Estaba frío, y tan silencioso que parecía que no hubiera nadie en un radio de tres metros de distancia. Pero lo sentía, su presencia, su cercanía al acecho de su presa, de mí.
Perdí el control y corrí en el bosque a más no poder hacia donde mis pies me llevaron, el inicio y el final de todo, la cabaña de las vacaciones con mi madre.
Entre por la ventana del patio que siempre está abierta y también la única forma de salir que bloquee. Sentí como algo más que mi presencia invadía el lugar, y temí lo peor.
No obstante, no habían nadie más. Solo yo en la cabaña o eso pensé. Al voltear vi a alguien, no era cualquier persona, ni menos a quien esperaba ver en este lugar.
—¿Qué haces aquí?
Cuestione perpleja y muy asustada. Él negó y camino hacia mí unos pasos, retrocedí como acto reflejo, pero ya era muy tarde.
Ya estaba justo frente a mi, y no tenía escapatoria. Ya no podía huir, ni un lugar donde poder correr, ni uno al que esconderse, no había escapatoria.
Él se mantuvo en silencio, como siempre era perfecto para guardar secretos, y este era al parecer uno de ellos. No entendí que hacia él aquí.
—Tranquila, debes relajarte.
Hablo intentando acercarse a mi. Retrocedí hasta chocar con la pared. Y él con sus brazos me sostuvo fuerte y me susurro al oído.
No te haré daño, confía en mi.
No obstante, no podía confiar en alguien que me mentía y engañaba como si fuera un simple juego de ajedrez.
—¿Qué haces aquí? —repetí. Él lo pensó pero negó a responder y solo hizo un gesto con su dedo Índice de que haga silencio.
Voltee a ver de nuevo hacia donde yacía su mirada, más allá del bosque, pero no veía nada extraño más que a él comportándose de una manera muy cautelosa.
—No es seguro aquí. Nos siguen y no tengo idea de quién esta detrás de esto—. Habló en susurros y con la mirada perdida en el bosque.
—No has respondido mi pregunta.
—Protegerte de ti mismo. Sabes que nadie cruza el bosque solo y menos cerca de oscurecer, nadie había pasado el límite del roble solo.
—¿Cómo lo supiste?
—Te vi. —respondió. Pero no cuadraba porque si me siguió debió de ser a una cerca distancia y no había nadie antes—. Puedes confiar en mi.
Me acerque a él, pero en vez de abrazarlo le hice una llave en el brazo. Algo estaba ocultando y no era solo que mentía.
—Mientes. ¿Qué es lo que me estás ocultando?, Dímelo o no podré confiar en ti, Evans.
Él sabía como derribarme, su fuerza era mayor a la mía, si lo intentaba podría ganar. Sin embargo, solo se mantuvo callado hasta que se escuchó un motor estruendoso.
—Ya es tarde, corre
Susurro entre el bullicio, y se soltó de mi agarré con facilidad. No me habló ni me explico nada de lo que sucedía, tan solo corrimos en el lado opuesto al pueblo.
Su mano sostenía la mía hacía un lugar que nunca había cruzado o visto, pero él parecía conocerlo perfectamente de pies a cabeza.
Para él era caminar por un sendero de su memoria pero para mi era un camino peligroso, uno de minas, y podía estallar cualquier cosa.
Llegamos a una cabaña abandonada en lo profundo del bosque. Era un lugar perdido y olvidado con los años como una sombra oculta debajo del árbol.
—Necesito una explicación.
—Pues ponte cómoda, que lo que te tengo que decir es muy largo, y no creo que nos alcance el tiempo para contártelo todo.
Me senté en la oscuridad de la cabaña y el frente a mi, sus siguientes palabras calaron profundamente en mi ser. Nunca pense que podía ser cierto, más de su boca solo salía la verdad, y además muchos secretos.
—Prometí protegerte. Cuidarte y ayudarte a que estés bien pero obviamente falle. Desde joven conocía a tu familia, salíamos a jugar juntos, y entonces empezaste con las voces ¿recuerdas? —negué. Y él solo continuo hablando más relajado que antes—, eso se debe a que tú madre bloqueo tú poder debido a que tenía miedo.
—¿De que hablas?
Él suspiró y miró hacia la ventana, siempre vigilando pero más tranquilo.
—Ronnie, debes aprender a recordar porque lo que sucede ahora no creo que pueda manejarlo solo. Te sigue y cada vez más cerca. Ya no es seguro aquí, ya no es seguro en ningún lugar.
Sabia que había a algo que me perseguía y me aterraba. Pero que era a lo que tenía tanto Evans, mi madre y cuál era él motivo.
—¿Qué es eso? —Cuestione con ansiedad, asustada de sus palabras. Asustada de que fuera el ángel de la muerte.
—El ángel de la muerte ya viene por ti.
Esas palabras fueron una sentencia, una condena para mí de la que no podría escapar. Era real pero también era muy peligroso.
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Editado: 22.10.2021