Rojo, Blanco y Negro: La Mujer del Vestido Blanco

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La decima carta.

La suerte del aleman:

Escribir es algo que he estado evitando, no he olvidado como hacerlo, pero, luego de la respuesta de Lizzy mi mayor aliado fue el tiempo para mi, algo que afortunadamente tengo de sobra en una solitaria celda.

Parece que aun así la suerte no me abandona, el papel no se me ha acabado, eso gracias a Deacon, quien sin saberlo solo aumenta mi nostalgia. Pero así siempre ha sido mi peculiar racha de suerte, a veces no juega a mi favor, pero, bueno, es así desde hace mucho tiempo.

Y eso que nunca he tenido ningún Glücksbringe. 

La suerte del alemán es extraña, mi suerte lo es, lo fue el día que regresé a casa, sabía que mi familia me haría una bienvenida y antes de dejar a Julius en su casa él prometió más tarde ir a la mía para festejar. Quisiera exagerar y decirte que para recibirme había más de veinte personas, que padre dio un largo discurso de lo orgulloso que estaba de mi y me obsequió algo tan caro como solo él podía hacerlo.

La realidad fue muy diferente, para recibirme solo estuvieron mis hermanos y Maria, y aunque fue una amarga decepción no ver a mi padre, a mi madre y a Walter, debo decir que eso ya era costumbre para mi." Siempre habrá algo más importante que nosotros, Hermann" solía decir Nikolaus en estos casos.

Siempre había y habría algo más importante, así que, ¿qué importaba que luego de meses fuera de casa no estuviera tu madre para recibirte con un gran abrazo y un fuerte beso?

Todo estaba tal y como cuando me fui, excepto por un cartel que colgaba en el salón con grandes letras que decían "Bienvenido" y un pastel de zanahoria en el centro de la mesa. No tuve tiempo de soltar mis maletas, porque ya todos querían irse sobre mí, especialmente, el caótico Nikolaus que casi me derriba. Nina fue más impaciente, no tardó en apartarlo de mí y me abrazó con tanta fuerza que el aire se iba de mis pulmones. Pacientemente en una esquina Wolfang espero su turno, su abrazo fue corto pero sentí cuánto me extraño.

Y no me alcanzarían las hojas para escribir cuanto yo los extrañe.

Ya solo quedaba Maria, a quien no le quité los ojos desde que la vi, llevaba el cabello más corto, tenía un nuevo y lindo vestido azul, y sus labios pintados de un rojo clásico. Apenas la tuve entre mis brazos fueron segundos de increíble satisfacción, solo comparables con la emoción de ver el cielo por primera vez. Fue ese el momento en el que acepté lo que por mucho tiempo negué en las barracas, ella me gustaba.

No la solté de inmediato, y no es que estuviera desesperado por hacerlo, pero, me embriague en su aroma, en como ella decía cuanto que me extraño que sentía que solo quedamos ella y yo, que todos se desvanecieron... excepto una persona, Wolfgang, a quien María no dejaba de ver.

Una palabra para describirme seria tonto, muy tonto, ilusamente en esos meses lejos me creí la idea de que ella ya no lo queria mas, pero no era así, su mirada la delataba, sus ojos cada vez que lo veían estaban llenos de amor.

Me hizo descubrir que algo peor que enamorarse locamente solo por cartas, era hacerlo de alguien que ya quería a alguien más.

En ese entonces quizás muchos notaron como me sentía, porque si bien no era la primera chica que quería, intente que fuera la última. No fui nada sutil cuando la solté, no deje de darle en toda la noche largas miradas y sonrisas nerviosas.

Ansie tanto hablar con ella, pero era lo último que quería hacer con Nik y Nina pegados a mi. El brazo de mi hermano no había abandonado mis hombros desde que llegué y mi hermana solo se aferraba con más fuerza a mi con el pasar de las horas.

Nina jalo mi chaqueta, llamando mi atención.

—Mira lo que tengo aquí. — dijo ella, mostrándome el relicario que padre le había regalado la navidad anterior. Ese collar con la palabra "Heimwee" grabado en sobre el. Al abrirlo quede sorprendido, la foto de Wolf ya no estaba ahí, si no la mía.

— Nik, mira eso, le acabo de robar su lugar a Wolfang.

— Nada mal para tu primer día, Hermann. — respondió, soltando una risita y dándome codazos amistosos.

Me acerqué para mirar mejor la foto. Confesaré que no era la mejor que tenía.

— Mmm, estoy seguro que tengo mejores fotos que esas.

— Oh, no seas arrogante.

El golpe de Nina no me quitó la sonrisa de orgullo, que ella llevara mi foto en ese collar significaba tanto y aun lo hace, creeme.

Se que no lo entiendes, pero, "Heinwee" significaba extrañar tu hogar, en pocas palabras su hogar siempre fuimos nosotros, la foto de Wolfang estuvo ahí por mucho tiempo, ese era su modo de decir cuánto lo extrañaba. Y desde que Nik comenzó a trabajar, la foto de cada hermano iba cambiando dia con dia, estabamos ahi porque ella nos extrañaba, éramos su hogar, sin importar que ahora fuera Nina Müller, sin importar que ya no viviera con nosotros, sin importar que ya no estuviéramos juntos, ella nos extrañaba y lo haría toda su vida.

Abracé a mis hermanos, y cuanto prendieron el tocadisco logré escabullirme de ellos.

Por la tarde y como prometió Julius llegó para celebrar, justo antes de que partieramos el pastel.

Mi hermano mayor no tardó en ser obligado a bailar por Nina y Nik, mientras Julius, Maria y yo acabamos sentados en el mismo sofá, dándome la oportunidad de presentar a mis dos mejores amigos.

Y al finalizar todo, solo desee que ese día se volviera a repetir una y otra vez.

Los días siguientes no vi a Maria, ni una sola vez, y mis ganas de hablar con ella a solas solo aumentaban, pero, casi siempre salía temprano de casa y volvía cuando todas luces del pueblo estaban apagadas.

Aun recuerdo esa mañana libre, la única que tuve, me prepare emocionado para visitarla.

No te imaginas la cara que puse al encontrarme cara a cara con padre en la entrada, no pregunto y sin explicación me mandó a ponerme mi uniforme, más confuso fue cuando al volver me llevo al auto en donde madre y Walter no esperaban, salude al chofer y el auto arrancó de inmediato.




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