Rompiendo Paradigmas

35: Regresé

Leslie Belmont.

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Era consciente de que no fue la mejor manera de irme, pero no iba mentir diciendo que podía soportar otro día más la indiferencia y el rechazo de mi propia madre. Sabía lo mucho que había errado, pero estaba dispuesta a enmendar las cosas. Aun así, era muy pronto. No quería irme sabiendo que no me quería, pero tampoco podía rogarle para que lo hiciera. No podía pedirle que todo volviera como antes, cuando era más que obvio que eso no pasaría. Algo se quebró. A diferencia de otras veces, ahora sí era mi responsabilidad pegar algo que yo rompí, pero sentía que era una gran responsabilidad donde no sabía si iba a ser capaz de lograrlo.

—Hasta que te encuentro. —mencionó Emm Wright.

Me detuve al notar que venia jadeando. Al parecer, había corrido para alcanzarme. Estábamos en el estacionamiento de la universidad mientras el sol se ocultaba y la brisa se sentía más fría que cálida. Sin embargo, no tenía intención de ponerme mi abrigo; con mi blazer era más que suficiente.

—Hola, Emm. ¿Cómo estás?

Traté de mostrarme lo más alegre posible, pero era difícil.

—Creo que la pregunta va para ti, amiga. —contestó acomodándose el abrigo—Desde que regresaste, no te hemos visto en sala de maestros. ¿Todo en orden?

Asentí. Quería sonreír, pero lo único que salía de mi rostro era una mueca y eso, con esfuerzo.

—Si, solo… ya sabes como es esto. Es difícil de digerir.

Se quedó callada.

—Lo siento mucho, Less. Si hay algo en lo que pueda ayudarte, en verdad, no dudes en decírmelo.

—Muchas gracias, Emm. Lo tomaré en cuenta.

Estaba dispuesta a retirarme ya que ninguna dijo nada, pero ahora que lo recuerdo jamás comenté la situación de mi familia con nadie, ni siquiera con Jeong. La única que sabía era Seo-hyeon y ella me dijo que llegó directamente a Recursos Humanos, jamás interactuó con ningún docente ni alumno. ¿Cómo se habrá enterado?

Me detuve, de nuevo, me volteé dando unos pasos de regreso; ella seguía ahí.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —ella asintió amable—¿Cómo supiste de…?

—¡Oh! Me temo que tu amiga estaba con la secretaría de Carl cuando fui a checar mi entrada y ella mencionó lo del permiso de defunción. No quise ser entrometida, porque es un tema personal. Si te incomoda…

—¡No, no! Para nada, Emm. —interrumpí amable—Al contrario, gracias por preocuparte por mí.

—Es lo que una amiga hace. —me extendió los brazos invitándome a un abrazo—¿Un abrazo? —rodé los ojos mientras sonreía resignada y la abrazaba.

 

Jeong Wong.

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No sabía si estaba muy ocupado con mis residentes de titulación o realmente Leslie parecía ocultarse de nosotros. Desde que regresó de su viaje no pisaba la sala de maestros, ni siquiera para dejar sus cosas. No es que me preocupara, pero era algo raro en ella. Siempre que podía, acudía ahí porque decía que era de los pocos lugares de la universidad donde sentía paz alejada de todos en el campus. Parecía disfrutar de su soledad.

Cuando terminé mi asesoría con Mark, el residente que se estaba especializando en Contabilidad, me dirige a la salida con toda la disposición de irme a casa lo más pronto posible. Estaba cansado, exhausto y con un terrible dolor de cabeza. Sin embargo, debía hablar con Leslie. No era algo urgente, pero ya era justo y necesario. Cuando salí de las puertas principales, fui recibido por una brisa fuerte que hizo que retrocediera dos pasos hacía atrás, pero no me iba a detener. Mientras caminaba, varios estudiantes se despedían de mí y una sonrisa en conjunto con una leve reverencia de cabeza eran parte de mi contestación. Me acomodé la gabardina y mi maletín. A lo lejos, vislumbré que Emm se encontraba con Leslie, pero ambas estaban abrazadas. Segundos más tarde, Emm se retiró por la insistencia de Baruj. Seguramente tenían planes porque él solía ser muy paciente.

En ese momento, vi a Leslie despedirse y dirigirse a la parada de autobús. Estaba nervioso. No sabía como lo iba a tomar. Probablemente se ofendería, pero lo prefería a que algo malo pudiera ocurrir. Tal vez me tomaría de intenso, acosador, pero debía tomar el riesgo. Mientras más me acercaba, la tensión más inundaba mi cuerpo.

Cuando llegué a la parada, no dije nada. Parecía notar mi presencia, pero no denotaba interés en voltear. Quizá no era el mejor momento. Emm dijo que no estaba pasando por un buen momento y lo entendía, pero no podía esperar a que otra ocasión fuera la “adecuada”. Así que respiré profundo y le extendí la bolsa de regalo que tenía en mi mano izquierda. Evité mirarla a los ojos, pero pude notar—ahora sí—su mirada su mirada en la bolsa y luego a mi rostro.




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