Ame a Rosario desde la primera vez que la vi, y creo que fue eso que nos llevó a estar en una relación destructiva.
La risa de Samael a mi lado, me estaba cansando, volteé a mirarlo acusatoria mente y la sonrisa en sus labios desapareció.
- Amigo seamos realistas, Rosario será la única mujer que se cruce en tu camino y no podrás tocar y enamorar ¡Es imposible!
En ese entonces no le creí, estaba seguro que podría enamorar a Rosario como cualquier otra mujer, ¿Que tenia de distinta? Mucho, y no me di cuenta. Rosario me enamoro a mí, me tuvo a mi antes de que yo pudiera tenerla a ella.
- No seas idiota...
Le regañe, Samael solo sonrió negando con la cabeza.
- Rosario es Rosario hermano
Solté un bufido, Rosario era mujer.
- Mira- señalo donde estaba Rosario- El chico que le está acariciando el muslo, se llama Alzan.
Alzan le sonreía mientras que ella enredaba sus dedos en su cabellera oscura y sonreía de la misma forma.
- Él es el que duerme en su cama, pero no puede tocarla.
- ¿Cómo así?
-No se acuesta con ella- dice como si no fuera obvio.
- ¿Qué?- preguntó incrédulo y sorprendido.
- Se dice que el sólo ha podido tenerla una vez, como los demás que la rodean, pero él tiene la oportunidad de dormir a su lado, es el más cercano a ella
- Mmmm.... ¿y el otro que está a su Izquierda?
- Su nombre es Matías, es la que la acompaña en las cazas.
- ¿Cazas? ¿Es una cazadora? ¿Caza a animales? ¿Qué tipo?
Samael suelta una carcajada por mis estúpidas preguntas, estaba confundido y la confusión nos vuelve idiotas.
Cuando logra tranquilizarse contesta.
- Rosario caza a personas Andrew, a eso se dedica.
Mi sorpresa no se hizo esperar, la mire y no pude entender como una criatura que parecía angelical escondía tanta oscuridad, tanto rencor y odio. Y claro amor, un amor al cual se aferró aunque no se diera cuenta y lo negara.
Volvimos a la barra, tome algunas copas más hasta que no me reconocía, Samael había desaparecido, no me preocupaba.
Una chica se acerca con tono provocativo, sonrió para mis adentros.
- Hola guapo
Su voz chillona me enferma, pero con una sonrisa coqueta volteo a mirarla.
- Hola- la examino y valía la pena, su pelo castaño me recordaba a ella, a Rosario, aunque eran completamente diferentes.
"Mierda Andrew deja de estar pensando en esa chica"
- Solo necesito acostarme con ella- me asegure.
- ¿Vamos a un lugar más privado?
Le susurre al oído, mordiendo con suavidad el lóbulo de su oreja, soltó un leve gemido. Ella ya estaba perdiendo la cordura, el deseo la dominaba. Asiente con lentitud, y sonrió.
Termine un Motel con ella bajo mi cuerpo gimiendo por más, cuando llego al clímax, me doy cuenta que mi hambre no había sido saciado. Con un gruñido insatisfecho salgo de entre las sabanas, y entro a la ducha, necesitaba quitar de mi cuerpo el aroma del cuerpo de aquella chica, de la cual aún no sabía su nombre.
Cuando salgo del Motel, me dirijo al aparcadero, saco de mi bolsillo las llaves de mi Audi y juego con ellas. Cuando levanto la mirada, la sorpresa fue grande.
- Rosario.
Soltó una risita.
- Hola niñato- me remueve el pelo cuando estoy a su lado.
No entendía porque se encontraba en frente de mí, o como había descubierto mi paradero, pero desde ese día le sigo agradeciendo al altísimo, por esa noche. Abre las piernas y me atrapa entre ellas. Esconde el rostro en mi cuello y respira profundo, mi cuerpo tiembla, y aquel entre mis piernas despierta de nuevo.
-Mmmm- ronronea y ya estaba perdido por ella, por tenerla.
- Rosario- logro susurrar cuando lame mi cuello.
- Sabes bien.
Abro los ojos sorprendido por su comentario. Con desesperación uno sus labios con los míos, era un sabor único, muerte, miel, rosario y alcohol. Rosario había tomado de más.
Me separo de ella y acaricio su cabello, disfruto de su cercanía y su belleza. Rosario era hermosa, pero no fue eso lo que me cautivo.
- Te llevare a casa.
La bajo del capot del auto y con un bufido me enfrenta.
- Eres un aburrido niñato ¿Acaso no quieres tenerme?
Era una tentación, maldición quería aprovechar hundirme en ella y olvidarla, así no me atormentaría más, pero algo en mí no me lo permitió. La siento y abrocho el cinturón de seguridad, asegurándome de que este ajustado.
Suelto un suspiro pesado cuando me pongo al volante.
- Rosario....
La llamo con suavidad, se estaba quedado dormida.
- Necesito tu dirección.
Asiente, mira en la guantera y encuentra un bolígrafo y un papel, escribe rápidamente y me lo entrega. Vuelve a acomodarse para dormir.
Miro la hoja y manejo hacia el lugar, que quedaba algo lejos.
La observe todo el camino, volteaba admirarla cada segundo corriendo el peligro de que termináramos accidentados. Era un ángel, estaba relajada no me miraba de esa forma demandante y superior.
Cuando llego, me doy cuenta que estaba en frente de un casa blanca de dos pisos, con un jardín hermosos, con un camino de piedras que guiaba a la puerta principal del lugar.