Pasado.
Neptuno no pudo dar con su hija, ahora su planeta estaba comenzando una guerra. El principal responsable su hermano, Mejías.
El ejército se movilizaba por las calles de la plaza, los lotianos emprendían la huida con lo poco que podían llevar. Su pueblo lloraba porque una traición acabaría destruyendo a lo que llamaban, hogar.
El rey suspiraba de tristeza en la torre más alta. Desde allí veía el peor escenario, el miedo en sus corazones desesperado y perdía a su esposa, quien sujetaba entre sus brazos fuertemente a una niña de cabello rojo como única salvación.
─El fuego se propago va directo hacia el bosque Tenuel, ya se quemó parte del sur. ─ informo Antón sin animo para hablar. ─Mejías te jugo sucio.
─Lo veía venir, pero logro su objetivo, destruirme.
─Todavía no. Tenemos muchas tropas movilizándose le ganamos en números. Podemos vencerlos.
─ ¿Podemos? ─ inquirió en una risa seca. ─Mejías dirige a toda clase de monstruo, cada uno de ellos tiene una razón para querer mi muerte, sin embargo, no quiero ver a mi familia rodeada de este caos iniciando.
─ ¿Qué harás?
─Enviarlas lejos.
Antón siguió al rey y sus órdenes. Preparo un transporte que pudiera llevar a Marte, su hija y Venus mientras ellos se quedaban a defender lo que nadie les podía arrebatar.
Venus guardo en bolsos suficiente comida para sobrevivir junto a su amiga e hijo en camino. Bolas en llamas se deslizaban por el cielo cayendo en diferente direcciones, norte y sur, este oeste, no importaba donde hiciera daño solamente cumplía el deseo del príncipe Mejías. Incendiar el hogar de su hermano.
Venus sintió al castillo temblar por una bola que cayó cerca. Caían pedazos, se desmoronaban los pasillos mientras huía en busca de Marte.
Mientras la fortaleza de Neptuno se desploma, Mejías ya se emocionaba por su victoria anticipadamente. Andromena sostenía en escualitos brazos una pequeña de cabello retinto negro, la niña robada crecerá bajo las reglas de un planeta regido por el mal.
Quien gobierna con odio termina siendo odiado, aplastado y eliminado por otros. Nadie es un eterno soberano, si amas a tu pueblo procuraras el bien estar, pero si te mueve la ambición obtendrás la gloria del sufrimiento.
Amado u odiado ¿a quién le importa? El poder corrompe las almas generosas, sin embargo, el príncipe deseo lo que nunca le va a pertenecer. En su corazón la semilla del amor había empezado a germinar cuando Mejías quería casarse con la bella dama roja.
─Mira estamos a segundos de presenciar el acontecimiento que conmocionara a toda la galaxia. ─ dijo Adén manipulando la nave para aterrizar. ─Contempla tu majestuosa obra, Mejías.
El príncipe esbozo una sonrisa de emoción pura, pero el remordimiento por dentro ya lo comía. Descendió de la nave sin pronunciar silaba, empujo a la mujer carente de voluntad para oponerse a semejante atrocidad y salieron a la superficie terrosa, el polvo se levantaba al caminar.
El rey Criptón impaciente quito la burbuja negra que los cubría. Sus pómulos resaltantes se elevaron para esbozar una sonrisa de triunfo absoluto sobre sus enemigos.
─Al fin llegas, Mejías y ahí está mi premio por destruir a su padre. ─ observo a la niña tranquila envuelta en una manta negra de trenzas blancas. ─Ella será la proclamación del mal, será educada para odiar y construir su propio imperio bajo la oscuridad.
─Ten cuidado porque el poder y la ambición combinan bien, pero se vuelve un deseo difícil de dosificar si presionas mucho.
Criptón tomo a la niña en sus brazos, sus dos pozos negros sin fondo brillaban bajo la tenue luz violácea de la galaxia perdida del ultimo atardecer antes de dar inicio a la guerra.
─Ya puedes cumplir tus amenazas. La victoria es nuestra.
─La victoria es mía. ─ replico el príncipe. ─Nos veremos cuando cese el fuego y yo sea el rey.
El rey asintió haciendo una reverencia y se largó con el llanto agudo de esa pequeña, que se sentía despojada de sus padres y hogar. Jamás conocería su verdadera identidad.
Andromena al instante de ver alzar vuelo la nave se desmayó cayendo sobre el polvo de una planicie circular de tierra, donde se llevó a cabo la entrega. Adén quiso ayudarla, pero Mejías no lo dejo. Era hora de ir por la cabeza de su hermano.
Volvieron a la nave e iniciaron el camino a Loto dejándola tirada o tal vez, morir por cumplir la voluntad de los demás.
─ ¿Dónde nos reuniremos con la princesa Alba? ─ quiso saber el brujo.
─En el bosque Mantra, es el más alejado y de imposible acceso para los soldados Flor de Loto. ─ emitió el príncipe. No paraba de revolverse su cabello, los nervios lo acorralaban también el saber que abandono a su madre. ─La guerra de los cosmos ya dio inicio.
─ ¿Por qué la guerra de los cosmos? No entiendo porque la llamaría así.
─Porque chocaran dos corrientes diferentes, el fuego y el hielo, la combinación de ambos hará explotar el planeta entero.
Adén abrí su boca no creyendo lo que sus oídos escuchaban. El príncipe Mejías guardo su haz bajo la manga, su última carta estaba a punto de ser revelada por la espalda.
─Descubrí el manejo del hielo cuando mi padre me llevaba a las cascadas nevadas. ─ suspiro mirando el tintinéelo de miles de estrellas. ─Queda al norte de Loto, es difícil encontrar el camino correcto si no conoces. Mi padre era un experto en maneja y eliminar el hielo, yo soy su heredero. Neptuno de mi madre, aunque ella lo perdió al morir él. ─ Adén le prestaba atención mirándolo con recelo, jamás lo vio utilizarlo ni bajo la situación más extrema. ─Al casarte, si uno muere el otro pierde su poder, envejece rápido y padece la agonía de desvanecerte con el tiempo. No obstante, mi padre nos amaba por igual a los dos, pero mamá y su inclinación por su predilecto Neptuno me hacían odiarla cada día.