La mañana del sábado fue caótica en su pequeño apartamento, en el salón habían tres hermosas mejicanas durmiendo y todavía quedaban rastros del festín y la posterior juerga que se habían pegado con sus padres. Habían estado hasta las tres de la madrugada jugando a las cartas mientras ella trataba de dormir en su dormitorio. Aún le sorprendía cómo sus padres tenían tanto aguante cuando se trataba de quedarse levantados hasta tarde...
Trató de no hacer mucho ruido mientras hacía su desayuno a las siete de la mañana y limpiaba lo que quedaba en el comedor para que su madre no tuviera que hacerlo. Luego se duchó, se vistió y se maquilló sólo para cubrir sus ojeras. El viernes había sido intenso pero el sábado parecía que no se quedaría atrás si sus padres irían a desayunar.
Llegó a las ocho y se puso a preparar los horneados del día de inmediato. Su jefa trajo esa mañana una tarta de melocotón que era "manjar de dioses", como correspondía esa semana al especial. Además Irene se preocupó de que su tarta de chocolate y zanahoria tuviera un toque especial de vainilla como le gustaba a su madre.
Abrieron a las nueve en punto sirviendo a un madrugador cliente habitual que quería una caja de galletas de limón para regalar. Más tarde una estresada Marguerite hizo entrada pidiendo un café inmediato. Irene se rió y se puso manos a la obra sin siquiera preguntarle qué le sucedía para tener esa cara.
Su amiga dio un primer trago nada más servirle y respiró aliviada. Le contó que aquella mañana ninguno de sus hijos le había permitido desayunar porque se levantaron tarde y tenía que llevarlos a sus actividades extraescolares. Ambas compartieron algo de conversación sobre lo cotidiano como siempre hacían.
La campanita de la puerta sonó y ella vio entrar a sus padres apurados. Eran las diez y cuarto para entonces, ella les saludó con un abrazo y les mandó a sentarse nada más averiguar qué café les apetecía. Krestina se les acercó y les dio un abrazo antes de que se sentaran, entreteniéndolos hasta que su servicio estaba listo.
Ambos se veían felices allí sentados chapurreando inglés con Krestina, la verdad era que todo el mundo parecía enamorarse de sus padres. Eso siempre le había sorprendido mucho, el hecho de que aún no sabiendo hablar el idioma del otro se lo ganaban con facilidad pasmosa. Les sirvió sus cafés y una pieza de tarta de melocotón para José y otra de chocolate y zanahoria para Elena.
No tardaron en probarla y dejarles saber a ambas que las dos estaban deliciosas. Irene se rió y le guiñó el ojo a su encargada al tiempo que regresaba a detrás de la barra. Preparó más tazas sobre la cafetera exprés y limpió el horno en la cocina una vez estaba frío.
La campanita volvió a sonar cuando estaba acabando y la voz de Krestina le sacó de la cocina con el estropajo aún en la mano:
- Irene, your next guy is here, come out and attend him right now. (Irene, tu próximo hombre está aquí, sal afuera y atiéndele ahora mismo.)
Ella la fulminó con la mirada hasta que vio al lado de la caja a Eric. Su rostro cambió al verla sonriéndole radiante y ella le respondió de igual modo diciéndole por señas que enseguida salía. Terminó de limpiar, dejó el estropajo y se secó las manos antes de salir a la barra.
Vestía con un chaquetón marrón, zapatillas a juego y una camiseta azul con un pantalón vaquero. Le pareció que su estilo informal pegaba mucho con su carácter alocado y divertido. Era increíble cómo en sólo un viaje de fin de semana hubiese podido conocer a otra persona hasta considerarlo más que un simple cliente.
- ¿Qué onda mi española favorita? - Ella no pudo evitar mostrar sus hoyuelos aún más y le restó importancia.
- Nada, en la chamba.
- ¿Puedo apacharte, Irene? O no somos amigos aquí ¿también?
- También es correcto, y... Claro, ¿por qué no un abrazo tras Nueva York? - Ella asintió y salió de la barra, él la abrazó como un amigo. Se separaron y ella vio cómo sus padres los observaban con detenimiento por encima del hombro de Eric. - ¿Qué tal tu viaje desde Seúl, Eric? Espero no fuera largo porque odio los viajes en avión largos, son incómodos.
- Y lo dice usted que es chaparra, Irene - le guiñó el ojo y ella sonrió.
- Touché, ¿cómo fue?
- Largo y... Impacientoso, estaba deseando ver de usted. - Ella negó con la cabeza metiéndose tras la barra.
- Me haces ver como una estrella, no soy tan interesante. - Él chistó su lengua desaprobando su reacción . - ¿Qué tomarás hoy?
- Un café americano helado, ¿sí hay, cierto? - Ella asintió y él continuó: - Y una pieza del especialidad de hoy. - Ella giró la cara para verle mientras sacaba el café helado de la nevera de la barra, hablándole:
- La especialidad de hoy es la tarta de melocotón, te encantará. Está padrísima, otra de las recetas de mi jefa. - Él sonrió y asintió antes de acercarse a la barra a modo intrigante.
- Irene, no quiero ser curioso pero... - Ella levantó sus cejas y él bajó el tono: - Me ven mucho esa mesa, ¿son sus padres? - A Irene se le cayó la mandíbula inferior de golpe por la sorpresa y les miró a sus padres haciéndoles una gesto de que parasen.
- ¿Cómo lo has sabido? No me parezco a ellos - él sonrió y negó con la cabeza divertido mientras ella servía por fin el café helado.