Rojo.
Al día siguiente todo el cuerpo me dolía. El martilleo en mi cabeza era insoportable, la primera campana ya había sonado, es la primera vez que la escucho. De los años que llevo encerrada aquí dentro, el particular sonido que emite, no me ha despertado nunca. Por eso llego tarde a todas las clases.
¡Vaya forma de torturar que tienen!
Sin muchos preámbulos voy quitando las mantas. Primero, coloco un pie y después el otro, al apoyar las manos en el borde de la cama me doy cuenta que dormí con el libro entre mis manos.
Si antes era azul, ahora luce completamente negro, sin vida. Pero al abrirlo sus páginas siguen estando en blanco. Por lo visto algo eso no cambiara.
Luego de alistarme salgo a caminar por los pasillos yendo al comedor para tomar el desayuno. Imagino que ya estoy demasiado retrasada. Cuando levanto mi mirada al primero que veo es a Pluto.
-Buenos días, señorita Rojo – apostado entre el umbral del comedor y el pasillo cruza sus brazos con aires muy altanero - ¿Cómo te encuentras? ¿De qué me perdí? ¿Estuvieron buenas tus aventuras a las cuales no me invitaste, ni por casualidad?
-Sí así empieza mi día no quiero imaginarme cómo va a terminar – susurro mientras sus ojos están esperando una repuesta – Yo...no tuve tiempo de avisarte lo que ocurría – invento una excusa, aunque él es muy astuto adivinando las mentiras que puedo decir.
- ¿No tienes algo mejor que inventar, Rojo? Pensé que éramos o somos amigos – reclama su lugar como mi amigo.
-Perdón...mmm pasaron cosas que ni yo puedo explicarte así que no preguntes – enarca una ceja en sorpresa.
-A ti siempre te pasan cosas raras - ¿Qué insinúa? – Digo, estuviste desaparecida por dos días o más, sin embargo, nunca buscaste mi ayuda – no esperaba un reclamo de su parte, pero no quería involucrar personas para que después todo termine mal.
-Entiendo, que estés enojado – hago silencio cuando pasan algunos chicos por nuestro lado – sin embargo, pensé que lo mejor sería mantenerte lejos del peligro. Recuerda, que en el viaje que hicimos a la cárcel de hielo saliste herido.
-Sí, lo recuerdo muy bien, pero esa fue una decisión que yo tome. No tienes por qué sentirte culpable por un imprevisto que sucedió ese día.
-Tus palabras alivian mi alma, aunque si creí que te morirías aquel día – observo con nerviosismo mis pies.
- ¡Esta bien! – exclama con una tierna sonrisa - ¿Te puedo abrazar? – parpadeo varias veces por el asombro, ya que no es muy afectivo con nadie.
-Claro.
Reacciono antes que él. Pego mi rostro a su pecho escucho cada latido que da su corazón también cierro los ojos para aspirar su perfume. Es una mezcla de madera y hojas, Pluto lentamente pone sus brazos en mi espalda cuando yo lo tengo amarrado con los dos brazos.
-Bueno, ¿Vas a contarme lo que encontraste en tu misterioso viaje?
-Creo que no dejaras de insistir así que me veo obligada a decírtelo – lo dejo respirar separándome de su tan cómodo cuerpo – Fui en busca de un libro...
Ingresamos al enorme comedor mientras elijo que desayunar le voy contando todo. Algunas cosas omito, pero solo es por precaución. Luego continuamos la conversación en el salón de clases.
Aparentemente, en el tiempo que no este, reemplazaron a los profesores. Un nuevo profesor hace acto de presencia; su túnica naranja con lunares blancos, es ridícula para mis compañeros. Que ríen sin impórtales su presencia en el salón. Lleva una melena larga y canosa con una capa de naranja en ambos costados, una serpiente dibujada en su rostro, exactamente en la mejilla derecha. Sin embargo, no puedo saber si pertenece a algún planeta sus orejas están tapadas por mechones de pelos.
-Señor, Oki. ¿Le parece gracioso mi vestimenta? – sus manos están cubiertas por guantes negros – Déjeme decirle, que en mi clase nadie puede reírse ni mucho menos hablar así que pase al frente.
Inmediatamente las cortinas se cierran, el profesor que todavía no dijo su nombre tira con un puñado de polvo blanco, que va esparciéndose y toma la forma de una flor blanca. Después abre paso a la luz iluminando el lugar. Oki duda si levantarse o salir huyendo.
El hombre camina entre los pupitres viendo la cara de susto de cada uno.
-Señor, Oki Ginner, no lo voy a esperar toda la mañana – dice con voz firme y apretando sus dientes.
Torpemente voltea sus cuadernos cuando hace el intento de levantarse, su mandíbula prácticamente está temblando, traga saliva y decide avanzar hasta donde se halla parado el profesor. Ni intercambian miradas mientras la luz cambia a azul emitiendo destellos azules como fuegos artificiales.
- ¡Parecen tontos mirando algo que deberían saber cómo se lo realiza! – la tonalidad de su voz me da la sensación de que no está muy conforme con los alumnos que le toco – Soy el profesor, Nabicol Luminuos Octavo, e impartiré la clase de la profesora, Minu. La reemplazare por tiempo indefinido.
- ¿Qué le paso a la profesora, Minu? – pregunta Horis.
-Por favor, sino va a hacer preguntas referidas a la clase no abra su enorme bocona para interrumpirme – Horis, baja su mano decepcionado de la respuesta del profesor.
La clase sigue su curso, aunque es muy integrante porque permitieron cambiar de profesor cuando no falta mucho para terminar de cursar la materia. La profesora, Minu estaba a cargo de la materia "Poderes", pero algunas veces nos orientaba con la historia del universo y su formación.
-Saquen sus libros y vayan a la página cien – dice.
- "Las esferas del poder" – leo el titulo confundida por lo que veo.
-Esto tiene que ser una broma ¿verdad? – dice Pluto en voz baja - ¿Cuál es el objetivo de esta rara clase?
-No tengo idea, Pluto.
-Empezaremos con las famosas esferas del poder. Luego intentaremos crear algún poder... - con las manos en la espalda explica lo que haremos, yo no estoy muy convencida que quiere, aunque huele a engaño.