[AVISO IMPORTANTE: En esta escena se tratan temas delicados como el acoso, el chantaje y la violencia verbal, si continúas leyendo que sea bajo tu propia responsabilidad]
La llegada de su madre a su casa aquella noche no le transmitió a Samuel ninguna alegría. Nada más verla supo que tendría algún plan que no le gustaría llevar a cabo entre manos... Ella y su padre nunca eran sutiles en lo que respecta a negocios e intereses cruzados como el involucramiento de la familia, más específicamente de él en los negocios.
Estaba exhausto y aquella visita no hizo sino alterarlo más de lo que deseaba y podía soportar en aquel momento. Su aspecto, como siempre perfecto, rayaba a sus ojos en aquel instante en la pretenciosa fachada que escondía su descaro y extremo control familiar. Samuel estaba harto de oír cómo desaprobaba cuanto hacía tanta en lo personal como en lo profesional.
Si había algo que no le gustaba además siempre lo señalaba como un virus y trataba de erradicarlo de raíz. Entre sus múltiples métodos adoraba utilizar la presión, el descrédito y el insulto al igual que su padre. Samuel estaba seguro de que esa mezcla había sido el cóctel que había hecho a Irene alejarse de golpe esos últimos cuatro meses antes de dejarle.
Sabía por el guardaespaldas de su madre, a quien había pagado más de la cuenta, que ella había insistido en visitar a Irene secretamente en ese tiempo. Irene nunca había hablado de ello pero era obvio que Isobel Grace Worthington no había sido benigna con ella en ningún sentido. Lo sabía porque cuando él iba a verla tras haberse pasado Isobel, Samuel la percibía como un animal herido y asustado...
La Irene que él conoció en España y la que llegó a Atlanta era fuerte como un yunque y absolutamente decidida. Era la mujer más bella y sin pelos en la lengua que nunca había conocido y estaba enamorado de ella por todo ello. Pero tras el comienzo de las visitas de su suegra en el apartamento de Irene, ella empezó a guardarse más y más cuanto pensaba.
Se mostraba esquiva y dejaba claro que si él la deseaba físicamente podía tenerla por completo pero que emocionalmente no estaba presente para él ya. Verla así era tan doloroso que, incluso él, evitaba molestarla en exceso pues su carácter fácilmente irritable estaba demasiado a flor de piel. A medida que el tiempo pasaba, Samuel era consciente de que la mujer que amaba iba sucumbiendo al comeoreja al que le sometía Isobel Worthington.
Aunque eso no lo preparó para aquella última conversación en su oficina acerca de su ruptura, en aquel instante sintió cómo la mujer fuerte y cabezota que había conocido en España había muerto lentamente ahogada por su familia. En su lugar había aparecido una mujer exhausta, fácilmente irritable, agresiva y completamente insegura de sus propios sentimientos. Nunca podría culparla por las dañinas palabras que profirió en aquel instante, dominada por su agresividad y autodefensa.
Samuel no dejó de verla aunque ella creyese que sí, no intervino en su vida de ningún modo pero estuvo en la medida de lo posible al tanto de cuanto hacía. La vio empezar a trabajar en el sello editorial como traductora fija, ponerse tras la barra en su cafetería favorita y regresar a casa muchos días con la sonrisa, más o menos, perdida... Fueron meses de ver cómo iba recobrando la alegría que tanto la caracterizaba y no sólo mantener la compostura para no salir más herida.
La había visto volver a florecer como si de una flor se tratase gracias a la clientela de la cafetería, sus amigas mejicanas y el deshacerse judicialmente del impago al que le había sometido la consultoría en que trabajaba... Samuel había averiguado cómo su madre había presionado a cierto socio para obligar a que dicha empresa no pagase a Irene y así llevarla al borde. Isobel y Joseph Worthington no tenían escrúpulos cuando algo o alguien se ponía en el camino de sus deseos.
E Irene era una persona que estaba muy opuesta a sus intereses para él dado que si se casaba con ella, ellos no podrían establecer alianzas societarias alrededor del bufete de su padre. Por eso no habían escatimado en usar las tácticas más viles y rastreras contra ella. Atacándola en lo primordial para su subsistencia en Atlanta con ese descaro y discreción que les sabía conocido tras aquel fatal descubrimiento.
Sin embargo, Irene no se movió, no regresó a España, ni se cambió de apartamento para que él no pudiera encontrarla... Entonces lo supo, supo que, aunque herida y muy confusa por todo lo sucedido con su familia y con él, Irene aún sentía algo por él. Algo estable que la ataba a Atlanta y a él de un modo intenso y especial, haciéndola no alejarse de la mujer que realmente era.
Y dejó que Irene se buscase, que encontrase en sí misma las piezas perdidas y las ensamblara hasta alcanzar el todo que era ella tiempo antes de que su madre maquinara en su contra... La vio lograrlo y observó cómo la nueva Irene era, incluso, más bella y fuerte. Era mucho más segura y más atrevida de lo que antes había tendido a ser.
Viéndola así se enamoró por segunda vez de la bella mujer española que le había enseñado a ver el mundo de un modo más bondadoso y menos calculador... Se enamoró de la nueva mujer que veía renacer de sus cenizas aún más fuerte y decidida. Lo hizo y le preguntó a su granny, Ruth Marie Worthington, si debía presentarse de nuevo ante ella.
Temía que Irene huyera, a pesar de pensar que ella se sintiera aún atada a él de algún modo. Necesitaba saber la opinión de una mujer que los quisiera a ambos y que no malmetería en contra de ella. Su abuela Ruth siempre había expresado que ella era la nieta que había soñado tener junto con él.