ANGELINA
—Te pregunté ¿Que qué estás haciendo en mi cama, Bruno?— volví a hablar incorporandome en mi lado de la cama. Bruno me miró por un momento, me distrajo la manera tan sensual en la que pasó una mano entre sus cabellos y volvió a observarme.
—Anoche tuve frío en ese horrible sofá y me sentía solito, así que me acosté junto a tí, fin de la historia— comentó como si nada encogiéndose de hombros. Aveces hay cosas que no puedo entender, me confunden demasiado, ¿cómo que fin de la historia?
—¿Cómo puedes decir esto con tanta tranquilidad? no deberías haber hecho eso— comento dándole la espalda, paso un mechón de cabello tras mi oreja y muerdo por un momento mi labio inferior sopesando la rara pero exitante situación. De momento vuelvo a sentir aquella respiración en mi cuello, mi corazón comienza a palpitar a mil por hora.
—Si può sapere perché questo non deve succedere?—me preguntó con su muy fluido hablar italiano, no sé porqué, pero me encantaba la manera en la que pronunciaba cada palabra, como si las acariciara. Podía sentirlo cerca, justo a mis espaldas.
—Porque simplemente no quiero y punto— trato de al menos sonar calmada. Mi lado racional me decía que me apartara, que luego me arrepentía de esto, pero mi lado enamorado se encontraba soñando ya con los preparativos de la boda. Aveces una podía ser tan obstinada, que no quería ver la piedra en el camino hasta después que ya hemos tropezado con ella.
—Non ti credo niente— comentó contra mi cuello, aquello solamente me hizo estremecer mucho más. Me giré para encontrarme con él frente a frente. Se veía tan hermosamente sexy, pensé mojando un poco mis labios con la lengua. Bruno puso sus manos en mi cintura y se acercó a mí. Me sentía tan nerviosa que no me cabía en el pecho. Siguió acercándose hasta que nuestros labios se encontraron a unos pocos centímetros, nuestras respiraciones aceleradas se entremesclaban, me miró a los ojos fijamente, mirada que le devolví con la misma intensidad.
Cuando por fin nuestros labios se tocaron la presión en mi barriga se hizo más fuerte mientras que los latidos de mi corazón eran incontrolables. Los labios de Bruno se sentían suaves y deliciosos para mí. Sus manos en mis caderas me atrajeron más a sí como si me necesitase más cerca y mordió un poco mi labio inferior. Gimo, y el aprovecha para profundizar aquel beso adentrando su lengua en mi boca para probarme mejor. Me doy cuenta que le estoy devolviendo el beso de la misma forma, puede que un poco torpe e insegura, no soy muy experta en esto. Nuestro beso no se sentían como algo del momento, por lo menos para mí, era un impulso que había estado reprimiendo durante mucho tiempo hacia la persona que añoraba, para mí era una pequeña demostración de todo el amor que había estado sintiendo por él. Levanté mis manos hasta su nuca tirando un poco de su cabello, mientras Bruno también suelta un pequeño gemido entre mis labios. Mis manos van tras su cuello intentando sujetarme de algo. Las incontrolables manos de Bruno recorren mi espalda haciéndome caer sobre la cama y él sobre mí mientras se sostiene por cada brazos a los lados de mi cuerpo.
Ya no tenía aire para respirar por lo que me separé de él con la respiración entrecortada. No podía mirarlo a la cara, me sentía demasiado avergonzada, se que no era nada del otro mundo pero sabía que no era la única que se murió de la vergüenza y a la vez de la emoción cuando dió su primer beso. Cuando por fin me atreví a mirarle él ya me estaba mirando, sus labios estaban rojos y un poco hinchados como prueba de lo que había pasado, el cabello cobrizo lo tenía todo tan despeinado y rebelde que me entraron unas ganas incontrolables de volver a hundir mis dedos allí. Bruno unió nuestras frentes en tanto los dos continuabamos intentando recobrar el aliento.
—Lo siento mucho, en serio lo siento mucho. Aspetto che possa perdonare mi— murmuró Bruno solamente para los dos. Me sorprendí tanto que abrí los ojos al instante y me encontré con los ojos bien atentos de él, posados en mí. Su mirada reflejaba un deseo incontrolable. Sí, me deseaba, y yo lo deseaba a él, pero el problema era que eso no era lo único que sentía, también lo quería y sospechaba que si hacía lo que sea que estubiera pasando por su mente, me arrepentiría luego, y lo peor, me sentiría molesta conmigo misma por ser tan débil.
Por eso cuando volvió a intentar besarme, puse mis manos en su pecho y lo detuve en seco. Bruno me miró confundido, no entendía nada, y como iba a entender, sabría lo que siento si estuviera en mi lugar. Lo quité de encima de mí y me senté al borde de mi cama mientras mis pies descalzos rozaban el frío suelo.
—No quiero volver a hacerlo, no quiero— murmuré para mí aunque sabía que el podía escucharlo perfectamente. Una lágrima rodó por mi rostro. Me la limpié rápidamente con el antebrazo y me levanté de la cama, tomé una sudadera azul y unos vaqueros de mis cajones y me dirigí al baño. Abrí la puerta y antes de entrar, observé a Bruno por el rabillo del ojo sin voltearme— Cuando salga, no quiero verte aquí. No quiero verte más en ningún lado, simplemente ignorame. Para eso eres experto, lo sabes— murmuré antes de entrar al baño y cerrar la puerta a mis espaldas sin esperar ninguna respuesta por su parte.
—¡Deja de mentir Angelina! ¡Sabes perfectamente, que me deseas y eso no podrá cambiar! ¡No deberías engañarte!— lo escuché gritar al otro lado antes de oir como se cerraba bruscamente la puerta de mi habitación, se había ido. Coloqué la ropa sobre el aparador y luego comencé a ducharme. No lo aguanté más, me rompí. Las lágrimas caían junto con el agua, lloraba, me sentía triste, me sentía sola, era fatal. Recosté mi cuerpo a la pared y lloré, que más daba, tal vez y esto era lo único que sabía hacer bien.
Después de bañarme y de desahogarme a partes iguales, me vestí con la ropa que había elegido y luego de secarme el cabello como mejor pude me hice una coleta. Miré mi rostro en el espejo, no me veía bien, pero esa no era una preocupación para mí. Acomodé todo en su lugar en mi habitación y salí de ella sin deseos de hacer nada hoy. Me sentía totalmente agotada mentalmente. Bajé las escaleras y al momento escuché voces en el salón, cuando llegué abajo, no pude evitar sonreír un poco. Estaban Marco y Mindy mirando un programa en la tele y Loki estaba hechado a sus pies, también mirando la tele. Cuando notaron mi presencia, ambos se voltearon, apagaron la tele y me sonrieron.