Cuando Patrick despertó, todo su cuerpo dolía de una manera que ni siquiera pudo calificar como “terrible” porque era peor que eso. Creyó que tendría al menos dos o tres huesos rotos, una severa deshidratación, infecciones de todo tipo, fiebre.
Sintió que algo fresco se apoyaba en su frente y abrió los ojos, aunque eso fue un gran esfuerzo.
Vio a la enfermera Crane mirándolo con una expresión de pena mezclada con enojo.
-No, no doctor, no se mueva.
-Necesito…-dijo, aunque no sabía qué necesitaba. Posiblemente un cuerpo nuevo.
-Quédese quieto, no irá a ninguna parte -la enfermera mojó sus labios con un paño, Patrick descubrió que los tenía agrietados y que ardían mucho.
-¿Cuánto tiempo llevo así?
-Oh, unas…veintiséis horas -respondió la mujer mirando su reloj.
-¿Qué? ¿Más de un día?
-Así es. Pero está bien, doctor. Nada roto, solo algunos puntos aquí y allá. Vendas por todas partes, por supuesto. Por unos días no podrá ponerse de pie.
Patrick asintió. Ahora era bastante inútil en este lugar, con este estado calamitoso, y era una carga más para sus compañeros de trabajo.
-Lo siento -dijo, y la enfermera Crane soltó una risita.
-Pero si no es su culpa, doctor. Lo que pasó fue terrible pero no es su culpa.
-¿Como está…? -se mojó los labios, en vano porque no tenía ni saliva. La enfermera los volvió a humedecer con el paño-. ¿Cómo está la hermana Bernadette?
La enfermera sonrió un poco.
-Ya me resultaba extraño que no preguntara por ella.
Patrick frunció el ceño, o al menos eso intentó. La frase le sonó rara.
-Ella está bien, pero necesita reposo. Hay una costilla rota.
-Malditos…-gruñó, e instintivamente se movió, pero la enfermera lo detuvo tomando uno de sus brazos-. Doctor, ella está bien. Entrando y saliendo de la conciencia porque pobrecita, ha tenido muchas pesadillas y está dolorida.
-¿Se sabe algo de…ellos?
La mujer no respondió enseguida, en cambio, se puso de pie, controló la bolsa de suero que colgaba junto a la cama de Patrick, y ajustó las sábanas.
-Encontraron el auto incendiado en un camino desolado. Y, por lo que dijeron, al parecer Elviro estaba dentro. No sabemos si vivo o muerto cuando prendieron fuego al auto.
-Muerto, ya estaba muerto cuando se fueron. Se murió mientras lo cargaban.
La enfermera Crane asintió, juntando sus manos.
-Bueno, al menos eso es un alivio. Hubiera sido terrible que hubiera estado vivo. La hermana Bernadette no quiso decirnos mucho así que no sabemos bien lo que sucedió.
Patrick tensó sus puños, furioso por lo que escuchaba. Seguramente ella estaba muy asustada o deprimida como para recordar y decir qué pasó.
-Avisaré que ya usted se despertó, necesita medicamentos.
-Enfermera, espere.
La mujer se giró, con una sonrisa.
-Creo que a estas alturas ya puede decirme Phyllis. ¿Qué necesita, doctor?
-Un teléfono. Tengo que llamar a mi hijo.
*****
Phyllis cumplió enseguida con el pedido de Patrick. Le dio su propio teléfono, y por suerte Patrick recordaba de memoria el número de Stella. En los primeros intentos no pudo comunicarse, hasta que miró la hora: era de madrugada en Londres y difícilmente Stella tuviera el aparato encendido.
-¿Quiere que escriba un mensaje, doctor?
-Si, por favor -pidió él-. Sólo diga que soy yo, que lo siento pero que…tuve un accidente.
Phyllis arqueó una ceja.
-No puedo decirle la verdad -Patrick se excusó.
La mujer escribió el mensaje y lo envió.
-En caso de que llame, dígale que no puedo atender porque estoy trabajando.
-Doctor, disculpe mi atrevimiento, pero su familia debería saber que usted estará así por unos días más.
Patrick negó con la cabeza, descubriendo que hacer ese movimiento dolía muchísimo.
-No quiero que se preocupen. Dígale que fue un accidente en coche pero que estoy bien, pero perdí el teléfono y no pude comunicarme antes.
Phyllis asintió, y Patrick vio a Trixie y la hermana Julienne entrando a la habitación.
-Doctor, qué alegría que usted esté bien. Llevará unos días para que se recupere completamente -sonrió la monja.
-Aunque dudo que después de esto decida quedarse aquí -dijo Trixie.
No necesitaba pensarlo. Por supuesto que se quedaría, no importaba lo que sucediera.
-Me quedaré. Debo cumplir con mi palabra.
La monja sonrió, tocó apenas su brazo.
-Me alegra oír eso. Pero deberá obedecer, por ahora está convaleciente así que no quiero que se levante o se mueva mucho.
Patrick asintió con una sonrisa, aunque estaba esperando que todas esas mujeres se fueran de ahí. Necesitaba estar solo, pensar, registrar mentalmente lo que pasaba en su cuerpo y, aunque fuera doloroso, repasar lo que sucedió. El hecho fue traumático desde todos los puntos de vista y si bien quería enterrarlo en el olvido, también quería ver bien qué pasó, porqué, y cómo iba a afectar eso al resto de su vida.
-¿Encontraron a los tipos esos?
La hermana Julienne cambió su sonrisa por una expresión sombría.
-No, están prófugos. Aunque no creo que por mucho tiempo. Cuando suceden estas cosas, enseguida los atrapan y…no terminan bien.
-Quizás hasta ya están muertos. Si los jefes de su banda se enteraron de lo que pasó con Elviro y con la policía, probablemente los hayan matado.
A Patrick le asustó todo eso, pero sobre todo le asustó la frialdad con la que Trixie dijo aquello. Como si ya estuviera acostumbrada, o hubiera visto muchas veces que muchas personas morían a manos de otros por el contrabando, la droga, y la delincuencia en general.
También lo asustó porque, si para Trixie aquello era algo casi hasta cotidiano, entonces también lo era para la hermana Bernadette. ¿Qué clase de vida estaba teniendo esa mujer aquí? No era de extrañar que siempre estuviera triste o preocupada. Quizás lo que mas la afectaba era esto, las cosas que veía, escuchaba, y vivía aquí, cosas que la habían llevado a tener una costilla rota, heridas, y un trauma de por vida.