DOS. La Nación de Plata

El castillo blanco, así llamaban todos a aquel que para ellos era un hogar, el reino de plata era conocido por sus estructuras tan impactantes y de diseños extravagantes y ornamentales. El castillo blanco era la segunda maravilla del pueblo, por más de cinco generaciones en aquel reino, construido con los primeros poderes de los elementos.

La nación de plata contaba como muchos reinos con su propia especie representativa. Además de existir Silverstone y Rubitown al otro lado del mar estaban Emerald, Sapphire  y Amethyst los otros reinos extranjeros fuera de lo que era el continente de Gemstone.

Emerald tenía como animal representativo a los pegasos, grandes caballos alados distintivos de aquella nación.
Sapphire a los Phoenix, aves majestuosas que renacian de las cenizas.
Amethyst a los Licaón, eran lobos gigantes y enormes que generalmente o eran blancos o eran negros.
Y bueno Rubitown tenía a los Grifos, aquellos animales mitad Aguila, mitad León.

Al igual que aquellos reinos, Silverstone tenía su propio animal de insignia. Pocos conocían el origen de ello, pero Zero al pertenecer a la familia real lo conocía.

Ellos tenían a los Dragones, animales que podían tener cualquier don, fuego, hielo, agua; igual que los aldeanos de Silverstone. Había sido el tercer regalo de Calipso para el reino, los últimos dos huevos de dragón en cuevas subterráneas eso había sido suficiente para traerlos de vuelta.

Y ahora eran los leales compañeros de cualquier plateado.

Todo tenía un origen, un porque y por mucho tiempo Zero se había dedicado a descubrir cada una de las respuestas, de sus propias preguntas.

Gemstone era el único continente que poseía a población con magia y dones poderosos.

Emerald, Sapphire y Amethyst tenian gente completamente normal, común y corriente. Ante aquello tanto Silverstone como Rubitown gozaban de una gran actividad turística debido a ello. Además de la majestuosidad de ambos reinos.

Zero añoraba conocer y descubrir todo lo que para él era desconocido, pero no deseaba incumplir con su deber con la corona por lo que se atenia a las normas impuestas. Todo el tiempo descubría lo que no podía ver por investigaciones y libros.
Siempre había sido así, pero esta vez era diferente.
Desde muy niño había tenido la duda de sus dones... ¿De dónde venían?, ¿Para qué los tenía?, ¿Porque el? Y la más importante ¿Cuál era su límite?.

Había entrenado como cualquier plateado, pero no tenía idea de la capacidad de sus poderes, no podía explotar un poder que era desconocido para el. Había investigado por todos los medios junto a sus amigos. María, Lucrecia y su hermano gemelo, siempre estaban con el a la hora de la investigación.

Reviso por todos lados, la biblioteca de Minerva en el castillo blanco, donde había todo tipo de información gracias a los libros que venían de los reinos extranjeros. Las bitácoras secretas y privadas (que no debía tomar, pero aún así había buscado alli), e incluso había visitado la mansion de cristal de su abuela, Athenas en busca de información que lo ayudara. Pero no había nada, era como si su poder hubiese surgido de la nada y le frustraba no entenderlo.

Fue así como una vez más se sentó en el sofá de piel color blanca y mullida, suspirando a su vez pesadamente por su frustración.

—¡No has pensado que deberíamos buscar información de los rumores!... la población aveces esconde cosas que no se nos notifican—. había insistido su mejor amiga y prometida.

—No lo sé Lu, no creo que allá más información de la que tenemos.

Lucrecia era una hermosa chica de ojos azules y cabello rubio, como su madre Sara. Ella era del clan Shirabuki y al ser hija de la familia amiga de la corona y también su madre al ver que eran muy unidos desde pequeños, los había comprometido a un matrimonio, para recibir la corona.

A el no le molestaba, pero no la quería de esa manera y sabia que Lucrecia tampoco lo veía así, no tenía mucho para hacer con ello, habían sido órdenes directas de su madre Miriam.

—¿Sabes?, la última vez que fui con mi madre de visita a su amiga de Emerald, pasamos por entre los caminos divisorios, ya sabes aquella franja baldía entre el bosque de Rubitown y la muralla de Silverstone, hay un bar allí junto a otros locales también, y se rumorea que en ese bar la gente abarca los secretos más profundos de los 5 reinos—. explico María quien siempre prestaba atención a lo que le rodeaba.

—¡Lo ves Zero!, tal vez podríamos ir allí para buscar un poco de información, además... no perdemos nada, nos haría muy bien salir un poco del sofocante castillo, no tenemos más que responsabilidad y trabajo desde que se anunciaron los compromisos—. dijo la rubia, era cierto; desde que se había oficiado el compromiso todos tenían mucho trabajo de aquí para allá.

María había sido comprometida con un Conde y en menos de año y medio se casaba, su hermano gemelo también se casaría con la descendiente Matsushita, Marena era su nombre y ellos se casaban dentro de 7 meses, a su hermano mayor Kaito también lo habían comprometidos pero aquel compromiso aún se estaba discutiendo, la familia Ivanovic quería preguntar sobre algunos ámbitos de Kaito y bueno la señorita Regina solo esperaba el dia del oficiaminto con mucho entusiasmo.

En cuanto a el, faltaban 11 meses para que cumpliera oficialmente los 17 y pudiera tomar el trono y con ello casarse con Lucrecia, quien no se veía apurada en nada.
Con todos esos eventos programados no habían tenido descanso. Entre nuevas responsabilidades y preparativos que los traían de aquí para allá.

—Bueno... supongo que es una buena idea, digo Zero, no nos hemos podido divertir desde hace mucho—. comunico su hermano gemelo quien hace ya dos meses que no veía. Había estado con su Prometida ese tiempo conociéndose y realmente lo había extrañado. Ichiru se la pasaba así desde que había cumplido los 12, dos meses pasaba con su prometida y regresaba a pasar dos mese en el castillo, así sucesivamente intercalando las fechas.
—No lo sé.... Kaito a estado muy pendiente últimamente.. Y...—. contesto no muy seguro de salir del castillo blanco y aún más a la frontera donde estaban en mayor peligro.