Rosa pastel

11. La visita sorpresa

Encogí las piernas tratando de encontrar calor en aquella cama fría, y tras ello me revolví un par de veces, moviéndome de lado a lado, buscando la calidez de su cuerpo, pero solo encontré sábanas frías y un par de desordenados cojines que me chocaron en la cara. 

Abrí los ojos, donde me encontré con una fuerte luz proveniente desde el exterior y una armoniosa música que se filtraba por el pasillo y cada habitación de aquel departamento.

Giré sobe mi cuerpo, moviéndome a una esquina de la cama y en cuanto me propuse a levantarme desde el mullido colchón, una mesilla con comida en la mitad de la habitación me obligó a brincar entre las sábanas, curiosa y hambrienta.

—Bella durmiente —susurró Dan avanzando por el pasillo, cargando entre sus manos una botella de sirope dorado.

—Hola —respondí embobada y un tanto agotada—. ¿Qué hora es? —pregunté mirando la exterior, fijándome en como el sol caía con lentitud, enseñándonos un hermoso atardecer.

—Casi las siete —especificó mirando su reloj de muñeca y solo pude sonreír en respuesta—. Preparé el desayuno —dijo y negué un tanto confundida—. No soy bueno con la cocina, el desayuno es lo que mejor se me da —explicó y solo reí con alegría—. Quise pedir algo, como una pizza o comida china, pero quería sorprenderte, y una pizza no es para alguien como tú —dijo y tuve un millón de dudas sobre aquella frase.

—¿Alguien cómo yo? —pregunté, cogiendo la sábana para esconder mi cuerpo, acorde recibía un vaso de agua entre mis manos.

—Sí, alguien como tú —remarcó sentándose frente a mí, con una tostada entre los dientes—. Eres una mujer de esas a las que se les prepara el desayuno y se le lleva a la cama... con flores y jugo de naranjas natural. 

—Amo los desayunos —dije, al borde de llorar.

¡Me había llevado desayuno a la cama!

—Te escuché en el bar y quise sorprenderte —curioseó, tocándome la mejilla con dulzura.

¿Recuerdan qué nadie, jamás, me había llevado el desayuno a la cama? Esta era mi primera vez y era perfecta y aunque era de noche y era hora de la cena, yo estaba feliz de que para Dan y para mi fuera la hora del desayuno. 

Asentí y es que no tenía palabras para lo que acababa de decir, ni mucho menos para lo que acababa de hacer. Dan estaba intentando hacer todo bien para conmigo, donde me demostraba que yo no era una chica para una noche, ni mucho menos unas de esas mujeres pasajeras de las que Kelly tanto me había hablado. 

Suspiré, tratando de entender bien qué era lo que él y yo estábamos haciendo.

Aún no me divorciaba y mi cabeza ya estaba flotando entre todo el amor que el hombre comenzaba a entregarme de manera natural, aún no me divorciaba y ya me había acostado con él y había disfrutado de cada cosa que habíamos hecho juntos.

Mis sentimientos estaban más a flote que nunca y aunque deseé ocultar toda la emoción que me recorría, un par de lágrimas se me escaparon por las mejillas. Las limpié rápidamente, tratando de no parecer tan afectada por todo lo que estaba ocurriendo. No quería que Dan malinterpretara las cosas, quería que se sintiera seguro conmigo, porque, al fin y al cabo, estábamos en la misma cuerda floja.

Nuestras vidas eran completamente diferentes, pero él y yo, éramos dos personas idénticas. Habíamos sufrido maltrato por años y soportado vivir bajo un manto de oscuridad que nos había dañado y en todos los sentidos. 

—¿Te das cuenta de lo qué estás haciendo? —pregunté una vez me recuperé, y es que las emociones no dejaban de venir.

Me subían una y otra vez por el pecho. Me quitaban la respiración. Me hacían jadear nerviosa. 

—Sí, ¿por qué no? —preguntó, entregándome un colorido platillo con dos panqueques recién horneados—. ¿Cuál es el problema, Kei? —insistió, poniendo un largo chorrito de sirope sobre mis panqueques.

—Que me voy a enamorar de ti, Dan —justifiqué mirándolo con miedo. ¡Podía sentir todo el temor que mis acciones reflejaban! —. Me voy a enamorar de ti, de cada cosa que estás haciendo ahora, de cada cosa que tú eres —acentúe, señalándolo con mi dedo, tratando de hacerlo entender.

—¿Eso es malo? —preguntó, un tanto liado por mis declaraciones.

Levanté los hombros, dudosa de cada pregunta y de cada respuesta que rondaba por mi cabeza y como mi corazón comenzaba a apretarse cada vez más, negándose a sentir y a creer que de verdad él estaba haciendo conmigo: amándome.

—No lo sé, Dan, yo... —balbuceé atemorizada, recordando de pronto cada cosa que Kelly me había dicho sobre él, sobre su vida y su pasado—. Kelly me ha dicho que tipo de mujeres...

—Todo lo que Kelly te ha dicho, es cierto —manifestó, confundiéndome y lastimándome—, pero contigo es diferente —susurró, quitándome el plato desde las manos, dejándolo con cuidado sobre la alfombra—. No quiero lastimarte, al contrario. Si sientes que te vas a enamorar de mí, hazlo, nena, enamórate, porque yo voy por el mismo camino.

—Dan, yo...

—Déjame entrar, Kei, yo no voy a lastimarte —suplicó sobre mi boca, atrapándome entre su cuerpo y el colchón de la cama, besándome el cuello con dulzura.

Me dejé llevar y es que no podía negarme a ello. Dan era un hombre en búsqueda de cariño, amor y confianza, y si era yo quien estaba entregándoselo, estaba completamente dispuesta a abrirme con él.



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En el texto hay: maltrato, divorcio

Editado: 24.04.2019

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