la dejaré aquí.
–Está bien, pero tranquilízate –dijo Lu agarrando mi mano. Ni siquiera yo me había dado cuenta de que estaba temblando, le abrace.
–Te juro que te sacaré de aquí.
–Sé que lo lograremos –dijo dándome un apretón.
–A media noche te veo aquí –dije y salió de mi habitación a alistar sus cosas.
Lo primero que debía hacer era sacar a la chica de allá abajo, abrir la reja sería fácil, pero ¿Los dos guardias? Ya no funcionaría la estrategia de Lu, bueno eso lo pensaré en el momento. Me intrigaba mucho el collar y aunque desconocía sobre él, me lo coloque en el cuello, tal vez me traiga buena suerte.
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Escuche el sonido de mi puerta, debía ser Lu ya era media noche, la estaba esperando preparada, me había colocado mi traje para las misiones del Conde.
–Vaya no te lo dije la primera vez, pero ese traje te queda increíble
–dijo sonriendo.
–Estamos a punto de meternos en la boca del lobo y me dices eso, pero gracias.
–¿Cuál es el plan? –pregunto.
–Debemos sacar a la chica, luego debemos escabullirnos por el castillo, hace un tiempo escuche de uno de los subordinados del conde que había un pasaje en la biblioteca este llevaba hasta el bosque.
–¿Y estás segura de ese pasaje? –pregunto.
–No del todo, por eso tú iras a investigarlo mientras voy por la chica.
–¿Y si no lo encuentro?
–Tendremos que usar el plan B
–¿Cuál es ese?
–Aún está en proceso –al escuchar esto me lanzo una mirada de regaño.
–Más te vale que lo pienses bien, debemos irnos, te veo en poco –dijo dándome una mano y mostrándome una amplia sonrisa.
Ella ya había salido de mi habitación, me tocaba hacer mi parte, salí colocándome mi capucha. La mayoría de soldados me amaban cuando me conocían como Isabel, pero era muy diferente con el hombre silencioso. Me acerque al calabozo, ahí seguían parados esos enormes soldados, eran imponentes, pero aun así me acerque de frente a ellos, fui avanzando hasta que me negaron el paso con sus manos.
–No tienes permitido entrar aquí –dijeron sin mirarme, hice presión para avanzar, pero ellos no cedieron ni un poco, en cambio, me empujaron de vuelta.
–Te dije que no puedes estar aquí, ¿Acaso el amo no informo a su perro? –dijo burlándose. Me quede calmada hasta que el otro guardia me puso el pie y el otro me amenazo con su lanza, esto hizo que cayera de espaldas. Nunca había reaccionado a ninguna de sus burlas, pero si me largaba no necesitaba mantener las cosas calmadas.
Aún seguía uno de ellos apuntándome, con el pie empujé la lanza hacia arriba haciéndole que se le escapara de las manos, sorprendido intento retroceder, pero para ese momento ya estaba de pie y agarre la lanza frente a mí con un rápido movimiento. La coloqué hacia mi espalda, su rostro había cambiado, estaba molesto. Avance hacia él haciendo girar la lanza en mi mano derecha, la pasé a mi otra mano y me puse en guardia, para molestarlo aún más le hice una seña de que se acercara.
–No sabes con quienes te metiste –amenazo el otro poniéndose atrás mío.
Vire mi rostro para verle y lance una pequeña risa en un trono grueso. Pude ver como se enojaba aún más.
–Por fin haces un sonido, aunque no fue nada de mi gusto –dijo antes de correr hacia mí, lo esquive saltando encima de él, dándole un golpe con la parte de madera de la lanza. Después de un par de golpes esos dos estaban más que cansados. Apenas y sus piernas sostenían su peso, decidí darle fin dejándolos inconscientes.
–Par de payasos –dije al pasar por la puerta que llevaba a las celdas.
Llegue a las celdas y ahí estaban los dos, el ciervo y la mujer, al aparecer escucharon todo porque estaban atentos a cuando entre.
–¿Qué haces tú aquí? –hablo la mujer al verme.
–Te sacaré de este lugar– dije acercándome a su puerta.
–Señorita veo que ya no necesita ayuda para librarse de esos dos.
–¿De qué hablas?
–¿Ya no me recuerda? Debieron de haber jugado con sus recuerdos
–dijo este, su aspecto era diferente al parecer la razón por la que no le encontré la vez pasada era porque le estaban interrogando, varios moretones y golpes lucían en su cuerpo.
–¿Cómo sabes eso? –pregunto la chica de alado arrancándome las palabras de mi boca.
–Serví al conde por muchos años, le encanta jugar con sus presas –dijo este y me parece que usted ha sido su juguete por varios años, la creíamos muerta.
–¿Sabes lo que paso conmigo, más bien quien se supone que soy?
–pregunte mientras forzaba la puerta de la mujer.
–No, pero puedo ayudarte a que recuerdes.
–¿Cómo? –pregunte en el momento que se abrió la cerradura.
–Acércate –hice caso a lo que dijo, a través de la reja extendió su mano hasta mi cabeza–. Serví al conde haciéndome pasar como su siervo, pero en realidad soy del clan de las brujas, fui su espía todos estos años.