«Dos veces izquierda, una derecha»
—Muy bien, no hay que entrar en pánico —dijo Franco—, dentro de muy poco vamos a estar de vuelta, es un camino pequeño y si pensamos podemos salir.
—¡Vamos a morir! —gritó Clarisa entre sollozos.
El drama que armó cuando Franco desmayó no era porque estaba ebria, al parecer siempre es así de dramática. Y yo no tengo paciencia para lidiar con gente como ella.
—No vamos a morir, Clarisa —dije—. Salir de aquí seguro que es más fácil de lo que parece.
—¿Sí? ¿Y cuántos días nos va a tomar eso? ¿Cuántos días vamos a sobrevivir sin comida?
—Podemos sobrevivir un mes sin comida y solamente tres días sin agua, pero deja de ser tan dramática como siempre —comentó Franco.
—Chicos, me duele la rodilla —avisó Julián.
—Julián, tu rodilla es nuestro menor problema en este momento, recuéstate en un árbol o algo así —dijo Julieta.
—¡Eso es! —dijimos Franco y yo al unísono, lo que me dio un poco de miedo, fue como si nuestros cerebros se «encendieran» al mismo tiempo.
—Hay que subir a un árbol lo suficientemente alto para ver el camino —sugirió Franco. Esa era mi idea.
—Luego solo hay que memorizar derecha e izquierda para poder salir —dije.
—Adelante, Julia. Eres buena memorizando, debes trepar —dijo Tori.
—Exacto, soy buena memorizando. ¿Has visto en las películas que los nerds no son buenos en actividad física?
—Ay, rompe los estereotipos.
—Es que no son estereotipos, es un hecho. Más inteligencia cognitiva significa menos inteligencia corporal.
—Entonces tú, Frank. Eres bueno en los deportes y memorizando.
—No soy bueno en los deportes, estoy en el equipo solo porque mi madre me inscribió en una escuela de fútbol desde niño.
—Puede que no tenga mucha inteligencia cognitiva, pero sí corporal, les grito las indicaciones desde arriba —dijo Toby. Inmediatamente comenzó a trepar el árbol como mono, siempre me ganaba en eso cuando éramos niños.
—Hey —me llamó Victoria. Se fue un poco aparte de la gente.
—¿Qué pasa?
—¿Recuerdas que tenía un atraso en mi periodo? Pues ya me bajó.
Ufff. Esa frase fue un alivio en este momento de frustración, un peso menos de encima aunque no fuera yo la del atraso. Sonreí y abracé a Tori. —Más cuidado la próxima vez —dije.
Mientras mi hermano llegaba a la copa del árbol discutimos sobre un animal que andaba en las ramas. Lo convertimos en un juego, el que adivina primero gana.
—¿Es un mono?
—No hay monos aquí, Julián.
—¡Oh por Dios! De seguro es una culebra venenosa. Vamos a morir.
—Clarisa, las culebras no tienen un veneno letal. Solo una llamada culebra arborícola del Cabo. Las venenosas son las serpientes, pero te aseguro que ese animal no es ninguna de las dos.
Ella me dio una mirada asesina.
Por supuesto Julia, nadie te pidió un dato curioso sobre las culebras y serpientes.
Clarisa acababa con mi paciencia demasiado rápido. Es una persona demasido exagerada y la única persona exagerada con la que puedo lidiar se llama Julia Montenegro.
—Es una ardilla.
—No, Julieta, es demasiado grande para que sea una ardilla.
—¿Un conejo?
—Los conejos no suben a los árboles.
—Es un oso perezoso, creo. No traje mis lentes, no distingo bien.
—¡Tienes razón, Frank!
Claro, Franco tenía que ganar el juego. Lo miré de mal manera y luego aprecié el oso perezoso.
Mi mejor amiga no dejaba de quejarse junto con Julieta, espantaban los mosquitos como si fueran letales.
—¡Odio los mosquitos! —gritó Tori.
—Tengo repelente, toma. —Franco extendió una botella de repelente a Tori.
—Gracias. —Mi amiga se untó el repelente desesperadamente, casi gastó media botella.
—¿Puedo tomar un poco? —preguntó Julieta.
—Claro —dijo Franco.
—Gracias, ¡eres mi héroe! —exclamó Julieta.
¿Mi héroe? Solamente le dio repelente. Que exagerada.
—¡Chicos! —gritó Toby desde la copa del árbol—. No se puede ver el camino de vuelta, pero veo una cabaña con un letrero y el camino es simple. Dos veces izquierda, una derecha.
—Debe ser el guardabosques —dije—, tal vez él nos pueda ayudar.
Mi hermano bajó del árbol y nos dirigimos a la cabaña.
—Dos veces izquierda, una derecha. Dos veces izquierda, una derecha. Dos veces izquierda, una derecha —susurró Julián todo el camino.
—Julián, no es necesario que lo recuerdes, tenemos a los nerd de la clase con nosotros —dijo Victoria.
—¿El nerd de la clase no es Dorian?
Muy bien Julián, échale sal a la herida.
—Pues lastimosamente Súper Dorian no está aquí, tendrás que conformarte con nosotros —mencionó Franco.
—Julia y Frank son los originales —comentó Julieta.
—Llegamos —dije.
La cabaña no era de un guardabosques, parecía abandonada, estaba llena de césped. Así lucía la joyería cerrada a la que fui con Camila a investigar sobre mi cadena. Definitivamente no había nadie aquí y perdimos el tiempo.
—No puede ser, no hay nadie aquí. —Toby dió pasos grandes para llegar hasta la ventana de la cabaña y asomarse.
—Genial, perdimos el tiempo —dije.
Mi hermano colérico lanzó una roca a la ventana de la cabaña, el sonido del vidrio al quebrarse hizo que los pájaros que estaban en los árboles salieran volando.
—¿Quién se atrevió a hacer eso? —gritó una anciana desde dentro de la cabaña.
El corazón me palpitaba demasido rápido.
—¡Carajo! —exclamó Tori.
Clarisa entró en pánico. —Está maldita vieja nos va a matar, seguro tiene un rifle bajo su cama, vive en medio del bosque, es una psicópata.
—Niños maleducados, llamaré a la policía.
Pasaron milisegundos antes de que la anciana marcara el 911 y hablara con la policía. Otros milisegundos pasaron entre la llamada y la llegada de las patrullas.
Sí, las patrullas. La anciana avisó que eramos siete adolescentes tratando de irrumpir en su casa. Ni siquiera pensabamos en entrar a la cabaña.