«Otro nerd en la clase»
Como cualquier otro miércoles a las 10 de la mañana, me encontraba en mi clase de química. Mi profesor no es exactamente lo que puede llamarse un hombre serio, es un excelente profesor, pero bromea muchísimo y sus bromas son pésimas.
Un chico se asomó a la puerta y dijo—: Buenos días, ¿esta es la clase de química del profesor Salazar?
—No estoy seguro —dijo el profesor—, solo bromeo, pasa.
El chico entró con confianza y se sentó a la mitad de la clase. El profesor lo obligó a decir su nombre.
—Mi nombre es Dorian, acabo de llegar de Belice y espero adaptarme fácilmente.
No le di mucha importancia, nunca le doy mucha importancia a los nuevos alumnos. Seguimos repasando la tabla periódica como niños de kínder, repitiéndola una y otra vez en voz alta todos al mismo tiempo.
—Muy bien —mencionó el Sr. Salazar—, ahora que aprendimos la tabla periódica haré una pregunta que no tiene nada que ver, pero serán diez puntos extra a quien la responda.
Siempre trata de hacer preguntas que, según él, nadie las sabe. La última vez preguntó sobre la gravedad de la tierra y la luna, y es obvio que es 9.807 y 1.62 m/s² respectivamente.
—¿A cuántos grados Celsius se quema el papel? —preguntó.
Fácil.
—273° Celsius —dije, y obvio que Franco lo dijo al mismo tiempo, pero esta vez no fue solo él, sino que también lo hizo el chico nuevo.
Como siempre, el profesor se sorprendió y no cumplió su promesa de darnos diez puntos extra. Quise reclamar, pero sonó la campana y preferí irme de la clase.
Llegué a clase de matemáticas temprano gracias a Tori y su amor por los «números», dice ella. No ha faltado a una sola clase desde que llegó el Sr. Valencia. Otra vez me sorprendió el nuevo participando en clase, algo que no es común en mi grupo. Terminó el trabajo casi de primero y respondió todos los ejercicios correctamente.
Houston, tenemos un problema. Otro nerd en la clase. Más competencia.
—Montenegro, necesito hablar contigo —me dijo Franco al salir de matemáticas. Me sorprendió, pero igual le hice caso.
—¿Qué quieres?
—No me digas que no has notado que el tal Dorian es—
—Un nerd —interrumpí.
—¡Agh! Sí, no necesito un nerd más, contigo es suficiente.
Franco estaba furioso, no dejaba de ver a Dorian de pies a cabeza con todo el odio del mundo.
—Lo sé, por fin estamos de acuerdo en algo. No necesito más competencia.
—¿Aún me consideras competencia? —preguntó Franco.
Una pregunta que hubiera pensado que es tonta, pero me dejó pensando. Estoy tan acostumbrada a Franco que ya no estoy segura de que sea exactamente una competencia. Tal vez podría considerarlo como un compañero en vez de un rival. De todas formas, siempre vamos juntos a lo que tenga que ver con mejores promedios.
Que pensamiento tan ridículo acabo de tener.
—Siempre vas a ser mi competencia, Franco —mentí.
En lo que no mentía era que no necesitaba un nerd más, esos lugares han estado ocupados siempre por Franco y yo. Nadie más.

—Felicidades a Dorian, que obtuvo el promedio más alto de toda la clase —dijo el director.
Eso fue como una estaca al corazón.
—¡No puede ser! —exclamó Lucas. A mi amigo no le cae muy bien Dorian, porque más de una vez se le ha acercado a Camila para crear conversación. Además de que Dorian es del gusto de mi prima: alto, rubio y con los ojos azules. Hijo de padre anglosajón y madre latina.
Había pasado una semana desde que hicimos los últimos exámenes para que por fin llegaran las vacaciones de medio año y dos semanas desde que llegó Dorian. Las dos semanas en las que más me he esforzado en toda mi vida para obtener las calificaciones más altas.
No me había dado cuenta de que durante once años no me importó tanto que Franco ganará y yo no, porque somos tan iguales que es como si tomáramos turnos para ganar. Hasta que llegó Dorian, y ahora más que nunca había una palabra que hacía eco en mi mente: perfección.
Necesitaba hablar sobre esto con alguien, pero sabía que el único que me entendería es Franco, y no es que seamos muy amigos como para tener una conversación casual. Así que recurrí a la persona que siempre me escucha aunque no me entienda, Emiliano.
—Querido amigo —le dije—, necesito una sesión de psicología.
—Julia, tienes suerte —mencionó—. Tengo un espacio hoy a las 4 de la tarde.
—Emiliano, son las 3:45 pm.
—Exacto, cuando salgamos de este infierno vamos directo a mi oficina.
—¿Ahora llamas oficina al sillón de tu casa?
—¿Quieres que te cobre la consulta o prefieres mantener la boca cerrada?
—¿Quieres que busque otro psicólogo o prefieres mantener la boca cerrada?
Emiliano mantuvo su boca cerrada.
Guardé mis cosas y me preparé para salir del colegio, caminé con Emiliano hasta su casa, llegamos en siete minutos.
Al llegar, la madre de Emiliano estaba trabajando en su joyería, lo que me hizo recordar que nunca le pregunté sobre mi cadena.
—Espera un momento —le dije a mi amigo—, tengo que preguntarle algo a tu mamá.
—¿A mi mamá? Te llevas mejor con ella que conmigo Julia.
Ignoré su comentario y me dirigí hacia la joyería. Doña Susana me vio y dijo—: ¡Julia! No sabía que venías hoy, te hubiera preparado algo de comer.
—Tranquila doña Susana, solo vine a hablar un rato con Emiliano y a preguntarle algo. —Saqué la cadena que se esconde debajo de mi uniforme—. ¿Alguna vez ha hecho una cadena como esta?
Doña Susana quedó estupefacta al ver la cadena. Tenía una expresión muy seria.
—No, nunca he hecho algo así, disculpa. —Ella salió de la joyería y se fue caminando muy rápido.
Su reacción me confundió muchísimo. Creo que tengo la capacidad mental para saber que me esconde algo.
Aún confundida, entré a la casa y encontré a Emiliano en el sillón.