«Los sentimientos antes que la razón»
Por segunda vez en el día la clase fue interrumpida, solo que esta vez estábamos en clase de español y no fue de un portazo.
—Limerencia —dijo con ese aire tan elegante de señor mayor que tiene mi profesor—, un transtorno mental que nos hace sentir desesperados por ser amados por una persona de la misma forma en que nosotros amamos a esa.
Llamaron a la puerta mientras el Sr. Fernández nos enseñaba una nueva palabra como siempre. La persona en la puerta era el Sr. Fuentes, nos pusimos de pie en señal de respeto cuando entró.
Después de un saludo, el director se aclaró la garganta y dijo—: Este año se nos ha presentado una de las oportunidades más grandes de la vida, algunas universidades muy conocidas están dispuestas a realizarles pruebas de admisión a los estudiantes de este colegio para darles una beca completa. Sabemos que ustedes son de penúltimo año y aún les falta camino por recorrer, pero si su calificación en la prueba de admisión es suficientemente buena las universidades pretenden guardar el espacio para ustedes. Solo tres estudiantes serán beneficiarios, ya que será solo un espacio por universidad y también tendrán que competir con los de último año.
¿Esto es en serio? Es una oportunidad gigante y conlleva mucha competencia. Me encanta
—¿De qué universidades estamos hablando? —pregunté.
El Sr. Fuentes respiró profundo y podría decir que sonrió un poco. —El Instituto tecnológico nacional, la Universidad de Ciencias e Ingeniería y la Universidad de las Artes y la expresión.
No lo creo. ¡La Universidad de Ciencias e Ingeniería! ¡El tecnológico nacional! Son las mejores universidades del país, siempre me he imaginado subiendo a recoger mi diploma de Ingeniería física en la U.C.I*, pero ni en sueños podría pagarla. Esto es un sueño, ¡qué alguien me pellizque!
—Victoria, pellízcame —susurré.
—¿Qué? —preguntó mi amiga extrañada.
¿Por qué precisamente nuestro colegio? Son universidades demasiado grandes, normalmente no hacen eso. Es que de verdad no me lo puedo creer.
Si ganara esa beca tendría que irme completamente sola al otro lado del país, sin mi familia, sin mis amigos. Nada de eso estaba en mi plan, mi plan era ir a la universidad estatal más cercana y rogar para que hubiera al menos una carrera de ingeniería decente. Sin embargo, una beca en la U.C.I o en el tecnológico valdrían la suficiente pena para salir de mi zona de confort, ¿no?
¡Detente!
Bajé un poco la emoción, aún no había hecho la prueba, tenía que competir con muchísimos estudiantes. Sé que soy muy capaz, muy inteligente y competitiva, pero eso no le había impedido a Dorian bajarme de mi puesto de mejor promedio, y no solo a mí, a Franco también.
Problema #1: Dorian.
Además, desconozco la capacidad intelectual de los estudiantes de último año, con los que también debo competir, había escuchado que no era una generación tan... destacable, pero aún así debe haber uno que otro cerebrito por ahí.
Problema #2: Los de último año.
Y claro, mi problema de toda la vida, mi competencia eterna. Él perfectamente podría pagar la universidad, pero lo conozco hace muchos años como para saber que su competitividad lo llevará a hacer la prueba. Era seguro que él no iría a la Universidad de las Artes y la expresión, del Tecnológico no estoy segura, pero lo más probable era que hiciera el examen para la U.C.I, y esto es como Los Juegos del Hambre, solo hay un vencedor.
Problema #3: Franco Villarreal.
Seguí en mi clase de español un poco distraída pensando en la universidad, de vez en cuando desearía no ser tan ansiosa con respecto a mi futuro, pero es inevitable. Aunque estaba distraída, de alguna forma lograba levantar mi mano entusiasmada cada vez que el profesor hacía una pregunta.
—La semana pasada aprendimos las características del romanticismo —comentó el Sr. Fernández—. ¿Podrían mencionar algunas?
—Exaltación de las emociones—respondí.
—Los sentimientos antes que la razón —mencionó Franco, podía sentir su mirada sobre mí, pero no quería mirarlo, así que utilicé una técnica infalible.
Bostecé.
Franco imitó mi acción, lo que quiere decir que, efectivamente, me estaba mirando justo cuando dijo «Los sentimientos antes que la razón». Entiendo que es una de las características de la época del romanticismo, pero pudo haber dicho otras tantas, y sin mirarme a mí.
¿Acaso sentía que había puesto sus sentimientos antes que la razón al decirme todo aquello ayer o yo estoy viendo cosas donde no las hay?
La verdad todo el día había sido bastante incómodo porque no sé que hacer con respecto a lo de ayer. Quiero pensar que las cosas van a seguir igual, pero cada vez que lo recuerdo diciendo «me gusta cuando...» se me revuelve el estómago y mi sistema circulatorio se descontrola completamente.
Y la verdad no sé si las cosas se calmaron un poco o se pusieron más incómodas con lo que pasó cuando salimos de clases de español.
—Montenegro —me llamó. Y de nuevo se fue a la mierda mi flujo sanguíneo. Me di la vuelta lentamente mientras Tori sonreía de oreja a oreja —. Imagino que tomarás la prueba de la U.C.I.
¿Es en serio? ¿No va a decir nada sobre lo de ayer y como dejé sus palabras en el aire? Si Franco se comportaba normal yo lo haría también, aunque era bastante difícil ahora que sé que le gusto.
Y él sabe que me gusta.
—Emmm... —dudé—. ¡Vaya! Eres un adivino.
Muy bien, Julia. Un comentario sarcástico.
—Pues ruega para que no use mis poderes en la prueba, porque solo hay un espacio y voy por él. —Elevó sus hombros despreocupado.
Entrecerré mis ojos. —Ya lo veremos.
Resopló sonriendo como burla y se fue caminando hacia la salida. No podría expresar lo exageradamente bien que me sentí teniendo esa corta conversación, fue como volver a los viejos tiempos cuando aún no íbamos al refugio y lo único que existía entre nosotros era una rivalidad muy fuerte. Cuando pensaba en Franco como un rival, no como un desorden. Un desorden que comenzó con las bromitas de Emiliano y siguió hasta llegar a una confesión amorosa.