Rosé

CAÍTULO 15

ROSÉ

La suavidad del colchón me ata y el que no tenga ningún malestar me hace querer quedarme dormida hasta que ya no pueda más, pero es imposible en esta situación.

- Flor- escucho que me llaman- despierta.

Me retuerzo sobre la cama sin querer abrir mis ojos.

- Ya podemos irnos del hospital, estás bien- me vuelven a hablar, pero no le pongo mente.

- ¡ROSÉ! ARRIBA AHORA MISMO- el grito me sobresalta y no hay duda que es Abdi.

- Eres un pitufo muy gritón- me paso las manos por la cara.

- Lo que sea, tenemos que irnos.

- Bien.

Salimos de la habitación, siendo guiada por ella salimos del lugar y toda adormitada me subo en el auto que me indica.

- Buenos días enana- levanto la vista y los ojos cafés que me derriten están frente a mí- ¿Te sientes mejor?

- Sí, gracias. Mucho mejor.

- Te quedarás en la casa de Abdi por ahora, tus pad... los señores Arostegui están de viaje.

- Nada nuevo- susurro.

Empieza a conducir, mis ojos se cierran automáticamente pidiéndome dormir.

Al llegar a la casa, subimos a su habitación y salto a su cama para seguir con mi misión de dormir.

- Báñate y cámbiate de ropa, iremos a ver a alguien.

- No quiero ver a nadie.

- No me importa, porque iremos, aunque no quieras.

- ¿quién es?

- Alguien.

- Esa no es respuesta, no voy.

- No me hagas levantarte Rosé- amenaza y no me queda de otra que obedecerle. Es mandona cuando se lo propone.

Luego de bañarme, me pongo unos pantalones holgados y una sudadera negra con capucha. Al salir del cuarto ella se me queda viendo como si un fantasma estuviera frente a ella.

- Qué mierda- es lo único que dice viéndome de arriba hacia abajo- tantito color no te haría daño.

- Mi alma está marchita.

- Vamos, viajaremos por una hora.

Salimos de su casa, voy con la mirada en el suelo hasta que me topo con alguien. Su olor no pasa desapercibido y sin verlo ya sé que es él. Me toma por la barbilla hasta que nuestros ojos se conectan.

- Alza tu rostro, eres hermosa- su declaración me hace sonreír, la primera de hace días.

- Gracias- le digo. Se acerca más hasta tomar mi cara entre sus manos y dejar un pequeño beso en mi frente.

- Cuando todo esto pase- me mira fijamente- vayámonos a un lugar lejano.

La sola propuesta hace que mi corazón se agite y me doy cuenta que puede cambiar cualquier cosa, pero no mis sentimientos hacia él, me gusta demasiado.

Asiento a sus palabras con una sonrisa y sus ojos me ven impacientes. Veo que mete su mano en el pantalón que lleva puesto, saca algo brillante y lo desliza delicadamente por mi cuello.

Una cadena de oro...

- No te la quites- me dice cuando termina de ponerla.

- Está bien.

- Nunca- demanda.

- Entendí- digo tocando el dije- es una estrella.

- Así es- soba mi mejía- tú eres mi estrella.

Mi alocado corazón no sabe quedarse quieto, mis ojos no quieren dejar de repararlo y preguntarme si es lo único bueno entre tanta desgracia.

- No tengo todo el día, par de tórtolos- nos interrumpe Abdi, apurándome para entrar al auto porque según ella es muy importante.

Le hago caso subiendo y ella emprende viaje, ¨Hasta la raíz¨ suena en los parlantes.

Cuando escriba tu nombre en la arena blanca con fondo azul, cuando mire el cielo en la forma cruel, de una nube gris, aparezcas tú...

Empieza a cantar, sus ojos humedeciéndose en el proceso y me pregunto ¿Qué le duele tanto?

Y una tarde suba una alta loma mire el pasado, sabrás que no te he olvidado.

Yo te llevo dentro, hasta la raíz y por más que crezca, vas a estar aquí. Aunque yo me oculte tras la montaña y encuentre un campo lleno de caña, no habrá manera, ni rayo de luna que tú te vayas...

Su llanto empieza a ser más notorio, sus hombros se sacuden de manera que no puede manejar y aparca a la orilla de la carretera. Recuesta su frente al volante, mi mano pasa automáticamente a su espalda sobando de arriba hacia abajo, consolándola.

Mi Abdi, ¿qué tienes?

Cuando ya se ha calmado, levanta su rostro rojo y empapado. Con las mangas de mi sudadera comienzo a limpiar su rostro terminando con un tierno beso en su mejía y una caricia en esta misma.

- Eres como mi hermana, sabes que te aprecio y pase lo que pase vamos a estar juntas- le recuerdo.

- Lo sé- asiente haciendo un puchero.

- ¿Quieres hablar?

- Hablaremos cuando lleguemos a nuestro destino.

Luego de un momento seguimos el camino, mi vista se pierde en la ventana viendo los árboles y casas pasar. Nos adentramos a una ciudad no muy civilizada, mis ojos vuelan por la infraestructura y de pronto... todo se me hace familiar.

Las calles, las casas, los árboles, todo es parecido al lugar del último sueño que tuve. Mi pecho empieza a doler, mi corazón bombea rápido y fuerte, mis manos están sudando y el nudo en mi garganta no me permite pronunciar palabra.

- ¿Recuerdas algo? – me pregunta desde su asiento.

- ¿Esto es...?

- Hace unos 14 años vivimos con mis padres y con... mi hermana- dice lo último en un susurro.

- ¿Hermana? ¿Acaso...? – ella detiene el auto frente a un portón enorme veo el interior y es un... cementerio.

- Se llamaba Adriana, era hermosísima. Ojos grandes de color marrón, pestañas abundantes, era castaña y su piel siempre estaba bronceada. Era lo más dulce y amable que ibas a ver en tu vida.

- Tú eres Gaby- empiezo a comprender mi sueño, donde me muestra a Abdi con su hermana mayor.

- Así es- sonríe con nostalgia- nunca me gustó que me llamara de esa manera, pero ya sabes, ella podía ser muy terca, supongo que de ella aprendí- baja del auto y yo la imito.




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