Rey Brujo

Capitulo 5: Viktor Drichey, parte 5

“¿Qué te ha parecido la clase?” oyó Viktor que preguntaba una voz con gran  junto a él. El acento era el de la propia ciudad de Genbofen.

 

Al volver la mirada, Viktor vio a otro estudiante que avanzaba al trote para darle alcance en el momento de salir del aula. Parecía tener la misma edad que Viktor, con una pulcra cabeza de pelo rubio y una pelusa de barba en el mentón, recortada al estilo de lo que Viktor creía que era la moda de la capital imperial. También pesaba entre unos cinco y diez kilos más que el propio Viktor. El estudiante aferraba contra su pecho una mochila medio abierto del que asomaban pergaminos y pluma.

 

“Fascinante. Mejor de lo que había esperado.”

 

“¿Mejor de lo que habíais esperado? ¿Qué queréis decir con eso?”

 

“Eh… No importa. En verdad ha sido todo lo que había esperado que fuese.”

 

“El profesor Theodria es ciertamente un orador excelente, ¿verdad?"

 

“Es obvio que se trata de un hombre de gran inteligencia y un erudito de las artes arcanas.”

 

“Extremadamente” asintió el otro joven con entusiasmo. “¿Ésta ha sido vuestra primera clase?”

 

“Sí. ¿También la vuestra?”

 

“Sí.”

 

Los dos jóvenes se detuvieron en el pasillo sobre el que se abría el aula en la cual se hacia una conferencia sobre fórmulas de control de mana, donde el bullicio de los demás estudiantes continuó avanzando y los dejó atrás.

 

“Perdonad, he olvidado presentarme” dijo el compañero de clase de Viktor, que casi dejó caer el voluminoso zurrón al soltarlo una de sus manos para tenderse amistosamente hacia él. “Herwin Reiss.”

 

“Viktor Drichey.” Con incertidumbre, Viktor correspondió al gesto del otro, y ambos se estrecharon la mano. Se trataba de un saludo muy diferente del que le había dispensado su compañero de alojamiento.

 

“¿De dónde sois?” preguntó Herwin con tono cordial.

 

“Chipped. Un pueblo pequeño. No creo que hayáis oído hablar de él.”

 

“¿Hace mucho que estáis en Genbofen?”

 

“Tres días.”

 

“¿Y qué opináis de la escuela?”

 

“Es increíble, a decir verdad.”

 

“Sí, tengo que coincidir con el diagnóstico, como diría el profesor Theodria” comentó Herwin con una risilla entre dientes.

 

“Deduzco que vos sois de Genbofen”

 

“Correcto. Vivo con mi madre, que es viuda. Ahora soy el hombre de la casa; lo he sido desde los trece años. Pero la herencia que nos dejó mi padre no durará para siempre. Así que estoy estudiando en la escuela, siguiendo los pasos de mi padre, de hecho. Era un Conjurador respetado. Y ahora yo estoy haciendo mi propia carrera; al igual que mi padre, me especializare en la escuela de Conjuración con enfoque en la sub-escuela de la Sanación, seré algo así como un Doctor arcano.”

 

“Supongo que la escuela no es nada nuevo para alguien como vos” comentó Viktor con admiración.

 

“No sé qué deciros sobre eso. Ésta ciudad dispone de una buena cantidad de emociones para ciudadanos y visitantes. Supongo que ya habéis oído hablar del ‘Tomb Raider’.”

 

“¿El ‘Tomb Raider’?” Repitió Viktor, en cuya pálida expresión de incertidumbre comenzaba a aparecer la ansiedad. “N… no.”

 

“Bueno, pues me sorprende esa revelación, amigo Viktor —dijo Herwin, que a continuación lo llevó hasta un lado del pasillo, parecían un par de conspiradores. “Ahora mismo no se habla de otra cosa entre los estudiantes de la escuela, ahora mismo, desde que desapareció el segundo cuerpo de la morgue que hay en el cementerio.”

 

Viktor sintió que un escalofrío involuntario descendía por su columna vertebral como una gota de agua helada.

 

“Dicen que el padre Albert se ha puesto furioso por el asunto. Le ha solicitado al consejo de la ciudad que apueste soldados en la entrada del cementerio con el fin de evitar que vuelva a suceder.”

 

“¿El padre Albert?”

 

“El sacerdote de Mortis de la iglesia de los seis grandes dioses.”

 

“¿Y quién es el ‘Tomb Raider’?” preguntó Viktor, nervioso.

 

“El nombre tiene su origen en la fábula popular que los padres les cuentan a sus hijos para asustarlos y que se porten bien. Pero ahora parece que el ‘Tomb Raider’ no es un simple cuento de miedo para niños, después de todo. Los primeros cadáveres comenzaron a desaparecer a final del año pasado. Tres en pocos meses. El primero apenas si lo echaron en falta, ya que pertenecía al de un criminal ahorcado. El segundo era, aparentemente, el de un mendigo que había muerto de frío justo ante el Templo del triunvirato. El tercero era de un hombre que habían sacado de las aguas del rio. Pero ahora han desaparecido otros dos en el plazo de una semana, ambos de la capilla velatoria del propio cementerio.”

 

“Pero ¿quién haría algo así?” preguntó Viktor, horrorizado. “¿Y por qué?”

 

“Valto, el aprendiz del profesor Staudinger, escucho por casualidad a algunos de los miembros veteranos que hablaban en la oficina de Staudinger. Temen que sea obra de nigromantes.”

 

Viktor sintió que la sangre abandonaba sus mejillas. Nigromantes. El azote mismo de toda vida y de la vida de su padre en particular. Eso le había oído decir a su progenitor en varias ocasiones. Eran una plaga y los enemigos mortales de los sacerdotes.

 

Viktor aborrecía la idea misma de su existencia. Le resultaba inconcebible que alguien deseara entrometerse en los planes de Mortis y profanar el lugar de descanso final de los muertos y luego, además de eso, devolver a los muertos a una vida impía e inhumana para su propio beneficio, para llevar acabo sus propios planes insidiosos.

 

Había acudido a una ciudad donde un loco, asesino, o incluso invocador de los muertos, sembraba el terror durante las horas nocturnas. Y tres días antes, Genbofen parecía ofrecerle tantas promesas… Ahora, la idea de pasar otra noche en la ciudad lo perturbaba profundamente.



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Editado: 29.12.2021

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