Los cuatro en el mismo lugar.
Todos con emociones diferentes.
Pero con una peculiaridad: rivalidad.
Cuando Hareth regresó su mirada hacia Aedus esta seguía conteniendo la impresión de haber visto a Neira, solo que al recuperarse de ese estado su mirada fue adquiriendo esa emoción negativa que hacía aún más oscuro a sus ojos. Le dedicó mil dagas a su contrincante con esos ojos llameantes de molestia, la ira que fue olvidada durante un momento pareció volver con todo.
—Tú, ¿qué es lo que estás planeando con ella? —exigió saber Hareth, aunque por su expresión deduje que él ya suponía una respuesta.
Cuando noté el amago que él hizo para aproximarse hacia Aedus, ese algo que me tenía plantada en el suelo sin poder siquiera mover un músculo, se desactivó ocasionando que automáticamente me fuera a interponer entre los dos, alzando la mano en dirección a Hareth pidiendo con ese gesto que se detuviera.
Y luego miré a Neira porque ahí ella era el verdadero peligro. Hareth debía guardarse sus celos y darse cuenta que ella era el enemigo, no Aedus.
Aunque yo también estaba un poco desconcertada de ver a Aedus con Neira, pero yo confiaba en él. Él jamás haría algo para perjudicarme.
—¿Qué haces aquí? —le hablé a ella.
Enfoqué toda mi atención en ella, pero sin bajar mi mano hacia Hareth porque no quería que él interfiriera de ningún modo.
—No vine por ti —dijo con su ya característica sonrisa perversa, su mirada chispeaba alguna clase de diversión que yo no supe interpretar de qué. Estaba loca.
—¿Qué haces aquí? —repetí la misma pregunta con una nota mucho más exigente, mi rostro serio le advertía que no estaba simplemente hablando.
Algo nuevo se estaba desarrollando en mi interior, podía sentir las chispas electrizantes en mi cuerpo erizándome la piel. El calor que nació en mis palmas me hizo cerrar las manos en puños, encajando mis uñas en mi piel, soportando ese fuego lleno de una molestia producida por Neira.
—Ella no hará nada esta vez —escuché decir a Aedus, respondiendo por ella. No me fijé en él, mantuve mis ojos furiosos en la presencia de la hechicera aniquilándola con la mirada. No sabía que me había ocurrido tan repentinamente, pero de repente no la soportaba, no quería tenerla allí con Hareth tan cerca porque yo vi la forma en la que él la miró.
«Ella le gusta, y mucho»
Y comprobar ese hecho una vez más fue como recibir un disparo cargado de furia, difundiendo esa emoción con una terrible violencia en mi sistema produciendo que se me dificultase soportar ese ardor lleno de rabia que se acumulaba en mi pecho.
Quería estallar, algo en mí me avisó que de verdad iba a explotar si las imágenes dentro de mi cabeza no se iban, mi mente estaba siendo avasallada por los recuerdos que yo consideraba bonitos con Hareth, de cuando yo creía que era la única que tenía todo de él, pero no era así porque mientras él me ofrecía su amor, este ya le pertenecía a alguien más.
El amor de Hareth le pertenecía a Neira, y ahí yo sentía que era la sobrada y no ella.
—En realidad, ahora me dieron ganas de portarme mal —respondió Neira corrigiendo a Aedus, viéndolo con una mirada de: te equivocas, al mismo tiempo que alzaba una de sus manos a la altura de sus hombros y hacía relucir en la punta de sus dedos las llamas entre el amarillo y verde—. No pretendía encontrarte aquí, mucho menos a él —me dijo, señalando con su mano hecho llamas a Hareth—, y saber que estuvieron los dos solos… mmm, no quieres saber lo que estoy imaginando, no quieres saber cómo quiero… —cerró sus manos hecho puños ocasionando que el fuego en sus manos incrementara haciéndome entender que la fuerte presión que estaba ejerciendo en su mano iba dirigido hacia mí de manera indirecta. Su mirada llena de violencia me estaba dedicando una muerte lenta y dolorosa, el venero que destilaban sus ojos era bastante evidente.
Neira había dejado la frase inconclusa, pero por su gesto nos había dicho por completo cómo sería su terminación.
Y aquello había producido en mí un golpe de calor, las dos nos estábamos viendo muy mal. Ella no desaparecía el fuego extraño de su mano, estaba encendida al igual que la maldad resplandeciente en su rostro. Así que yo también quise verme así, no mostrarme como el día anterior.
Cuando ella nos atacó a Aedus y a mí, mi poder había decidido abandonarme. O simplemente mi inseguridad había sido mucho más fuerte que la seguridad que quería aparentar. Delante de Neira yo me sentía demasiado pequeña e incapaz, ella era más alta y demostraba una increíble confianza que podría hacer dudar a cualquiera. Y eso pasó conmigo, me creí menos antes de poder probar lo contrario.
Pero eso se terminó, en nuestro primer encuentro ella me había lanzado lejos con una fuerza invisible como diciendo: no llegarás a mí, después casi me decapitó con esos esas espeluznantes raíces que había brotado del suelo solo para joderme y finalmente me había elevado del suelo haciéndome sentir inferior, inservible y poca cosa estando a su voluntad. Y yo ya no estaba dispuesta a dejarme en sus manos con tanta facilidad, si ella usaba sus poderes, pues yo también.
—Ya estoy enterado de tu propuesta, Neira —informó Hareth—, sé muy bien lo que le ofreciste a él a cambio de su ayuda para arrebatármela, pero escúchenme muy bien los dos: eso no sucederá jamás. Reitero mis palabras, Neira, no te quiero cerca, ¿por qué te cuesta tanto aceptar que es ella a quien amo? —Hareth me atrajo hacia sí desprevenidamente, calmando ese intenso calor por la que estaba a punto de dominarme. Esa acción me había devuelto a la realidad, Hareth dejó su brazo alrededor de mi abdomen dejándole en claro a Neira que se estaba refiriendo a mí.
—¡Eso es mentira! —explotó ella odiando vernos así.
Luego yo me removí porque Aedus también estaba viéndonos así.
Pero Hareth me impidió otro movimiento, me abrazó por detrás como cuando quieres dejarle bien en claro a una persona que ese alguien ya está con alguien más o como cuando quieres presumir lo que tienes.
#1140 en Fantasía
#693 en Personajes sobrenaturales
seres sobrenaturales, hombres lobo y vampiros, almas gemelas y vidas pasadas
Editado: 29.01.2022