Rosline: Secretos de familia

CAPÍTULO I

                

         

 

                           HANNAH

 

El silencio en la carretera me aturde.

Llevamos horas en el auto y no veo nada más que vegetación alrededor, extraño New York incluso antes de abordar el avión lo hacía, mi hermano está siendo más irritante de lo normal y no deja de llenar mis jeans de su cajita felíz que compramos en el Mcdonalds de la ciudad, puntos para Suiza al menos, el neandertal que tengo como hermano deja caer salsa de tomate en mi sudadera blanca, cuento mentalmente para no explotar, el suelta una risita, lo fulmino con la mirada y me pongo mis audífonos para intentar no pensar, pero en vez de escuchar a mi Diosa Lana del rey se escucha el odioso pitido de que no hay señal.

—Suerte con eso, hermanita—.Murmura Ezra, mi hermanita pequeña mientras pinta sus uñas con esmalte de uñas con sus pies alzados en el asiento delante del Jep dónde está Conrad roncando y a su lado está mamá conduciendo.

—¿No estás muy pequeña para eso?—.Digo quitando los audífonos de cable de mis orejas, Ezra está en esa etapa adolescente dónde odia todo y ama el negro.

—Tengo 17 años.Dice rodando los ojos y aplicando otra capa más de esmalte en sus uñas. —Puedo hacer lo que quiera cuando quiera. Dice inflando su pecho y Zack le da una palmada a su cabeza rapada.

Ezra es la más pequeña de la familia, todos la cuidamos y es sin duda mi hermana favorita es tan callada y suavecita con todo y todos aunque su apariencia de e-girl dice lo contrario, tiene los ojos verde esmeralda como los míos, su piel es muy pálida y las pecas que adornan su nariz y mejillas es algo que todos heredamos por mamá.

—¿Quién hace todo lo que quiera cuando quiera? Dice mamá con su voz dulce, fulminando con la mirada a Ezra desde el espejo que está arriba en la parte delantera del auto dónde se encuentra conduciendo, esta hace un puchero y le pega un puño a Zack en el brazo, mamá es hermosa siempre la verás con sus labios perfectamente pintados de rojo con su cabello cobrizo que cambió el verano pasado, es alta e incluso con su camisa de albañil y sus jeans rectos se ve preciosa.


—Mamá, volvamos a casa, por favor. Digo atando mi cabello en una coleta alta. —No somos gente de campo, somos muy citadinos y no hablamos alemán ni sus otros idiomas. Digo suspirando.

 —¿Qué dices? Yo puedo ser muy campirano si me lo propongo. Dice Zack con la boca llena de comida y su cabello castaño todo despeinado, él es una mezcla de papá y mamá, sus ojos son entre verde y marrones, sus ojos son un poco rasgados como los de mama y es jodidamente infantil.

 —Hannah, cariño deberías tomar la actitud positiva de Zack, sabes que tu papá tendrá el trabajo de sus sueños en este país, tendremos una casa más grande y linda, tomalo como un nuevo comienzo, después de todo somos los Halphenayked's y nunca nos rendimos. Dice mamá con su voz de te entiendo cariño, pero cállate.

Papá suena la bocina del camión de mudanzas que conduce el delante de nosotros, Conrad se despierta de golpe asustado y con la mano en el pecho, es mi hermano mayor y el más vago, su cabello es de castaño oscuro, tiene un bigote que me desespera, pero a su listas de chicas le encanta, dice él, sus ojos son verdes y es el más parecido a papá.

—Joder, casi me da un infarto. Dice Conrad quitándose su gorra y tirandola hacia atrás dónde estoy yo, pateo la parte trasera de su asiento. —Tranquila, gruñona. Dice ríendo.

Ignoro a todos y me recuesto mi cabeza en la ventana, veo todo los campos que vamos pasando, las enormes montañas que bordan el horizonte con lo que seguramente es nieve en sus puntas.

Empezar la universidad en Europa no es algo que yo quería, pero los jefes de papá lo trasladaron a su sede central de bancos, algo que ayuda mucho a su carrera, pero por desgracia nos lleva a todos a una nueva vida con más vegetación y menos ciudad. Voy. A. Morir. Aquí. Pienso en mi interior.

Después de unos cinco minutos, entramos a la exclusiva zona de Zurich, específicamente a los suburbios. Veo casas estúpidamente grandes a medida que vamos pasando, las montañas rodean casi toda Suiza, y aquí no es la excepción. Me siento en Twilight, pero sin vampiros guapos y sin ganas de quedarme.

Mamá conduce sonriendo mientras papá avanza por las pulcras calles. Llegamos a una zona residencial protegida por un enorme portón de hierro grisáceo, arquitectónicamente precioso pero tenebroso. Este se abre en el momento en que papá para con el camión y de inmediato arranca como nosotros. Árboles adornan el camino de tierra durante unos diez metros, y al final se puede ver un grupo de cinco casas en forma de U. La del centro es la más grande, con un techo rojo que contrasta con las paredes beige del exterior y con cuatro pisos y ventanales enormes. Simplemente imponente.

Papá aparca en la casa del lado izquierdo de la del centro, la cual es igual que las otras más pequeñas, grises y con un estilo victoriano de dos plantas. Mamá se estaciona justo detrás del camión y todos bajamos.

Siento el viento chocar contra mi piel, incluso con sudadera. Zack bosteza mientras acomoda su camiseta del equipo de béisbol, Ezra se recuesta en el capó del auto y Conrad va junto con mamá hacia donde está papá.

—Bueno familia, ¡lo logramos! —grita papá entusiasmado, y mamá lo abraza. Papá le da un beso en la coronilla de la cabeza porque es tan alto, está muy conservado para su edad y el no tener barba le da un aire más juvenil. —Les daremos diez minutos para que se estiren y exploren, tienen que desempacar todo lo que trajeron de casa.

Papá entra con mamá a casa, junto con Zack que quiere apartar alcoba desde ya. Los demás nos quedamos viendo los alrededores. Observo las demás casas con curiosidad hasta que una pelota de fútbol se estampa en mi cara, derribándome enseguida.

—¡Es tut mir Leid! —exclama una voz varonil. No tengo la menor idea de qué significa, solo me duele la cara y el trasero.




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