Alexander
—Necesito informes, Natalia—repliqué a la secretaria de finanzas. Asintió anotando no sé que cosas en su cuaderno y se despidió antes de abandonar la estancia. Puse mi mano en el puente de mi naríz. Iba a volverme loco en cualquier maldito momento. Miré detenidamente uno de los informes sobre mi escritorio.
Pasé de un papel a otro durante un largo rato, hasta hastiarme. Miré mi iPhone por tercera vez en los últimos 10 minutos. Volví mi vista a los jodidos papeles. La pantalla del celular se alumbró con un mensaje entrante.
¿Pizza o tengo que arreglarme demasiado?
Reí. ¿Por qué ella pensaba que cada vez que la sacaría a comer sería una jodida pizza? Tomé el teléfono y le respondí que no era una jodida comida grasosa lo ella comería hoy. Continué con las labores tediosas por un rato más, y cuando el teléfono marcó las 5 de la tarde ya yo me dirigía al Pent-House.
Recibí un sobre de una de las chicas encargadas de finanzas para revisar, pero ya lo haría al momento de estar tranquilo. O después de la cena. Yo necesitaba llegar a mi jodida casa. Tendría que retomar las revisiones de las demás sucursales en menos de lo que esperaba y yo no quería otro problema con el Demonio, no iba a tolerar otros malentendidos.
Estacioné el auto y bajé rumbo al ascensor, apreté el botón privado y cuando las puertas se abrieron, lo primero que pude hacer fue dirigirme a mi habitación en busca de mi esposa.
la escuché al teléfono, entré a la habitación en silencio y me quedé en el marco de la puerta cuando la observé secando su cabello con el teléfono a punto de caerse de entre su oreja y su hombro. Creo que hablaba con Selena.
—Déjalas, como si me importara un poco.— decía batallando. —Estoy bien y no quiero amargarme por lo que pueda decir cualquiera de esas arpías.—volteó hacia la puerta y sonrió al verme. Me lanzó un beso. Me separé del marco para ir a su encuentro. —tengo que colgar—le dijo a su amiga antes de dejar su teléfono sobre la mesa de noche.
—Bonito conjunto— susurré antes de tomar sus labios y aferrar mis manos a su cintura, muy cerca de la ropa interior de encaje negro. Sonrió sobre mis labios.
—Puede ser que te permita quitármelo luego—mordió mi labio inferior.
—¿Que me permitas, dices?— acomodé el cabello que se le pasaba sobre su rostro detrás de so oreja y le dí un corto beso antes de comenzar a retirar mi camisa botón por botón.
—Sí, porque todo depende de qué tan bien vaya esa cena.— me respondió comenzando a peinar su cabello.
—Irá bien— susurré quitando mi pantalón.
—Ni siquiera irá si te terminas de quitar tu ropa frente a mis ojos—respondió sacándome una risa. Me metí al baño y me duché rápidamente.
Me puse un jean negro y camisa del mismo color con botones. Observé a Emily enfundarse en un vestido coktail rojo.
Había hecho una reservación en un lugar de buena clase, pero que sabía que a ella le gustaría.
—¿Vamos?— pregunté tendiendo mi mano. La tomó sonriendo y nos encaminamos al Roll Royce que nos llevaría al restaurante.
Iba manejando yo, quería que todo estuviese íntimo entre nosotros. Quería este solo con ella, sin miramientos.
Mi mano se posaba sobre la piel desnuda de su muslo, acariciándola con mi pulgar de vez en cuando. Su mano derecha se posaba sobre mi antebrazo y los dos íbamos inmersos en un silencio ameno.
En ese preciso instante no me hacía falta nada. Tenía todo.
En uno de los semáforos aproveché el momento para inclinarme e inclinar mi cabeza para darle un beso húmedo en el cuello, observando cómo se estremecía y me lanzaba esa mirada tan tímida que ponía cada vez que me tomaba un atrevimiento de la nada. Besé sus labios antes de seguir manejando.
La llegar entregué las llaves de auto al Valet Parking y nos adentramos al lugar.
—Buenas Noches— nos saludó uno de los trabajadores encargados de la atención. —¿Reservación a nombre de quién, señores?
—Rough— respondí. Nos dirigió a una mesa alejada del resto y que por supuesto era muy íntima. Puse la silla de mi esposa a mi lado y la hice hacia atrás para que ella pudiese tomar asiento.
Jugué con los dedos de su mano mientras miraba qué pediríamos. La miré y la sorprendí mirándome a mí. Un astibo de sonrisa se posó en mis labios.
—¿Qué miras?—la piqué. Sonrió. Negó antes de acercarse y dejar un beso en mi mandíbula. Tomé su mentón y dejé un beso fuerte en sus labios.
—¿No puedo mirar a mi esposo?—preguntó. Mi mano se posó nuevamente en su muslo, posesivamente.
—Tú puedes mirarme todo lo que quieras— le respondí. Escogimos juntos lo que pediríamos y cuando el mesero ya estuvo de nuevo en nuestra mesa nos dispusimos a pedir.
—¿Nada con los desvíos?— preguntó Emily cuando volvimos a encontrarnos solos.
—Me entregaron unos papeles que debo revisar, los dejé en la entrada. —le respondí. —¿Vamos a hablar de eso ahora, Em?—le pregunté dejando un beso en su cuello. —No quiero hablar de esos problemas ahora.
Ella asintió.
—¿De qué vas a hablarme, entonces?—me preguntó. Le mordí el lóbulo de la oreja.
—De todas la formas en las que te puedo quitar ese vestido, por ejemplo.— se sonrojó.
—Alex—susurró.
—Exactamente, así dirás cuando esté sobre y dentro de t....
—¡No hables así aquí!—rió.
—¿Y por qué no?— la reté. Subí un poco la mano en dirección a la parte interna de su muslo. Aguantó la respiración.
—No— buscó mi mirada con sus ojos y me suplicó silenciosamente. Sonreí.
Volví a poner mi mano donde estaba antes. Apreté ahí. —Únicamente porque ahí viene la comida no lo hice, Demonio. Porque ganas no me faltan— le dije antes de morder su labio inferior y darle un beso posteriormente.
—Tú vas a ser mi postre.
Emily Syer