Rivales, no enamorados

Capítulo 48

«¿Algo más que me ocultes?»


Lo prometido es deuda, papá.

Mi padre había dicho que después del homenaje hablaríamos con doña Susana, mi madre biológica, para contarle a Emiliano la verdad. El auto de papá estaba estacionado fuera del parque y le había dicho a Emiliano que lo llevaría a casa porque necesitaba hablar con su madre, una verdad a medias.

Mi hermano Tobías aún no estaba enterado de por qué iríamos a hablar con doña Susana, aun así no dijo nada ni actuó sorprendido.

Mientras caminaba hacia el auto de mi padre con mi hermano, Franco se me atravesó de pronto y dijo—: ¿Podemos hablar, Montenegro?

Me sobresalté y logré ver que Toby también lo hizo. —Te alcanzo luego —le dije a mi hermano.

Tobías siguió caminando sin decir nada y una vez que estaba lo suficientemente lejos para que no escuchara nuestra conversación Franco preguntó—: ¿Cuándo me vas a invitar a tu casa?

Ay Dios.

—¿Hablas en serio?

—Me lo debes, yo ya te invité a mi casa.

—Fui a tu casa solo porque tenía que darte mis apuntes, no te debo nada.

—Y tengo entendido que disfrutaste ir a mi casa, ¿recuerdas la clase de física?

¿Pulsaciones por minuto? Mejor contarlas por segundo y multiplicarlas después. Me gustaba y a la vez me incomodaba este lado de Franco atrevido... quiero decir, me ponía demasiado nerviosa hablar de nuestros encuentros ¿románticos?, así que preferí callarlo diciendo—: El próximo fin de semana, y nada de esos comentarios en frente de mi padre.

—¿Cuáles comentarios? —preguntó sarcásticamente.

—¡Agh! Adiós.

Caminé rápidamente hasta el auto de papá, Tobías y Emiliano ya estaban ahí. Ocupé el asiento delantero y mientras me ponía el cinturón mi padre dijo—: ¿Dónde estabas?

No contesté de inmediato porque no estaba segura de si quería que mi padre supiera que estaba con Franco, me molestaría por eso. Mi hermano respondió por mí.

—Hablando con Frank Villarreal —mencionó Toby.

Sapo.

—¡Vaya, vaya! —dijo Emiliano.

Mi padre levantó las cejas sonriendo. —¿Son muy amigos?

—No, para nada —dije.

Yo ni siquiera sabía qué éramos Franco y yo, ni siquiera sabía si éramos algo.

Gracias a los cielos mi padre no siguió preguntando y comenzó a conducir, entre más nos acercábamos a la casa de doña Susana más me sudaban las manos y mi padre sostenía el volante con mucha fuerza, porque aunque él no era el padre de Emiliano estaba completamente involucrado en toda esta mentira.

Al llegar mi padre apagó el auto y se quedó un par de segundos viendo a la nada, hasta que dijo—: Vamos.

—¿Todos? —preguntó Toby—. Solo tu tienes que hablar con doña Susana.

—No seas así, bro. Sabes que mamá ama que ustedes vengan a casa —mencionó Emiliano.

Yo me mantenía callada, no tenía nada que decir y estaba muy sumergida en mis pensamientos como para aterrizar a la realidad y aportar un comentario a la conversación.

Tocamos la puerta y doña Susana abrió mientras se secaba su mano en un delantal, se sorprendió al vernos a todos en la entrada de su casa. Me decepcionaba mucho lo que había hecho, pero no había forma de odiar a esta señora. Su sola presencia irradiaba ternura y amor.

—¡Vaya! Pasen, pasen. ¿Qué andan haciendo todos por aquí? —Abrazó a Emiliano—. ¿Qué tal el homenaje? —le preguntó con una sonrisa triste.

—Bastante emotivo... —respondió mi amigo.

—Susana, necesitamos hablar.... A solas primero.

La voz de mi padre era demasiado firme, demandante, por lo que Susana se sorprendió. Y no solo ella, mis medio hermanos se inquietaron, pero no dijeron nada.

Mi madre biológica dudó. —Mmmm, de acuerdo. Pasen todos, les traeré algo de comer.

Entramos a la casa, Tobías estaba apunto de sentarse en el sofá cuando dije—: Creo que quieren hablar a solas, ¿por qué no vamos a tu habitación, Emiliano?

—Sí, es buena idea —comentó Toby. Al parecer empezaba a entender qué era lo que sucedía.

Emiliano solamente asintió y caminó hacia su habitación.

Me sentía demasiado nerviosa, aunque estaba apunto de saberlo, le estaba ocultando algo a mi mejor amigo. A mi medio hermano. Aún me costaba asimilarlo un poco, pero empezaba a acostumbrarme, sin embargo eso no significaba que estaba contenta con mi padre.

Estuvimos hablando de los exámenes de admisión mientras los adultos hablaban. Tobías desperdició por completo la oportunidad porque ni siquiera sabe qué quiere estudiar, por otra parte, Emiliano se inscribió para el examen del Instituto Tecnológico Nacional.

—¿Qué piensas estudiar? —pregunté.

—Desarrollo de videojuegos.

—Cool —dijo Toby.

—Jul, no me digas que te inscribiste para el Tecnológico también porque estaría jodido. Jamás podría superarte.

—Me ofende que me preguntes eso, por supuesto que elegí la U.C.I.

—Tienes razón, la U.C.I está llena de nerds.

—¿No les parece extraño? —cuestioné.

Toby se sentó en la cama de Emiliano. —¿Qué? —dijo.

—Hacer examen para la universidad en penúltimo año.

—¡Chicos! —gritó Susana.

El corazón me dio un vuelco, era hora de revelar la verdad. Emiliano salió tranquilamente de la habitación y Toby y yo nos miramos porque sabíamos lo que iba a pasar. Respiré hondo.

Al llegar a la sala vi a mi padre sentado en un desayunador, alejado de nosotros y a Susana sentada en el sofá apretando su delantal con las manos nerviosamente. Las expresiones de mis padres los delataron.

—¿Qué está pasando, mamá? —preguntó Emiliano con un tono de voz muy serio. Miró hacia Toby y a mí, posiblemente teníamos la misma expresión—. ¿Por qué todos actúan tan extraño?

—Hijo, es mejor que te sientes.

—No quiero sentarme, mamá. Solo dime qué está pasando, me están poniendo nervioso.

Susana comenzó a sollozar, me cansaba cuando hacia eso, me recordó al día que yo supe la verdad. —Soy la madre de Julia —dijo entre lágrimas.



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En el texto hay: confusion, amor-odio, rivalidad

Editado: 25.04.2021

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