Aedus
El repentino quejido adolorido de Rose indicando una traición de quien debía respetarla causó que mis ganas de cumplir mi amenaza fueran palpables. Me aguanté el amargo coraje que presionó en mi garganta y solo la abracé, sostuve su cuerpo observando como parte de su piel recibía marcas moradas y ese hecho produjo que me derrumbara de impotencia junto a ella.
Acabó minutos después, ella se forzó al ponerse de pie, murmurando el nombre de su amiga. Cuando su dolor desapareció, su fuerza se había restaurado como si nada nunca hubiera pasado, pero sucedió y por su expresión se evidenciaba los sentimientos que intentaba controlar. Yo estaba compartiendo la sensación que la abordaba, eran iguales pero al mismo tiempo incomparable debido a que la mía iba acompañado de un instinto asesino superior.
No comentamos nada al respecto, tampoco desperdiciamos nuestro poco tiempo para procesar lo que acababa de ocurrir porque lo sabíamos. Ella tenía una misión y yo la iba a acompañar. Así que obedecí lo que me indicaban sus ojos y la presioné a mi cuerpo trasladándonos de lugar. Aparecimos en los terrenos del antiguo castillo licántropo apresurándonos a su entrada.
Y precisamente allí tropezamos con ella, Heaven.
Ella venía apurada y de la misma forma nos apresuró para alejarnos del establecimiento mientras que, toda agitada, nos explicaba lo que sucedía. Abigail también había recuperado sus recuerdos, recordaba haberla obligado a despertar de esta mentira después de enterarme de la verdad solo para asegurarme que no hubiera sorpresas en este plan, quise estar al tanto específicamente para cuidarles el paso. No fue complicado despertarla, había muchos remedios para hacer reaccionar a la gente, y a mí me interesaba todo lo que tuviera que ver con la investigación sobrenatural, me entretenía bastante saber la debilidad de cada especie.
Las sombras que la perseguían se extendieron en el cielo, esparciéndose apresuradamente. El ambiente había adquirido un aire peligroso, no se inspiraba más que esa latente advertencia de que en cualquier momento se podía desprender algo verdaderamente amenazante. Abigail terminó de formar un portal y la cruzamos inmediatamente, entonces acabamos en la zona de El Lago de La Luna y ella se precipitó al agua y cuando se empapó observé junto a mi compañera una luz blanca filtrarse hacia el sitio donde ella se había dejado caer y como inmediatamente después de eso su cuerpo era elevado y como al momento de abrir los ojos estos eran dos esferas grises.
La voluntad que transmitía hacía entender que estábamos tratando con alguien superior, por lo tanto merecía respeto, sabiendo que nos encontrábamos delante de una Diosa inclinamos la cabeza en cuanto ella llegó a nuestro encuentro.
—Oscuro —Ella entendió lo que verdaderamente ocurría, mis ojos quedaron sobre Rose al momento de sentir su mano presionar la mía. Otro portal fue abierto y no dudamos en cruzarla, durante un segundo me desconcertó aparecer en el lugar que recientemente habíamos abandonado, pero de repente lo sentí: todo muy evidente. El aire que se transmitía se volvió pesada y fría, y en el medio de esas penumbras la figura de un hombre acercándose se fue aclarando a medida que el cuerpo de Abigail se movía apresurado a su encuentro.
—Luna. —La mano de Rose ejerció presión sobre la mía. Y debía destacar que yo también me impresioné. En un principio, el haberse acostado con otra teniendo un vínculo que respetar creí que ese había sido su más descabellada venganza pero acababa de comprobar que me equivoqué.
Hareth Lewis había dejado atraparse por la oscuridad.
—¿Qué esperas para terminar con esto, hermano?
La Diosa Luna no llegó tan lejos como esperaba ya que una repentina persona obstaculizó su camino, frenándola al instante.
—¡No!
Escuché esa voz conocida, incluso la miré durante un instante, pero mi atención fue rápidamente obtenida por la persona que había llegado detrás de Neira. Esa persona me miró y me reconoció como yo a ella y esa vez yo presioné mi mano sobre la de mi compañera. Una tempestuosa sensación empujó una ola de disgusto junto a esa explosión de recuerdos que me negaba a compartir con el mundo. Pero ocuparon mi cabeza, lo que sucedió hace tantos años se proyectó en mi cabeza y sufrí sintiéndolo todo tan reciente.
«Charlotte».
Ella no se acercó, mantuvo las distancias conociendo a ciencia cierta que si intentaba a acercarse no dudaría al momento de regresarla al agujero de donde no debió atreverse a salir. Pero esa distancia no fue un impedimento para que me transmitiera a través de su mirada el desafío del momento. Verla me atraía el sabor de la pérdida, una sensación de irreparable venganza.
—Aedus —escuché perfectamente su voz diciendo mi nombre, su semblante al decirlo delató la sorpresa que le representó nuestro inesperado encuentro. Mi mirada viajó hacia Neira, aparentemente ella no se había entregado a la influencia de Charlotte.
Neira había detenido el enfrentamiento de los Dioses, pero no duró mucho, ellos compartieron pocos diálogos antes de relucir su poder, el aire que subió entones fue estremecedor, no solté la mano de Rose sintiéndola muy tensa mientras observaba con cierto susto el acontecimiento que contemplábamos. Las penumbras recibían cada vez más oscuridad y sintiéndose todo mucho más helado, a pesar de estar acostumbrado a esa sensación, sentí sobre mi piel el irradio frío que acompañaba esas tinieblas.
El aire nuevo que se estaba presentando me obligó a ponerle en aviso a mi prima sobre el acontecimiento aquí en Milford (mediante un mensaje de texto), la diosa necesitaría apoyo porque Oscuro la estaba haciendo retroceder.
Nos habíamos comenzado a mover esquivando los poderes que se expandía, ya que, si no teníamos cuidado, nos podía caer encima. Nosotros no podíamos intervenir porque era un asunto privado de dominación, estar atento es lo único al que había que dedicarnos. Debido a la circulación, me encontraba mucho más cerca de Charlotte. La observé endureciendo los rasgos inevitablemente, ejercí presión en mi mandíbula al momento de encontrar su mirada.
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Editado: 29.01.2022