El Rey de Reyes, fue el político más honesto que conocí en mi vida, fungía como candidato presidencial en unas elecciones que nunca se llevaron a cabo. El era en realidad un paciente psiquiátrico con eventuales remisiones al que le permitían socializar en los espacios del campus universitario. Vestía un viejo traje marrón con corbata y un altavoz en mano que parecía ser una continuación de su cuerpo, con el cual daba sus discursos y envolvía con su encanto a propios y extraños. Siempre, siempre le creí, pues bastaba mirarlo a los ojos… su mirada era pura, sencilla, sincera, incapaz de esconder una mentira.