«Filofobia»
Bien. Se acabó.
Mi cuerpo comenzó a liberar una gran cantidad de adrenalina haciendo que los temblores me recorrieran de cabeza a pies con el fin de preparar mis músculos por si debía enfrentarme a un peligro, el problema es que este peligro no requiere esfuerzo físico, requiere mucho esfuerzo emocional.
Se acabó mi secreto, Franco dedujo que me gusta.
¿Y cómo no lo iba a hacer si me comporté como una estúpida celosa? Y tras de todo no negué que siento algo por él, pero es que se me hace imposible y sé que si le empiezo a mentir en la cara la voz se me va a quebrar y me voy a ver aún más estúpida. Pero qué fácil caí, como si quisiera que él supiera lo que siento.
El muy idiota de Franco no dejaba de hacer bromas sobre eso, y hasta dijo que sentía lo mismo que yo, tenía que ser una broma, ¿cierto?
—Franco, no puedo controlar lo que siento y créeme que no quiero sentir esto hacia tí, eres la última persona que creí que me haría sentir así, pero no es justo que hagas ese tipo de bromas con esto —confesé. Ya no valía la pena ocultarlo—. Y mucho menos que digas que sientes lo mismo cuando no es así.
La verdad confesarle mis sentimientos a Franco estaba siendo más fácil de lo que imaginé durante tantas noches mortificándome. Aunque muy en el fondo sabía que nunca lo iba a hacer, que nos iríamos a universidades diferentes dentro de un año y todo esto sería solo un tonto enamoramiento de adolescente, pero mi plan se fue a la mierda.
—No estoy bromeando Julia, de verdad estoy muy sorprendido, no creí que la línea entre el odio y el amor fuera tan delgada, ¡vaya que sí!
¿Amor? Ush, esa palabra es muy fuerte, no sé si sea lo que siento, más bien diría «atracción/no-odio».
¿Por qué diablos me sigo engañando a mí misma? Estoy enamorada, no es para tanto.
Me enfadaba que Franco siguiera diciendo eso, porque sé perfectamente que es mentira y que solo me está usando para bromear. Era eso o hasta ahora me doy cuenta de que soy una chica bastante insegura.
—Alto con las bromas, no es necesario que me recuerdes tanto mis sentimientos, porque los tengo claros, así que si me vas a dejar de hablar por el resto de tu vida, hazlo, pero no digas cosas que sé perfectamente que son una broma.
La verdad fue una estupidez lo que dije, ¿dejar de hablarme por el resto de su vida? Si lo hace solo porque me gusta sería muy inmaduro, teniendo en cuenta que nos conocemos de toda la vida, sería más incómodo dejarnos de hablar que seguir como si nada hubiera pasado.
Franco se pasó las manos por su cabello castaño en señal de frustación, respiró hondo, levantó sus lentes para frotar el puente de su nariz y me miró directo a los ojos, soltando una risilla incrédula.
—¡Qué terca eres, Montenegro! ¡Me gustas!
»Me gusta la forma en la que te concentras en clase agitando tu bolígrafo mientras sostienes la tapa con la otra mano. Me gusta cuando me haces un comentario sarcástico con una ceja levantada y los brazos cruzados. Me gusta cuando te emocionas al ver a un perro y corres a darle cariño. Me gusta como apoyas al equipo de fútbol en sus partidos con esos cárteles hechos por tí y Victoria. Me gusta mucho el cinturón de Orión que se forma en tu cuello con los lunares. —Miró mi cuello y me hizo estremecerme—. Me gusta cuando ordenas las plumas de colores desde cálidos hasta fríos y no dejas que nadie los desordene. Me gusta verte los lunes después de un fin de semana sin hacerlo. Me gusta el brillo en tus ojos cuando te bajas de mi auto por las tardes y me duele verte cuando te vas a tu casa porque tu compañía es demasiado agradable para mí. Incluso me gusta cuando eres odiosa conmigo y cuando te enfadas y se ensanchan tus fosas nasales, ¿aún crees que estoy bromeando?
¡Dios mío! Sentía un nudo en la garganta porque era cierto que yo hacía todas esas cosas, ni siquiera yo lo notaba hasta ahora. Ni siquiera me había percatado del cinturón de Orión en mi cuello. Nunca nadie me había dicho esas cosas y se sentía tan bien escucharlas de Franco porque es el chico que me gusta. Y yo le gusto a él, en serio le gusto.
Reacciona, Julia.
¡¿Qué carajos?! ¿Le gusto a Franco Villarreal? ¿Mi rival desde jardín de niños? Ahora estaba bastante confundida haciendo un recuento de todos los comentarios sarcásticos que nos hacíamos el uno al otro y que probablemente estábamos coqueteando inconscientemente.
Es que no puede ser posible. He pasado meses enamorada de él a escondidas sin saber exactamente desde cuando me atrae y eso me ha desordenado un poco la vida, pero más desorden estaba por llegar.
¿Desde cuándo Franco está enamorado de mí? ¿Solo le gusto o está enamorado?
¡Agh! ¿Por qué me cuestiono la vida entera?
Muy bien. Ahora otra pregunta de muchas es: ¿Qué procede? Me gusta Franco y le gusto a Franco, se supone que aquí es donde la gente hace algo, ¿no?
No ha dejado de verme directo a los ojos desde que dijo todas esas cosas preciosas, ya para por favor.
—Bro, dejaste tu celular en la bodega, no para de vibrar —dijo mi hermano. El héroe del momento que nos rescató de convertirnos en piedra aquí mismo.
Franco reaccionó y me quitó la mirada de encima. —Eh, iré a ver qué es.
—Tobías, nos vamos —dije. Franco paró en seco.
—¿Qué? —cuestionó Toby.
—Bueno, si quieres te quedas con Franco, pero yo tengo cosas que hacer.
—¿Cosas que hacer? Pero si tú fuiste la que me arrastró aquí.
Cierto. ¿Por qué soy tan tonta para dar excusas?
—¿Ya hiciste la tarea de física? —le pregunté a Toby.
—Buen punto, adiós bro.
—Adiós Toby —dijo Franco. Me miró, pero quité mi mirada de él—. Nos vemos, Julia.
Salí de ese lugar con las piernas como gelatina, con las manos congeladas, con el corazón acelerado y con miedo.
Filofobia, eso es. Claro, nunca antes me había enamorado y ahora tengo miedo de hacerlo. Prácticamente dejé a Franco «en visto», algo que considero bastante patético, porque mañana por la mañana lo veré entrar a la misma clase que yo con sus gafas negras y su mochila marrón, se sentará al lado opuesto de la clase de donde yo esté, levantará la mano cada vez que el profesor haga una pregunta al igual que yo y todo será como siempre.