¿Por qué no has parado de azotar los vasos y platos contra el fregadero? - me cuestionó Megan mientras por quinta u octava vez (ya había perdido la cuenta) mientras me miraba con una ceja alzada apoyada a un lado en la encimera de la cocina - ¿qué pasó ayer que desde que llegaste no has querido hablar? Pareciera que alguien escupió en tu café.
- No pasó nada - respondí aun enfurruñada.
- Ese "no pasó nada" tuyo, confirma que sí pasó algo. ¿Tiene que ver con el hecho que llegaras muchas horas después que me escribieras?
- Demian es un imbécil... - mencioné volviendo a tirar uno de los vasos intencionalmente. Decidí dejar todo como estaba antes de que tuviese que comprarle un juego de platos nuevos a Megan.
- ¿Demian? ¿Demian nuestro jefe? - preguntó mirándome con un ceño profundo - ¿qué tiene que ver él en todo esto?
- ¿Recuerdas cuando te dije que iría a caminar para conocer las tiendas cercanas a la academia?
- Sí...
- Bueno, ayer tropecé con él cuando iba pasando por uno de esos lujosos restaurantes en los que no podríamos comer ni aunque rematáramos todos los riñones juntos de nuestras familias - hice una pausa para respirar mientras Megan aún mantenía el ceño - estuvimos hablando cosas banales y me instó a comer con él. Realmente no fue gran cosa, estuvimos hablando de esto y lo otro. Pero en un momento dado, justo cuando le mencioné el excesivo magnetismo que tienen ellos en torno a las mujeres, se convirtió en otra persona - proseguí aun enfurecida mientras retiraba de mi cara los mechones que se había soltado del moño improvisado que contenía mi corto cabello.
Mi amiga veía cada uno de mis movimientos aun de forma curiosa, le seguí contando sobre la extraña reacción que tuvo cuando salimos del restaurant y su modo de hacerme sentir mucho menos que mierda en su zapato. Es que aún lo recordaba y me causaban ganas de regresar y retorcer su remilgado cuello.
- Diablos... es un idiota - reaccionó después que finalicé mi molesto monólogo - entiendo que quizá se sintió ofendido por tu muy educado rechazo. Pero lo que me causa total sorpresa es la clara ofensa que buscó infligirte. Me parece muy extraño, ellos podrán ser una familia muy adinerada pero mis años de trabajo me han enseñado que ellos realmente son muy amables y cordiales a pesar de su condición económica que obviamente es muy superior a la nuestra - remató encogiéndose de hombros - yo creo que tocaste una fibra sensible que hizo que reaccionara de esa forma.
- Ofendido o no, no debió tratarme como si fuera... como si fuera, nadie - repliqué pasando nuevamente una de mis manos por mi enmarañado cabello - en fin, basta ya, estoy harta de recordar el desplante de ese imbécil. Necesito despejar mi mente al menos por lo que resta de fin de semana. ¿Me acompañarás a la academia o te quedarás descansando?
- ¿Quedarme? ¿Y perder la oportunidad de verte colgada en un tubo como una sex symbol? Ni lo pienses...- rápidamente corrió a arreglarse mientras yo terminaba de organizar la cocina. La noche anterior había escogido la ropa que llevaría el día de hoy, consistía en un mono suelto gris y una camiseta sin mangas rosa pálido que dejaba entrever mi top negro, junto con mis zapatos de deporte. Esto era más que nada para dar ilusión de que iba a entrenar porque realmente para practicar pole, solía utilizar un short muy corto que se adhería a mí como una segunda piel, junto con una camisa de tirantes que era muy cómoda y fresca.
Cuando Megan salió de su habitación estaba vestida de una forma casi similar a la mía, la diferencia es que ella utilizaba camisas deportivas de manga larga para proteger su piel del sol. Estuvimos de acuerdo en ir corriendo hasta la academia para aprovechar la distancia e ir calentando. Megan se colocó sus audífonos inalámbricos que desde donde estaba posicionada se podía escuchar el fuerte retumbar de la música. La dejará sorda tarde o temprano.
Ella esperó a que terminara de acomodar mi identificación y tarjeta en uno de los bolsillos de mi ropa. Preparé mi música y cuando tenía retumbando en mis oídos el álbum de Linkin Park comencé a trotar con Megan siguiendo mis pasos.
***
No estaba del todo segura la distancia que habíamos recorrido, pero cuando nos detuvimos en las puertas de la academia me faltaba el aliento y tenía ganas de tomar un taxi para olvidar mis ganas de entrenar y acostarme a dormir. Megan estaba a mi lado muy cerca de tener un ataque asmático a pesar de que ella estaba acostumbrada a correr a través de las calles de la ciudad.
Cuando logramos recomponernos, ingresamos hasta la recepción de la academia donde nos recibió la misma señora que me había dado la información el día anterior. Formalizamos la inscripción y nos indicó que fuéramos a través de un pasillo que se encontraba a nuestra derecha.
En este había más de diez puertas de vidrio, cada una de ellas estaba indicada con un nombre los cuales correspondían a los profesores o a las salas de ensayo. Tomando en cuenta que Megan era primeriza en esto, le tocaba ingresar con uno de los profesores que estaba comenzando la clase del día. Cuando Megan volteó a verme noté que los nervios estaban comiéndola por dentro. Le di una sonrisa alentándola a entrar, supuse que necesitaba un pequeño empujón.
Una vez la perdí de vista, me dirigí hasta una de las salas de ensayo, estaba recubierta de techo a piso de espejos y habían alrededor de 15 tubos dispuestos en todo el área. Cuando entré me di cuenta que unas pocas personas, quizás cinco o seis entre hombres y mujeres, practicaban mientras otros tres sentados en el suelo de madera los miraban con atención para indicarles la forma correcta de posicionarse en lo alto del tubo, como sujetarse las piernas u otra cosa que fuese necesaria para hacer perfecta la pose. Cuando pasé les di una seña tímida en forma de saludo y pasé hasta una sala que estaba dispuesta como probador.