Rivales, no enamorados

Capítulo 2

«Necesito conocer mi pasado»
 


Eliminé todo lo que ya había investigado, pues nunca me llevó a ningún lado. Empecé de cero.

Siempre me ha parecido muy extraño que mamá y papá nunca han mencionado la palabra «orfanato», como si nunca hubiera estado en uno. Si no estuve en un orfanato ¿de dónde salí? ¿Acaso aparecí en la puerta de la casa de mis padres? ¡Claro que no! Mamá ha dejado claro que ella sabe que nací el mismo día que Toby, alguien tuvo que decírselo.

Toqué mi cadena que todos los días de mi vida ha rodeado mi cuello, tiene un dije que dice «Julia» y un número de cinco cifras que nunca he logrado decifrar, «25501»,  probablemente sea solo una marca de la joyería. ¿Quién puso esa cadena en mi cuello por primera vez?

Mis padres dicen que no me pusieron otro nombre porque por alguna razón, esa cadena está conmigo desde que saben de mi existencia.

Tal vez suene muy descabellado o estilo CSI, pero decidí investigar cuantas joyerías hay cerca de aquí, el lugar donde he vivido desde que tengo memoria. Pretendo preguntar si hacen cadenas con el estilo igual a la mía, tal vez llegue a alguna parte.

Necesito ayuda de algún amigo. Emiliano y Lucas no son buenos guardando secretos y probablemente le cuenten a todos. Victoria no respondía mis llamadas, además, la última vez que intenté investigar sobre mi familia biológica dijo que era una locura. No podría decirle a Toby, posiblemente crea que estoy insatisfecha con mi familia, pero obviamente no lo estoy.

Queda Camila, mi prima. Le tengo muchísima confianza y la conozco lo bastante bien para saber que no va a decirle a nadie, ella es la elegida.

La llamé por teléfono, lo dejó sonar solo una vez y contestó.

—¿Jul? —dijo.

—¡Cami! Necesito tu ayuda —comenté.

—Voy para allá —dijo.


 


—¡¿Qué?! —dijo Camila cuando le conté lo que estaba a punto de hacer.

—Amo a mi familia, amo a mis amigos, amo mi vida —le dije—. Pero necesito conocer mi pasado, de dónde vengo, quién me trajo al mundo.

—Bien, esto es demasiado para asimilar, dame un minuto —mencionó ella. Se abanico con sus manos dramáticamente.

Mientras ella pensaba, fuí a traer mi bitácora. Cuando Camila la vio preguntó—: ¿Qué es eso?

—Mi bitácora —respondí.

—¿Qué diablos es una bitácora?

—Es un cuaderno donde anotas cosas para mantener el orden de la investigación o lo que sea qué estés haciendo.

—Claro, ¿cómo no mantener el orden si estamos hablando de Julia Montenegro?

—Entonces... ¿si me ayudas? —pregunté.

—No puedo decir que no.

—¿Cómo no ser bondadoso si estamos hablando de Camila Montenegro?

Investigamos con mi computadora cuantas joyerías hay en el lugar, no son demasiadas, son solo cuatro y una es propiedad de la madre de Emiliano.

—Tenemos que ir a cada una —le dije a Camila.

—¡Esa queda a más de cuatro kilómetros! —Señaló la computadora.

—¿Y? Podemos tomar el autobús —comenté.

Se quedó pensando por unos segundos y luego dijo—: ¿Empezamos hoy?

Sentí que una gran sonrisa se formó en mi cara. —¡Claro! —exclamé.

Salimos de casa y fuimos a la parada de autobús, decidimos empezar por la que queda más lejos. Fue un fracaso, era una joyería demasiado fina, nos explicaron que nunca han hecho dijes con un nombre, complacen a sus clientes, pero no para tanto.

La segunda joyería estaba cerrada, además, solo venden anillos y aretes de plata. Mi cadena es de fantasía.

Una famosa frase dice «La tercera es la vencida», pero esta vez esa frase falló. Esa tercera joyería ni siquiera existía ya. Estaba cerrada desde hace bastante tiempo, pero Google Maps no ha actualizado sus datos.

Quedaba la joyería de la madre de Emiliano, sin embargo ya es tarde como para ir.

—Si quieres yo puedo averigüar en la casa de Emiliano —le dije a Camila.

Ella estuvo de acuerdo, se fue a su casa y yo a la mía. Cuando llegué a casa revisé mi teléfono celular, no lo llevé porque no lo creí necesario, tenía 17 mensajes y 9 llamadas perdidas de Tori y un mensaje de mi padre que decía  «¿Puedes hacer arroz? Ya casi llego». Puse el arroz en la arrocera y llamé a Victoria.

—¡Dios mío! Julia, me tenías preocupada, llamé toda la tarde, ¿qué estabas haciendo? —dijo Victoria apenas contestó.

—Hola Victoria, estoy bien, gracias —dije sarcásticamente, ya que no saludó—. Estaba en una misión especial.

—¿Una qué? Mejor no me digas, probablemente me voy a aburrir —dijo en broma.

—De todas formas, no te lo iba a decir —comenté—, ¿qué era lo que tanto necesitabas si llamaste toda la tarde?

—No entiendo ni mu de matemáticas.

—¿Cuándo te diste cuenta de eso?

—Hoy, cuando iba a hacer la tarea.

—Pero la tarea era para hoy.

Hubo silencio. Mucho. 
Victoria es una de las personas más importantes de mi vida y la mejor amiga que pueda existir, una persona generosa, tan generosa que me prestó su cepillo de dientes en jardín de niños (no lo acepté), pero... es una mujer irresponsable.

—¿Cuándo pretendías entregarla? —continué.

—Le pedí al profe que me la acepte mañana, porque la verdad no tenía ni la más mínima idea de que teníamos tarea.

—¿Cuánto le pagaste? —dije.

—¡Por Dios! No le pagué.

—Mmm, le coqueteaste.

—¡Julia! No.

—Ay por favor, tiene solo 23 años, no es para tanto.

Otra vez silencio. ¿Qué rayos acabo de decir?

—Muy bien, no sé que fue lo que dije, son siete años de diferencia —mencioné—. Además, es feo.

—No es feo —dijo Tori casi susurrando.

—¿Qué?

—Olvídalo.

—¡Oh shit! Te gusta el profe de mate.

—¿Puedes dejar las groserías en inglés? Siguen siendo groserías, por si no lo sabes —dijo.

—No cambies de tema —le dije—, te gusta el profe de mate y punto.

Hablamos por una hora y 37 minutos, Tobías estaba harto porque yo no salía de mi habitación y él quería que lo acompañara a algún lugar. Solamente salí durante treinta segundos para apagar la olla arrocera.



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En el texto hay: confusion, amor-odio, rivalidad

Editado: 25.04.2021

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