Revolución

Primera parte: Predestinados

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   Afuera resplandecían los escasos rayos del sol, algunos de ellos se filtraban por las ventanas viejas y dibujaban una obra de arte sobre el rostro de mi mamá que se encontraba descansando tras un arduo día de trabajo. 

   Su tez blanca como la nieve la hacía ver más sensible y esplendida, sin embargo, el cansancio podía notársele en las ojeras bajo sus inigualables ojos color miel que, sin percatarme de ellos, estaban mirándome desde el otro lado de la cama. También me sonrió y a pesar de haber poca luz en la habitación vi su sonrisa, la que siempre me confirma que todo está bien, luego se dio vuelta y siguió durmiendo ya que solo faltaban algunas horas para que volviera al trabajo. 

   Yo hice lo mismo, pero no sin antes recoger a mi lobo de peluche que se me había caído mientras dormía, no puedo negar que está un poco viejo, necesita algunas costuras porque su relleno se sale del lugar, también le falta la oreja izquierda y el ojo derecho. Algunas veces me da un poco de pena mirarlo, aunque sé que en algún momento debió estar en buen estado. Lo abrazo lo más fuerte que mis brazos me lo permiten y caigo dormido. 

   Al despertarme nuevamente veo el reloj viejo que cuelga de la pared degastada, son las nueve de la mañana o al menos eso creo ya que no se la hora a pesar de que mi hermano me lo enseñó centenares de veces, tan solo desearía que mi mente fuera más ágil para algunas cosas, así todo sería más fácil para mí. 

   Sin más que hacer en la cama decido levantarme, la superficie del suelo bajo mis pies esta fría por lo que no puedo evitar dar saltitos, inmediatamente veo que mi mamá me dejó preparada la ropa que debo usar hoy: lo primero es una camiseta roja acompañada con un buzo y encima una campera. También me dejo un pantalón negro que por suerte llegó a secarse tras algunos días de lluvia y por último un par de medias blancas que son cubiertas al instante por mis zapatillas favoritas, solo tengo una debido a que las cosas en el mercado aumentaron demasiado y el sueldo que gana mi mamá trabajando como enfermera es muy poco. 

   Antes de abandonar la habitación guardo mi pijama en una cómoda pequeña que se está cayendo a pedazos y salgo al comedor de la casa. 

  Sentados alrededor de nuestra mesa redonda se encuentran mis dos hermanos preparando las cosas para salir, los dos son altos porque son gemelos, gozan de pecas en sus rostros, aunque yo no tengo ninguna y sus ojos son canelas como los de mi madre. A veces pienso que no pertenezco a esta familia ya que mis ojos son grises y no canela como los de ellos, me gusta imaginar que cuando tenga catorce como mis hermanos mis ojos van a cambiar, pero todavía faltan siete años para eso. 

   Esta mañana no compartimos mucho, William solo me preparó el desayuno y se fue con Noah a realizar las tareas de la casa porque Addison, mi madre, no puede hacerlas mientras trabaja. Por lo que me quedo solo. 

   La parte de la población en la que vivo lleva por nombre Sarac, pero hay otras cinco como: Kendal, Romania, Linked, Ozono y Hutton estas son distintas poblaciones que quedaron tras los devastadores incidentes que ocurrieron en la Tierra, tenemos prohibido hablar de eso, pero no se la razón. Aquí, en mi zona habitan las personas con escasos recursos para vivir, es la parte más pobres de todas incluso algunos vecinos no tienen para comer por lo que la mayor parte del tiempo andan mendigando por un pedazo de pan. La semana pasada supimos de la muerte de Alex, las personas comentaban que murió de hambre, pero la verdad es que lo andaban persiguiendo por haber robado un abrigo y no querer devolverlo. Su muerte devastó a mi familia porque en el fondo era una buena persona. 

   Mi casa se halla en el medio de la ciudad, no es la más bonita, pero al menos tenemos donde pasar las tormentosas noches de invierno. La misma se encuentra rodeada por algunos edificios abandonados que aún no se han encargado de demoler, están llenos de grafitis y ventanas rotas. Además, el mercado no está lejos de ella, solo debemos caminar unas cuantas cuadras para llegar y yo disfruto mucho el acompañar a mis hermanos, aunque raras veces me llevan, ya que dicen que es muy peligroso para un niño de mi edad. 

   Es ahí donde los habitantes con dinero pasan la mayor parte del tiempo, ese lugar como tantos otros le pertenecen, incluso tienen poder sobre todos nosotros y no son muy piadosos con las personas, esos sujetos son llamados agentes del gobierno.   

   A mi hermano Noah le gusta contarme historias de lo que hicieron. Dice que talaron la mayor parte de los árboles todos destinados para hacer fuego a causa del frio, pero que eso jamás llego para las personas pobres, sino que se lo quedaron todo ellos. Sin embargo, no solo eso le preocupa, sino también que la radiación se elevó demasiado y hasta ahora sigue causando muchas muertes dentro de Sarac. 

   Yo no entiendo mucho estas cosas, pero me pone triste saber que el mundo ya no es como se ve en los libros de historia, con sus espacios verdes y su Antártida, puesto que se derritió y por eso las seis poblaciones están rodeadas por muros gigantescos que nos resguardan del agua que se encuentra ahí afuera, esperando a invadirnos. 

   Los días en Sarac son muy sencillos, durante la semana voy a la escuela, pero ciertas veces me molesta, no porque no me guste estudiar sino porque me preguntan por mi papá y a decir verdad no lo conozco. No sé cómo es ni tampoco porque se fue de la casa, tal vez no nos quería, pero estoy seguro que mis hermanos tampoco saben de él, es un tema delicado en mi casa. Estas cuestiones hasta a mí me producen un nudo en la garganta y a veces solo quiero desaparecer por un momento y estar con alguien con quien pueda hablar de algo más divertido, como mi hermano William que siempre me hace reír, es un aficionado de la tecnología por lo que siempre está construyendo cosas que pueden sernos útil en algún momento. 



#3898 en Ciencia ficción

En el texto hay: secuestro, niños, secreto

Editado: 16.11.2019

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