Nunca me había acercado tanto al palacio real, desde la entrada se veía tan... imponente.
El general me hizo una seña para que dejara de perder el tiempo y me concentrara, para mi sorpresa no nos dirigimos a la puerta principal, en cambio me guio por una pequeña entrada situada en un costado del castillo que pasaba completamente desapercibida, adentro solo había una escalera que bajaba hacia una densa oscuridad.
Prendió una antorcha y empezó a bajar por las escaleras, no pude evitar sorprenderme con la cantidad de guardias que vigilaban aquel pozo, pero al llegar a nuestro destino comprendí el por qué.
Debajo del castillo había un calabozo para prisioneros de guerra.
Pasillos de piedra húmeda y rejas de metal oscuro encerraban seres que jamás había visto, o al menos, nunca en estas condiciones.
Nos detuvimos frente a una de las celdas, dentro había una chica de mi misma edad que parecía que se estaba por morir en cualquier momento, descuidada, sucia, deshidratada, hambrienta y con una mirada llena de odio... y de vergüenza.
-Ella es Anik, tu nueva identidad – aunque sabía que el general me hablaba a mí, mi vista estaba clavada en ella – Es una de las integrantes de la familia principal de Magazi, los A'ida, y fue capturada al intentar robarle información a uno de nuestros guardias reales.
La mujer no paraba de temblar, ella sabía perfectamente hacia donde iba todo esto.
Un soldado que nos había acompañado todo el camino paso frente a nosotros colocándose frente a ella, con un movimiento brusco la tomo de la muñeca y susurro.
-Quiero saber todo... quiero saber todo sobre ti, sobre tu familia, tus amistades... todo...
Los ojos del chico se volvían más y más oscuros mientras que ella lo miraba con los ojos cargados de lágrimas que no derramaría mientras intentaba soltarse.
-Si no cumples con mis órdenes en el próximo minuto, te arrancaras los colmillos... lo que significa que no solo agonizaras del dolor sino que también morirás de hambre....
Ella se soltó del agarre y se arrastró hacia el fondo de la celda temblando mientras yo analizaba todo lo que podía sobre su físico, sus ademanes, sus tics nerviosos e incluso sus reacciones involuntarias.
-Mi nombre es Anik A'ida , tengo trescientos catorce años de edad –Comenzó a hablar con la voz completamente quebrada – soy la segunda hija del difunto conde Viktor, tengo cuatro hermanas menores y un hermano mayor...
-¡Quiero nombres! –el tono severo del guardia me sobresalto hasta a mí y Anik respondió de inmediato
-¡Marko, Katara, Dakota, Verónica y Marcia!- grito tapándose la cara cubriéndose como si se quisiera cuidar de un golpe aunque estaba sola en la celda. – Jake ocupo el lugar de mi papa cuando falleció aunque jamás se aprovechó de mi mama, son como socios junto con la familia Brann que viven en la mansión de al lado, con Vlad somos mejores amigos desde niños y Jake quiere hacerlo su mano derecha y que tome su lugar en el futuro...
No podía seguir viendo ese nivel de sufrimiento, jamás había tenido problema con las torturas físicas del infierno pero ver a esa chica tan rota... era demasiado... asi que simplemente di media vuelta y me encamine hacia la salida con prisa.
-¡Rose! – el general grito detrás mío queriendo detener mi paso – ¡Vuelve aquí de inmediato!
Me gire sobre mi propio eje, para estas alturas ya había salido de ese agujero asqueroso y me acerque a Patton con la mirada fría y desafiante.
-Mi trabajo ya termino, cuando terminen con eso mándenme toda la información...
Intentaba mantener mi tono lo más serio posible, desobedecer a un superior era una falta grave y no iba a salir ilesa si no lo convencía de dejarme ir.
-Pero...
No deje que terminara la oración cuando me trasforme en una réplica exacta de ella, el pelo negro azabache lacio hasta la cintura, los ojos rojos y los colmillos afilados, me agregue unos cuantos centímetros de altura y quite unos kilos de más del abdomen y las piernas y también quite mis pecas, incluso copie sus orejas afiladas y perforadas, luego conseguiría unas argollas como las de ella
-Mañana a primera hora quiero que estés acá con toda la información en tu memoria, ¿escuchaste? –dijo a regañadientes, aunque el quería que me quedara, ambos sabíamos que no había razones suficientes para obligarme.
-Si señor...
Y sin más volví a la academia, con sus ojos de súplica grabados en mi mente