Rompiendo Esquemas (fanfic Eric Nam) [contenido sensible]

XI - ¿Saldrá bien?

Tras comprar una botella de vino moscatel de California, se dirigió a su apartamento donde se vistió cómodamente con un vaquero blanco y una blusa floreada azul de algodón con manga tres cuartos. Realizó una llamada a la editorial para la que trabaja para informar a su jefe que había terminado ya la traducción y que se pasaría el lunes para dejarla.

Al terminar de repasar su maquillaje, tomó la caja de vino y el bolso con lo mínimo necesario y salió de su apartamento hacia su coche aparcado en un garaje de la zona. Se montó y condujo hasta la casa de Dulce donde aparcó a dos edificios de la misma por pura suerte. Al tocar el timbre, la recibió Dulce con una sonrisa enorme, era la primera invitada en llegar.

En consecuencia se puso el delantal extra y ayudó a su amiga con la preparación y presentación de los platos. Dulce había preparado tamales, quesadillas, sopa de tortilla, tacos al pastor, huarache, chiles en nogada y varios otros platos de los que ni había oído hablar todo ello en raciones pequeñas para ahogar el tequila que ellas beberían. Mientras en el horno había dejado guardados dos postres, un jericalla de tamaño mediano y otro recipiente de chongos zamoranos...

Dulce seguía metida en la cocina cuando llamaron al timbre Katherina y Estefanía que venían en el coche de la primera desde otra parte del barrio. Las dos la abrazaron según entraron en la casa y se quitaron las chaquetas y los bolsos de inmediato, dejándolos en el perchero con la costumbre de siempre. Irene vio cómo abrían la boca sorprendidas por los platos sobre la mesa.

- ¡Hoy ya si te pasaste, Dulce! - Le gritó Katherina con la vista puesta en la cocina y tono alegre. - Atienda, Irene, hizo cochinita pibil - señaló un plato grande de carne con salsa rojiza - y lo que es aún más especial, Poc chuc.

- ¿Poc chuc? - preguntó ella insegura.

- Sí, Poc chuc, es un plato de Yucatán, donde vive la familia de Dulce. - Dijo Estefanía con una sonrisa. - Su nombre es maya, le encantará en cuanto lo pruebe.

- Luego seguro quiere la receta nuestra cocinera española, Dulce.

- Se la contaré encantada, Katherina. - Afirmó la anfitriona moviendo las cejas descaradamente.

- ¿Qué les demoró tanto? Irene y yo estábamos por comer cuanto colocamos en la mesa... Mantel incluido. - Todas rieron aquella broma.

- Estefi se demoró con el maquillaje, no pudimos llegar antes...

- Como siempre su maquillaje está perfecto, mamacita, ¿por qué esforzarse tanto? No somos hermosos chavos, ¿o sí? - Le consultó Dulce.

- No, no lo son. Son mis hermosas amigas, no puedo mostrarles mis heridas de guerra.

- ¿Heridas de guerra? Entonces yo tengo cicatrices profundas. - Respondió Irene señalando su rostro.

- Uy, mentira, mi amiga. - La abrazó Katherina. - Nada malo pasa con su hermoso rostro, usted es simplemente linda con su sencillo maquillaje.

- Cierto, Irene, - Estefanía asintió. - ¿Dulce, queda algo por preparar?

- Hay que abrir el vino para Irene y por supuesto, revisar que nada falte en la mesa.

- Yo misma abriré mi botella, ¿ustedes querrán tomar vino conmigo?

- Cuenta conmigo, linda, las copas están en los armarios de arriba.

- Perfecto, Dulce.

- We're also in, Irene. (Nosotras también, Irene.) - Dijo Estefanía.

Ella se rió asintiendo y regresó con Irene a la cocina donde revisó el fregadero. Katherina y Estefanía hicieron una ágil revisión a la mesa y entraron a la cocina con la intención de poner boles para cada una, las copas y las servilletas. Lo colocaron todo hablando acerca de sus trabajos y cómo iban en su día a día. Irene descorchó la botella de vino cabernet y sirvió en las copas de todas.

- ¿Estefi, no preparaste cochinita pibil en otra de nuestras cenas?

- Lo hice, Irene, pero como el de Dulce no hay ninguno.

- Ya lo verá, Estefi tiene toda la razón.

- Ya, ya, no se pasen, amigas. A sentarse que vamos a cenar de una vez, ¿pongo música?

- Ay, sí, pon algo de pop mejicano.

- ¡Qué onda, Katherina! - Le dijo Estefanía. - Dulce, pon a la reina Paulina.

- ¡Oh, buena idea! Dulce, dígame que tiene en su repertorio de Spotify esa memorable Y yo sigo aquí...

- Sus deseos son órdenes, Irene.

- Fue una de esas canciones de verano que me dio a conocer a la chica dorada allá en España, le guardo buen recuerdo.

- ¿Cómo era eso? - Hizo una pausa y con rostro iluminado se respondió con una palmada: - ¡Ah, sí! Si a ti te gusta mordeeeer el mango bien madurito.

- Si a ti te gusta morder el mango bien madurito, - siguieron cantando ya todas juntas - escógeme a mí. Tengo coloooorcito, escógeme a mí eso yo te pido. Y yo sigo aquí esperándote, que tu dulce boca ruede por mi piel... - Todas se rieron y sacaron la lengua con clara diversión.

- Ay, ya sí, díganme, ¿no creen que esa canción es pura dinamita?

- Cierto, Estefi, además tiene grandes símbolos como el mango madurito, la reacción explosiva, el azúcar, la sal y todas esas veladas referencias al sexo.




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