ROSÉ
La suavidad del colchón me ata y el que no tenga ningún malestar me hace querer quedarme dormida hasta que ya no pueda más, pero es imposible en esta situación.
- Flor- escucho que me llaman- despierta.
Me retuerzo sobre la cama sin querer abrir mis ojos.
- Ya podemos irnos del hospital, estás bien- me vuelven a hablar, pero no le pongo mente.
- ¡ROSÉ! ARRIBA AHORA MISMO- el grito me sobresalta y no hay duda que es Abdi.
- Eres un pitufo muy gritón- me paso las manos por la cara.
- Lo que sea, tenemos que irnos.
- Bien.
Salimos de la habitación, siendo guiada por ella salimos del lugar y toda adormitada me subo en el auto que me indica.
- Buenos días enana- levanto la vista y los ojos cafés que me derriten están frente a mí- ¿Te sientes mejor?
- Sí, gracias. Mucho mejor.
- Te quedarás en la casa de Abdi por ahora, tus pad... los señores Arostegui están de viaje.
- Nada nuevo- susurro.
Empieza a conducir, mis ojos se cierran automáticamente pidiéndome dormir.
Al llegar a la casa, subimos a su habitación y salto a su cama para seguir con mi misión de dormir.
- Báñate y cámbiate de ropa, iremos a ver a alguien.
- No quiero ver a nadie.
- No me importa, porque iremos, aunque no quieras.
- ¿quién es?
- Alguien.
- Esa no es respuesta, no voy.
- No me hagas levantarte Rosé- amenaza y no me queda de otra que obedecerle. Es mandona cuando se lo propone.
Luego de bañarme, me pongo unos pantalones holgados y una sudadera negra con capucha. Al salir del cuarto ella se me queda viendo como si un fantasma estuviera frente a ella.
- Qué mierda- es lo único que dice viéndome de arriba hacia abajo- tantito color no te haría daño.
- Mi alma está marchita.
- Vamos, viajaremos por una hora.
Salimos de su casa, voy con la mirada en el suelo hasta que me topo con alguien. Su olor no pasa desapercibido y sin verlo ya sé que es él. Me toma por la barbilla hasta que nuestros ojos se conectan.
- Alza tu rostro, eres hermosa- su declaración me hace sonreír, la primera de hace días.
- Gracias- le digo. Se acerca más hasta tomar mi cara entre sus manos y dejar un pequeño beso en mi frente.
- Cuando todo esto pase- me mira fijamente- vayámonos a un lugar lejano.
La sola propuesta hace que mi corazón se agite y me doy cuenta que puede cambiar cualquier cosa, pero no mis sentimientos hacia él, me gusta demasiado.
Asiento a sus palabras con una sonrisa y sus ojos me ven impacientes. Veo que mete su mano en el pantalón que lleva puesto, saca algo brillante y lo desliza delicadamente por mi cuello.
Una cadena de oro...
- No te la quites- me dice cuando termina de ponerla.
- Está bien.
- Nunca- demanda.
- Entendí- digo tocando el dije- es una estrella.
- Así es- soba mi mejía- tú eres mi estrella.
Mi alocado corazón no sabe quedarse quieto, mis ojos no quieren dejar de repararlo y preguntarme si es lo único bueno entre tanta desgracia.
- No tengo todo el día, par de tórtolos- nos interrumpe Abdi, apurándome para entrar al auto porque según ella es muy importante.
Le hago caso subiendo y ella emprende viaje, ¨Hasta la raíz¨ suena en los parlantes.
Cuando escriba tu nombre en la arena blanca con fondo azul, cuando mire el cielo en la forma cruel, de una nube gris, aparezcas tú...
Empieza a cantar, sus ojos humedeciéndose en el proceso y me pregunto ¿Qué le duele tanto?
Y una tarde suba una alta loma mire el pasado, sabrás que no te he olvidado.
Yo te llevo dentro, hasta la raíz y por más que crezca, vas a estar aquí. Aunque yo me oculte tras la montaña y encuentre un campo lleno de caña, no habrá manera, ni rayo de luna que tú te vayas...
Su llanto empieza a ser más notorio, sus hombros se sacuden de manera que no puede manejar y aparca a la orilla de la carretera. Recuesta su frente al volante, mi mano pasa automáticamente a su espalda sobando de arriba hacia abajo, consolándola.
Mi Abdi, ¿qué tienes?
Cuando ya se ha calmado, levanta su rostro rojo y empapado. Con las mangas de mi sudadera comienzo a limpiar su rostro terminando con un tierno beso en su mejía y una caricia en esta misma.
- Eres como mi hermana, sabes que te aprecio y pase lo que pase vamos a estar juntas- le recuerdo.
- Lo sé- asiente haciendo un puchero.
- ¿Quieres hablar?
- Hablaremos cuando lleguemos a nuestro destino.
Luego de un momento seguimos el camino, mi vista se pierde en la ventana viendo los árboles y casas pasar. Nos adentramos a una ciudad no muy civilizada, mis ojos vuelan por la infraestructura y de pronto... todo se me hace familiar.
Las calles, las casas, los árboles, todo es parecido al lugar del último sueño que tuve. Mi pecho empieza a doler, mi corazón bombea rápido y fuerte, mis manos están sudando y el nudo en mi garganta no me permite pronunciar palabra.
- ¿Recuerdas algo? – me pregunta desde su asiento.
- ¿Esto es...?
- Hace unos 14 años vivimos con mis padres y con... mi hermana- dice lo último en un susurro.
- ¿Hermana? ¿Acaso...? – ella detiene el auto frente a un portón enorme veo el interior y es un... cementerio.
- Se llamaba Adriana, era hermosísima. Ojos grandes de color marrón, pestañas abundantes, era castaña y su piel siempre estaba bronceada. Era lo más dulce y amable que ibas a ver en tu vida.
- Tú eres Gaby- empiezo a comprender mi sueño, donde me muestra a Abdi con su hermana mayor.
- Así es- sonríe con nostalgia- nunca me gustó que me llamara de esa manera, pero ya sabes, ella podía ser muy terca, supongo que de ella aprendí- baja del auto y yo la imito.