Rojo

Capítulo n°26: "Llego la hora de actuar".

Pasado.

En el crepúsculo de Loto se realiza una reunión muy importante. La disolución del príncipe Mejías Primero por traición a la corona. Encarcelado en el centro de la plaza Turman los habitantes del planeta reclaman justicia y una condena, que sea expulsado como parte de la corte real.

- ¡Largo de aquí traidor! – vocifera alguien entre la multitud.

-No mereces pertenecer a la familia del Rey Neptuno – grito otro desde la cercanía al chico de ojos vivaces cargado de ira.

- ¡Expulsión, expulsión, expulsión! – se unían a coro todos.

El Príncipe Mejías sabia de las consecuencias que implicaría traicionar a su hermano, sin embargo, no le importo ya que cortar su lazo con la corona le concedería total libertad.

Sentía rabia porque nadie lo defendería ni su madre. La reina Luna se encontraba entre la espada y la pared, su corazón se partía en dos ya que sus hijos hace tiempo dejaron de ser unos niños que todo compartían. La ambición de Mejías lo impulso a revelarse, pero cosecho el odio de todo Loto.

Dentro del palacio "Platino Celeste" debatían el mejor castigo. El rey Neptuno sentado en su cetro junto a su esposa Marte presenciaban y escuchaban las negativas de algunos, las sugerencias y la afirmación de otros para su expulsión definitiva del planeta.

El rey Neptuno disimulaba muy bien su tristeza por su hermano, no era así para el príncipe, quien se impacientaba ante una multitud que le lanzaba cosas en su cara.

- ¿Todos están de acuerdo en que el Príncipe Mejías Primero sea expulsado? – alzo la voz el rey para corroborar la decisión.

-Sí – dijeron al unísono cuando las puertas eran abiertas con fuerzas ante una reina dolida.

-Yo me niego a que mi hijo se vaya de este planeta – objeta avanzando y sosteniéndose la falda de su vestido azul con sus manos – ¡No puedes hacerme esto Neptuno!

-Madre – trata de mantener la calma – Mejías vendió información de esta familia a cambio de unos míseros poderes para quedarse con mi puesto.

-Eso no es justificación para un castigo tan severo – todos murmuraban y el rey soltó una carcajada de incredulidad, su madre caminaba en el reducido espacio frente al cetro retando duramente con sus ojos celeste a su primogénito – Nunca permitiré que él se vaya, ¡Jamás!

-No tienes poder de decisión, madre – el rey se puso serio y recto en su sitio – Ya no eres la reina por lo tanto estas exenta de tomar decisiones o intervenir además ya es una orden a ejecutar.

-Pediré la ayuda de la Junta Lunar – su tono era pacifico, pero por dentro hervía de odio - ¡Esto no se quedará así, Neptuno!

-Yo no permitiré tener un traidor entre nosotros muchos menos a alguien acusado de matar – sus ojos se crisparon, el rey se dio cuenta que con sus palabras hirió a su madre, pero ella debía saber la verdad.

Una que ella misma se negaba a creer porque su hijo era inocente en lo más fondo de su corazón.

- ¡Nunca te perdonare por lo que me estás haciendo, nunca! – dijo entre lágrimas.

Giro sobre sus pies yéndose por el espacio libre que le cedían los demás, su melena blanca se mecía por la leve brisa que ingresaba por los ventanales. Marte tomo su mano en forma de consuelo brindándole una tierna sonrisa.

El rey le dio el comunicado al vocero del palacio quien fue el encargado de leer frente al pueblo su decisión después dispuso que el Príncipe Mejías Primero fuera llevado al calabozo para darle el último adiós definitivo.

La reina Luna apunto a su nuera y su hijo, descargaría todo su odio cuando se asegurará que su hijo menor estuviera a salvo lejos de aquí.

El caos se desataría más pronto de lo que imagina y será demasiado tarde para arrepentirse.

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Presente.

Rojo, sentada en el borde de su cama trataba de encontrarle sentido a la extraña sensación que tenía hace varios días. Los rumores de un nuevo ataque le dejo un sabor amargo.

Conocía lo que implicaba. Destrucción total solo por la ambición de poder.

- ¿Qué te ocurre Rojo? – preguntó Pluto entrando acompañado de sus amigos.

-No sé, tengo una sensación rara que no sé cómo descifrarla – se removía incomoda en su lugar – Quizás sea de tanto dormir.

-Seguro – dijo Horis mordiendo su manzana – debes tener acalambrado tu cuerpo y te impide volver a la normalidad.

-Si debe ser – Rojo le sonrió.

Mientras Horis continúa demorando sus panes favoritos de zapallo y verdura se instaló un silencio incomodo entre ellos. Ninguno quería iniciar la conversación de lo que se hablaba en la escuela.

Alguien entra corriendo, la chica se detiene a tomar aire de sopetón para poder hablar, traía entre sus manos un diario arrugado, pero ¿Cómo lo ha conseguido? ¿Quién se lo dio?

-Marie ¿Por qué viniste corriendo? – indaga Pluto mirándose con los demás.

-Hay noticias – esta agitada así que debe tomar aire para continuar hablando – el planeta fue atacado y se llevaron su esfera.

Todos quedan con la boca abierta no creyendo lo que dice Marie. Le entrega el diario quemado a Rojo que lo inspecciona con el ceño fruncido y ojos aguados.

- ¿Cómo obtuviste ese diario? – interroga Otis – No están permitidos dentro de la escuela si Polusiki se entera nos castigara.

-Lo saque de la basura – respiro antes de proseguir – vi cuando alguien lo quemaba, tenía prisa para que se consumiera, pero alguien lo llamo que no le dio tiempo a verlo quemado completo.

-Y ahí entrantes tu para robarlo sin que te viera – sonríe Horis guiñándole un ojo y ella asiente - ¡Eres una genia!

Y se dan un choque de puños. Rojo no detiene la lectura, pero la parte que a ella le interesaba esta quemada así que se queda con la duda.




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