Rompiendo Esquemas (fanfic Eric Nam) [contenido sensible]

XLV - La libertad se mide en pasos [D]

No recordaba con exactitud el momento en que Samuel había caído dormido allí abrazados, con su aliento provocando cosquillas en su nuca y sus mejillas pegadas. Sólo habían estado hablando con los ojos cerrados disfrutando de la compañía hasta que ella le hizo algún comentario al que él no respondió y al fijarse pudo notar su respiración relajada. Lo dejó dormir con ella vigilante, al fin y al cabo quedaba patente por sus ojeras que llevaba varios días sin dar na cabezada.

Otra quizá se hubiera soltado de su agarre, ella a la primera duda deshechó la posibilidad puesto que él había hecho lo mismo no hacía tanto además de que le reconfortaba aquel intercambio. Su pulso que se había acelerado ante su visita ahora estaba ralentizado percibiendo el aroma del hombre con nitidez y la calidez emanada por su cuerpo. La complicidad con él empujándola a pensar en otros momentos que hubieran pasado así.

Siendo sincera le había decepcionado un poco el rechazo a su oferta, creía que ambos necesitaban relajarse y dejarse llevar para soltar todas aquellas emociones negativas que nublaban su estado anímico. Por supuesto que había apreciado la caballerosidad y respeto de él decidiendo no aprovecharse de ella para bajar su tensión acumulada. No obstante, eso no quitaba que ella lo hubiera deseado y que su mente divagara en qué posición hubieran estado en ese instante de haber sido aceptada.

A su mente vino la última vez que había estado en el sofá sentada junto a Eric, sus mejillas se incendiaron ante el recuerdo sin poder evitarlo y su corazón se aceleró de golpe. Sabía que no debería estar recreándose en ello abrazada a Samuel y mucho menos como estaba, sentada en el regazo del mismo. No tanto porque pudiera ser atrapada sino porque estaba comparando aquel único beso con los tropecientos mil que habían compartido ambos.

No era justo por mucho que Samuel pudiera tener más recorrido con ella nunca sus besos habían provocado un hundimiento tal, ni su presencia había hecho que no fuera consciente del paso del tiempo y del mundo a su alrededor. Despeinó el cabello rubio de él distraída en sus pensamientos, percatándose de la diferencia entre lo que le sucedía al principio con Samuel y lo que le sucedía ahora con Eric. No se parecían en nada sus sentimientos, al igual que ellos eran muy distintos.

Recordaba cómo se había sentido muy atraída por Samuel desde el inicio, cómo su cuerpo exigía la atención de él antes que su corazón y a medida que profundizaban en su relación surgía el amor. Un amor tranquilo y maravilloso que la llenaba muchísimo más que ninguno de los que había experimentado antes, basado más en la confianza y el aprendizaje mutuo que en las sensaciones. De todas formas, no se podía quejar del sexo por poco convencional que hubiera sido su comienzo.

En cambio, con Eric su atracción había venido por algo que siempre había rechazado pero que a medida que le conocía había comenzado a adorar; aquella sonrisa que hacía que su rostro pareciera infantil. A eso se había ido añadiendo la tozudez que había demostrado en quererle oírla hablar en español y su buen desempeño en el mismo idioma pese a que como decía llevaba años sin practicarlo. Teniendo que añadir que había demostrado ahora que con sólo compartir un espacio se veía ajena al resto del mundo.

Por raro que fuera parecía como si una burbuja la absorbiera cuando compartía tiempo con él y le gustaba tanto como le asustaba esa situación. No porque sintiera que era tóxica o dañina para ella sino porque era tan intensa y luminosa que le costaba negarse a ser arrastrada a su interior. El coreano era ese tipo de hombre que con facilidad le muestra a uno el mismo mundo con otros colores de alegría, como si exudara pasión por la vida por cada poro de su piel.

Eran muy contrarios, ella sonreía siempre pero le costaba que esa sonrisa saliera natural y con verdadero sentimiento mientras que él sonreía casi todo el tiempo con aquella sonrisa que forzaba a los demás a reír. Él se pasaba el día haciendo gansadas en cuanto podía, ella era discreta y le asustaba muchísimo que sus tonterías se malentendieran por lo que las rescindía a sus amigas. Él hacía amigos con pestañear, ella era tan desconfiada que incluso de sí misma dudaba.

“Que seáis distintos no hace imposible que os enamoréis y compartáis en el futuro, Irene” acuñó su conciencia clavando el fino alfiler en el globo de imposibilidad que su mente parecía haber deseado crear. “Debería preocuparme que siempre apostilles con tan buen criterio, Pepito Grillo” se regañó a sí misma antes de resoplar y notar que Samuel se movía bajo ella. Apartó la barbilla de su hombro y sonrió al verle sonreír.

 – ¿Sabías que oigo las ruedas de tu cabeza girar? ¿Estabas pensando en él? –Ella se apartó sorprendida, incluso asustada.

– ¿Cómo lo has…? –Su sonrisa no se apagó y suspiró.

– Tienes las mejillas rojas y algo de culpabilidad en los ojos, –él negó y la acercó contra él– quien sea que elijas estará bien. Sé que te cuesta reconocer las cosas y que dudas hasta de cualquier objeto que vayas a comprar cuando tienes varias opciones. Damn it (Maldita sea), si hemos ido al super y te has pasado cinco minutos decidiendo si comprar una barra de mantequilla u otra porque tenían la misma cantidad de grasa.

– Mierda, Sammy, comer de calidad es muy importante. –La risa de él le calentó el corazón.

– No digo que no a eso, tienes toda la razón pero no puedo negar eres muy insegura. Con todo, así que díme ¿qué tal lo lleva ese… coreano?




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