Regresamos al lago cuando notamos el inicio del amanecer, el soplo del viento era ligero y fresco, alborotaba mi pelaje con cierta delicadeza provocando que me sintiese con las energías recargadas. A pesar de haber corrido y realizado un par de jueguecitos con Hareth, no me sentía cansada.
Caminé en mi forma lobuna hasta el final del muelle, bajé la cabeza para admirar el reflejo de mi rostro y me sorprendí ante lo que vi.
El rostro de la loba que me devolvía la mirada sí era blanca, solo que antes no me había fijado bien en los tonos cobrizos que contrastaban en las orejas y en el contorno de la cara, tal vez porque la imagen no había durado tanto tiempo como lo estaba haciendo ahora y por ese motivo no me había permitido observarme detalladamente. El agua estaba en calma por eso podía ver nítidamente mi reflejo, el rojo de mis ojos resplandecía.
Percibí el toque de Hareth en mi espalda, me volví hacia él y recibí su tacto con mucho gusto.
Me resultaba imposible no caer ante sus bonitos ojos ámbar y caricias dulces.
Recordaba los argumentos que me dije antes de salir de la manada de híbridos, como intenté convencerme de que lo mejor que debía hacer era mantener cierta distancia con Hareth hasta aclarar nuestra situación, y probé, solo que fallé.
Estaba enfadada con él, eso estaba claro, debería poder permanecer esa mascara de hielo que traté de mantener, pero resultaba difícil cuando lo único que antes hacía a su lado era sonreír. Lo veía diferente como él a mí, ambos nos engañamos exactamente de la misma forma y restaurar la confianza que en un principio creía perdido ya no sería tan complicado con la nueva conexión que se había creado entre los dos.
Pero con mi indecisión todo se complicaría demasiado, el error debía solucionarse y se supone que la que lo tendría que resolver era yo. El problema se asimilaba bastante a un ejercicio de matemáticas, el más complicado de todos, un error tan pequeño que no se veía en dónde, en qué parte se encontraba esa equivocación tan pequeña que te complicaba encontrar el resultado correcto. Así es como lo veía yo, Hareth y Aedus parecían los indicados a ese resultado porque al parecer en uno de ellos había un error que yo no lograba identificar.
Debía fijarme y concentrarme muy bien para resolver el error que no parecía un error, estaba en mis manos ponerle una solución precisa a este complicado acertijo.
«Quiero volver a mi forma humana, ¿cómo lo hago?»—le pregunté.
«Solo piensa en ti en tu forma humana y listo»
«¿Dolerá?»
«No, esto será rápido»
«Okey»
Él se alejó para darme espacio, cerré los ojos y creé una imagen mental de mi forma humana, entonces procedí a cambiar, no abrí los ojos cuando sentí a mis huesos tronar ante el cambio. No dolía… tanto, se sentía una leve molestia pero no se comparaba para nada con lo de hacía horas.
Cuando abrí los ojos, me encontraba tendida en el suelo de madera, no sabía si había posibilidad de si después de una trasformación se podía quedar de pie.
Alcé la mirada y vi las piernas tonificadas y perfectas de Hareth, levanté más la cabeza y con ello la vista y me vi contemplando el desnudes de mi compañero. Solo entonces me di cuenta que yo también me encontraba de la misma forma que él.
Me puse de pie con el pulso completamente acelerado, el corazón me palpitaba muy rápido y mi respiración… bueno, no estaba respirando, así que al darme cuenta de ello volví a tomar aire… lentamente.
Me tapé los pechos con mis brazos formando una equis y apreté con fuerza las piernas, estaba un poco avergonzada. Hareth no, él estaba normal, con su miembro colgándole ahí todo… Hum.
Desvié la vista de ahí completamente ruborizada.
¿Qué diablos me pasaba?
Una punzada proveniente de ahí abajo me hizo apretar más las piernas, con más fuerza, suplicando en mi interior que ahora no era el mejor momento para excitarse, aunque en realidad ya lo estaba.
Me había puesto de costado, por eso, cuando giré el rostro para echarle un vistazo a Hareth, me di cuenta que le estaba dando casi una perfecta vista de mi trasero.
Al descubrir eso le di frente, no sabía dónde meterme y seguí preguntándome porqué estaba actuando de ese modo, él ya había visto todo de mí, pero yo me sentí diferente.
Nos encontrábamos a tan solo unos dos metros de distancia.
Sus pensamientos morbosos empezaron a invadirme cuando dejé de cavilar en lo que yo sentía.
—Debería… nadar, me siento sucia—fue lo primero que se me ocurrió decir.
Me sentía muy sucia, en mi mente específicamente.
¿Había alguna forma de limpiar la mente?
Necesitaba con urgencia sacar todas las obscenidades de ahí.
—Hagámoslo juntos—contestó mientras se acercaba hacia mí, pasó por mi lado esbozando una pequeña sonrisa de satisfacción, se quedó en el borde del muelle y realizó un gesto invitándome a acercarme a él. Lo hice, no antes de admirar su parte trasera como una descarada por supuesto.
No me quedé para tomar aire o pensar que posiblemente el agua estuviese muy frío, solo me dejé caer en el lago, dejándome sumergir para purificar mi mente y disipar el deseo que ya se mostraba en mi gesto corporal.
Emergí segundos después, luego de acostumbrarme a la temperatura del agua. Mi cabello suelto se interpuso en mi vista, los acomodé hacia atrás y entonces obtuve una perfecta visión de Hareth, que recién salía de la profundidad del lago, su cabello rojo se veía extremadamente bien húmedo, pegado a su frente.
Instintivamente me acerqué, él estaba pestañeando mucho, acerqué mi mano derecha a su cara y acomodé los mechones que le molestaban hacia un lado, alborotando su cabello con una pequeñísima sonrisita. Pero al darme cuenta de lo que estaba haciendo, tras notar la mirada asombrada y fija de Hareth sobre mí, me alejé.
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Editado: 29.01.2022