Rojo, Blanco y Negro: La Mujer del Vestido Blanco

IV

La cuarta carta.

Die Drei Geschichten:

Luego de la carta, solo me queda una cara para poder continuar escribiendo, y sinceramente aun no tengo un rumbo para esta historia, supongo que estas cartas seguirán como notas al azar que en algún momento tomarán sentido.

A pesar de eso, encuentro agradable escribir sobre la que fue mi vida, admitiré que disfruto viviendo en el pasado, por eso, quiero escribir sobre tres cortas historias, tal vez no para olvidarlas, sino más bien para recordarlas mejor.

En la primera era joven, tenía aun trece años e iba a la escuela que estaba cerca a la panadería del centro. Las horas que me quedaba afuera de ese lugar a embriagarme con el aroma de galletas recién hechas se había vuelto el causante de que llegara tarde a clases, lo fue el día que sucedió lo que voy a contar, así que me quede afuera del salón hasta una de las pocas horas libres que nos dejaba la maestra.

Normalmente en esas horas libres, me quedaba junto a mi mejor amigo, Julius, escuchándolo hablar sobre las estrellas que había visto la noche anterior y viendo los dibujos que hacía de cómo creía que era todo en el cielo por las noches. Arriba, en donde aún no llegábamos, pero algún día lo haríamos, más arriba de donde cualquier avión común había ido.

En medio de la conversación alguien entro al salón, era una niña con largas trenzas rubias y dos lazos rosas al final, que nunca antes había visto, camino con sigilo hacia nosotros y me beso. De imprevisto y con la astucia de un Katze, que solo me di cuenta de sus labios junto a los míos mucho después.

Di mi primer beso, no fue como lo esperaba.

No conocía a nadie que hubiera dado su primer beso ya, e incluso no sabía que responder cuando Julius me preguntó qué fue lo que sentí, solo lo describí como raro. Porque no sentí nada en especial, más que la mezcla de pánico de que alguien más nos viera y la extraña sensación de saber que se sentía besar a alguien. Justo en ese momento para mi muy mala suerte la maestra llego y nos vio, me lleve dos buenos golpes con esa gran regla de madera que siempre cargaba y al regresar a casa unos más por parte de mi padre, creo que a eso le debo el cierto sabor amargo de ese recuerdo.

Respecto a la niña, Julius menciono su nombre, pero nunca me lo aprendí, ella cambio de escuela al mes siguiente, lo más probable porque sus padres supieran del beso, no me importo en lo más mínimo, al fin y al cabo, eso ayudo a que las burlas de mis compañeros y las de Nik en casa cesaran.

Así termina la primera historia, y sé que tal vez será la historia del primer beso menos sorprendente que alguna vez leerás, pero comprende que en ese entonces aún era joven, me costaba decir exactamente como lo sentí, y aun me cuesta.

No soy un conocedor de muchas palabras, si bien mi niñez fue casi normal nunca pensé en abrir un libro con todo el tiempo libre que tenía en casa.

Digamos que en ese entonces mi mayor preocupación aparte de ir detrás de mi hermano pequeño y evitar que nos metiera en problemas, era no lograr todo lo que había logrado Wolfang.

Mi hermano mayor destacaba, no solo cuando estaba en la escuela si no también como un oficial. Inteligente, apuesto, valiente eran solo algunos adjetivos que le ponían, todo el año que estuvo enlistado mi padre no perdía la oportunidad de decirnos cada cosa asombrosa que había hecho, su mirada era la perfecta representación del orgullo, con cada carta que el recibía sobre el fantástico desempeño de mi hermano delante de mí se formaba un gigantesco muro, el más alto que había visto en toda mi vida, tanto así que creí que nunca podría llegar a la cima.

Eso solo le daba la oportunidad a padre de recordarme que pronto seria mi turno de hacer lo mismo que Wolf, con eso solo pensaba en lo poco que mi hermano y yo nos parecíamos, pero sé que saque más de Wolf de lo que creía.

Un claro ejemplo era el "großer bruder arbeit", lo explicare brevemente, durante años, desde que tengo memoria Wolf siempre, pero siempre, se culpó de las cosas que hacía, si pintaba la pared, si rompía algún viejo mueble de casa – que, por cierto, esos ya se rompían por si solos – él decía que había sido él.

Y como Wolf siempre lo hizo conmigo yo empecé a hacer lo mismo por Nik, la primera vez el solo tenía cinco años y había recortado los libros de su hermano mayor, así que inocentemente me eche la culpa y Wolf no me hablo por semanas.

Aun así, seguí haciendo lo mismo cuando Nik llenaba los cajones de ropa de Nina con nieve y esperaba a que esta se derritiera mojándolo todo, cuando le echaba betún a cada perilla y las manos de padre se manchaban. Y con los años, las bromitas solo crecieron más, así que para los trece años ser el hermano mayor era mucha responsabilidad.

No crean que en mis años de adolescencia solo me encargaba de ser la nana de Nik, para ese entonces mi mente ya había creado grandes planes, eran tan extensos que ni todo el papel del mundo alcanzaría para contarlos, y todo para recibir al menos esa mirada de orgullo de padre, la cual te adelantare que nunca vi.

Y aquí va el porqué, perdón por esa larga introducción a la historia número dos, solo que necesitaba que supieras por que hice lo que hice a continuación.

Todo empezó con una chica, su nombre era Ruth, mejor amiga de Nina desde los doce, así que digamos que las visitas de Ruth ya eran constantes a casa, pero solo incrementaron cuando Wolf volvió por vacaciones. La veía todos los días, principalmente en el sofá del salón junto a Nina, fingiendo leer algo, cuando claramente no miraba las páginas si no a mi hermano, que leía a pocos metros de ella, estoy seguro de que se hubiera pasado horas viéndolo aun sin que el la viera a ella.

Supuse que era inofensiva, hasta una noche, acababa de llegar de casa de Julius. Ruth, mi padre y mi hermano estaban en el salón. La reunión de esos tres me confundió, así que por curiosidad me escondí tras la pared, y escuché algo de unos libros prohibidos bajo una tabla suelta de la habitación de Wolf, y mientras Ruth relataba la historia de como había descubierto eso con fingida indignación y unas palabras trabadas por sollozos, la furia se acumulaba en la expresión de padre. Ahora el también sabia el secreto de Wolf.




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