Hareth
Todo problema tiene una solución.
Me guiaba por aquella frase cada vez que se me presentaban retos que parecían querer derrotarme, vencer mi capacidad de inteligencia para ganar, triunfar a base de la dificultad proporcionada que amenazaba con no tener solución. Pero al pensar, al darle vueltas y vueltas al asunto al tratar, siempre encuentras un camino, una salida, una luz al final de esa tormentosa dificultad trayendo resultados positivos.
Me consideraba bueno para arreglar situaciones complicadas, había sido preparado y entrenado para afrontar cualquier situación que alertara peligro, un riesgo que debía ser inmediatamente solucionado. Solo que jamás nadie me preparó para tratar la situación más complicada de todas, la situación que nos volvía débiles, la que nos convertía... A mí nadie nunca me preparó para enfrentar ese sentimiento que te abordaba cuando estabas enamorado y eras rechazado.
"Tú confía, el amor de tu vida jamás podría traicionarte" le expresaba mi abuela a sus nietos. Y sí, ella tenía razón, entre los licántropos y sus compañeras jamás habría falta y deslealtad, pero al parecer yo era la excepción.
Yo estaba siendo la excepción, un líder que debía ser el ejemplo estaba siendo completamente excluido de lo normal.
Lo común indicaba entrega y amor absoluto, una vez lo hice y fui altamente traicionado y salido absolutamente herido.
Y nuevamente estaba cayendo en lo mismo, la herida que aún no había sanado, que persistía en mí, empeoró. La punzada dolorosa que se percibía en mi pecho como muestra de sufrimiento se agravaba conforme pasaban los días.
A medida que avanzaban los segundos, minutos y horas la sensación agobiante por la falta de mi compañera me llevaba al límite de la frustración. El lazo rechazaba por completo la separación y nuevamente yo estaba siendo la excepción al estar distanciado de la mía. Rouse quería tiempo a solas para descubrirse y yo creía estar haciendo lo correcto al concederle y al no imponer mi voluntad en contra de ella.
Mia era mi verdadera pareja destinada y solo estaba intentando recuperar su confianza, acceder a sus peticiones parecía bueno para iniciar, ella necesitaba pensar, aclarar sus pensamientos y esperaba con ansias que al final de todo esto ella se quedase a mi lado.
Solo que la separación no estaba siendo bueno para mí, me estaba debilitando. Mi lobo exigía la presencia de su hembra, la compañía de su pareja y algo más de ella.
Transcurrieron siete días desde la última vez que la vi, siete agonizantes días, días que no se podían comparar con las cinco semanas que me tocó esperar su regreso de la manada de Harun, estos habían sido peores; la entrega apasionante de nuestro último encuentro hacía vibrar a mi cuerpo provocando que la nueva espera fuese una completa tortura.
Estos días ocupé mi mente en los trabajos aplazados que tenía, ahora mismo estaba en una videoconferencia que ya no podía evitar, la reunión de los directivos de la empresa constructora más reconocida de Filadelfia estaba resultando caótica. Yo como un Lewis, uno de los propietarios, debía mantener el orden, y con mi mente hecho lío estaba resultando todo muy difícil. Pero logré persuadir mi falta de asistencia en la compañía con buenos argumentos indiscutibles y alegando que trabajaba muy bien desde Milford.
Entonces terminé de arreglar la situación complicada con los directivos y corté la comunicación.
Unos pocos minutos después me llamó mi primo Andrew Lewis para tocar los últimos puntos que necesitaba saber, él estaba siendo mi representante desde los meses que llevaba sin asistir a la sede en Filadelfia, pero me ocupaba por completo de la que había en Milford.
Ladeé la cabeza para sostener el teléfono con mi hombro mientras le enviaba por email los documentos que solicitaba con urgencia.
Me encontraba en mi despacho en la mansión, la privacidad me permitió ahondar unos temas más personales con mi primo. Solo que, justo cuando encontré una buena posición en mi silla giratoria, alguien abrió bruscamente la puerta de mi oficina irrumpiendo en mi privacidad y ocasionando que me enderezara con gesto de sorpresa e irritación.
—Hazal, estoy en una llamada importante...
Ella hizo caso omiso a mi aviso y cruzó la puerta, mas no se adentró por completo. Su expresión reflejaba una mezcla entre la preocupación y la molestia, sus rubias cejas estaban fruncidas y su mandíbula se encontraba tensa, sus grandes ojos color chocolate me indicaban perfectamente que algo grave había ocurrido. Ella sostenía su celular en una mano, le echó una última ojeada a la pantalla y su gesto de molestia se endureció.
—Esto es más importante—se escuchaba alarmante.
—Perdona, Andrew, tengo que colgar, te llamaré luego para ver los últimos detalles, por el momento comunícale a mi secretaria los puntos que me faltan por revisar.
—Así lo haré, saludos a Hazal, ya la extrañamos por acá—se despidió, la semana pasada mi hermana había asistido a la empresa por cuestiones de trabajo, pero como a mí, a ella le gustaba encargarse de la compañía que teníamos allí, en Milford. Pero de vez en cuando su carrera le obligaba a viajar lejos.
Colgué, dejé el teléfono sobre mi escritorio y centré mi atención en Hazal, la cual no había relajado su semblante.
—Tienes que hacer algo, Lewis. ¡Ella está cruzando la raya!
—¿Qué hizo esta vez?—pregunté enseriando mi gesto.
—Míralo por ti mismo, entra en Instagram y ve como tu pequeña hermanita se esta exhibiendo como...—gruñó de manera frustrante—. Solo haz algo, detenla... A mí no me hace caso, esa niña se está metiendo en donde no debe.
—Sabes porqué—defendí.
Hannah salió de su habitación hace tan solo dos días, dos días en donde según ella estaba recuperando el tiempo perdido, pero como dijo mi hermana, ella estaba actuando de forma incorrecta.
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Editado: 29.01.2022