Nunca me di cuenta cuando le había entregado todo a Rosario, cuando le había vendido el alma al diablo solo para perderme en sus ojos acaramelados.
Realmente no lo supe, o no quise darme cuenta, estaba tan perdido con tenerla, que con más tiempo que pasaba, más la quería para mí.
Rosario era como una bala, cuando se dispara uno no sabe a dónde va, solo se siente el impacto, el hermoso dolor, el dolor de amarla.
Un mes, un mes en que no la había visto, y me había carcomido preguntándome cono estaba, si estaba bien, si pensaba en mí como yo en ella, pero después recordé y me di cuenta de que era Rosario, nada podía suceder le, hasta que apareció en mi puerta con una herida de bala...
El timbre sonaba con insistencia ¿Quién sería a esta hora? Mañana tendría que levantarme temprano para asistir a la empresa de mi padre, para ayudarle con algunos planos.
Con pereza camino hacia la puerta principal.
-¡Ya va!¡Ya va!
Suelto un gruñido, estaba cansado, el día había sido largo, y cuando había logrado terminar con algunos papeles, tocan la puerta. ¡Qué momento más oportuno!
Eran las doce de la noche.
Cuando abro la puerta, el sueño desapareció. No pude reaccionar solo la observe, se agarraba el costado derecho, estaba ensangrentada, pero lucia hermosa. Ella siempre lucia hermosa.
Hasta en los peores momentos lo único que cruzaba por mi cabeza era ella.
- Tierra llamando al niñato- parpadeo- ¿Puedes dejar de mirarme como idiota y ayudarme?
- Si claro
La ayudo a entrar y la siento en el sofá, se queja, cierra los ojos mientas que trata de absorber el dolor. Con rapidez subo las escaleras en busca del botiquín. Un millón de emociones y ninguna las controlaba yo, si no ella.
Cuando bajo las escaleras Rosario estaba pálida, más de lo debido, la sangre era demasiada, no creía que podía manejar tanta presión.
- Rosario...
- Solo as lo.
Asiento inseguro.
Vuelvo a respirar cuando ya todo está hecho. La observo por un buen rato, mordía su labio inferior para ocultar el temblor, Rosario era fuerte, una guerrera y no por soportar aquello, si no por lo que venía.
- Estoy bien
Logro susurrar con dificultad.
- Necesitas descansar.
- Aquí estoy bien
Suelto un suspiro cansado y pesado. Rosario era terca y testaruda.
- En mi cama estarás mejor.
- No quiero incomodar
¿Incomodar? ¡Rosario ¿Sabes cuantas noches soñé en tenerte en mi cama? Si lo supieras estarías sorprendida y aterrada!
Su mirada estaba llena de inocencia, sinceridad, fue la primera vez que vi aquella mirada en Rosario, pero no fue la ultima, y tuve miedo, porque eso no era bueno.
- Si lo estuvieras haciendo no te lo propondría
Arquee una ceja, soltó una carcajada. Asiente no muy convencida.
La ayude allegar al cuarto, cuando se acurrucó, se quedó dormida, antes de lo que había previsto. Se había cambiado, por una simple camiseta, que escondía aquel cuerpo esbelto y unas caderas de infarto.
Uufff Rosario.
No pude dormir, la mujer que estaba loco por hacer mía, estaba en mi cuarto dormida y herida, ¿cómo había llegado tan lejos con esto?
Suelto un suspiro sin darme cuenta, llevo el vaso con agua a mis labios y le doy un trago, necesitaba tranquilizarme.
¡Hay Rosario¡ ¿Que aré contigo?
Y en mi cabeza surgieron un millón de posibilidades.