Ava dejó de atender a los murmullos y gestos de los tigres reunidos en la sala al momento en que escuchó a Dima decir que estaban rodeados. Su agudo razonamiento intentó analizar la situación desde todos los ángulos posibles, pero seguía sin poder atar estos puntos sueltos. El comportamiento de los cazadores excedía lo habitual, totalmente diferente de todo lo que había aprendido en su trabajo.
Esto, sin duda, era algo nuevo, y frente a algo así no tenían herramientas para actuar.
¿Por qué pusieron a esta familia como su objetivo? ¿Acaso pretendían hacer una caza masiva?
Era un riesgo considerable, pero, puede que los estuvieran observando desde hace un tiempo, obteniendo información sobre sus debilidades y fortalezas. Debían saber entonces, que sin armas ni habilidades de pelea, estas personas eran vulnerables.
«No. Ahora están protegidos» Ella no permitirá que se lleven a nadie más.
La tigresa en su interior se puso inquieta, y gruñó cuando cerró la distancia y se unió a la conversación entre Marshall y Dimael. Un caliente olor masculino de un lado, del otro, un perfume más tibio y sutil. De pronto su mente recibió una imagen atroz, la de ella frotándose contra ese calor...
Absurdo.
—El sonar detectó esto —dijo Dimael, mostrando el aparato de avanzada tecnología, tenía el mismo tamaño de un anotador digital pero solo servía como antena y rastreador por sonar—. Hay entre veinte y treinta, todos están dispersos pero en una formación que rodea la casa.
Ava observó la pantalla, prefería un radar infrarrojo, pero el sonar podía llegar más lejos, el único defecto era que la imagen de respuesta no tenía muchos detalles. La imagen de la grabación estaba en colores negros, pero los cuerpos tenían colores verdes que brillaban de un segundo a otro.
—Estamos igualados en números —continuó el leopardo de las nieves, señalando cada grupo de puntos que comenzaban a separarse en diferentes direcciones para cubrir el espacio alrededor—. Podemos enfrentarlos.
—No —intervino Ava—. Las armas de los cazadores no deben ser subestimadas.
Sedantes, redes, balas paralizantes, balas de gas... Había todo un arsenal destinado a la captura de cambiantes, un humano no podía hacer nada frente a los sentidos agudos, la fuerza, velocidad, garras y dientes de los cambiantes.
—Aléjense de las ventanas —exclamó tras percibir por el rabillo del ojo que un par de mujeres se disponían a observar por un espacio entre las cortinas—. Nos están rodeando.
Miradas de alarma y furia, Ava sondeó a través de todo eso, solo debía encontrar la de la matriarca.
—¿Todos los miembros de la familia se encuentran aquí? —Le preguntó a Nora.
—No, faltan...
Una ráfaga de aire frío, el sonido de pasos desesperados y un golpe interrumpió a la mujer, una mujer corrió por el pasillo junto a las escaleras, terror en su mirada color café, temblor en su voz cuando al detenerse exclamó:
—Ziara y Malcolm fueron capturados.
Lo siguiente, fue una oscura sinfonía de maldiciones, gruñidos y peligrosas amenazas.
—¿Dónde? —Marshall preguntó, su voz acarició un borde peligroso.
Un borde violento.
La mujer, tomó aire pero no podía parar de temblar. Sus dientes castañeteaban, los dedos de sus manos no dejaban de moverse.
—Un kilómetro al este del camino principal —respondió, sus ojos oscuros comenzaron a inundarse—. Había trampas, yo iba detrás, sentí algo raro y me paralice, no pude detenerlos ellos siguieron y activaron la trampa y...
—Tranquila —Nora se acercó a la atemorizada y nerviosa mujer para envolverla entre sus brazos—. Calma, Nickie.
—Debí hacer algo... —Sollozó.
—Correr por ayuda fue lo correcto.
Ava capturó un movimiento, los firmes puños de Marshall cerrándose con fuerza, las venas saltando a la vista. Su tigresa se relamió ante la prometedora oferta de sangre, presionando hacia él.
La situación era insostenible, debían hacer algo, por la familia, por ella, por estas sensaciones tan confusas que se enredaban como espinas alrededor de su pecho.
—Iremos por ellos —dijo Ava.
Esperó alguna réplica por parte del lugarteniente, pero cuando chocaron sus miradas, junto con las chispas ardientes que solo ellos pudieron sentir, hubo una ligera confirmación. Las palabras no eran necesarias cuando lo evidente estaba frente a ellos, debían trazar un plan.
Con un enemigo impredecible y cambiantes capturados, eso aumentaba la desventaja.
—¿Esta casa tiene un sótano?
Marshall se tensó.
—Sí —afirmó Nora.
—Lleva a todos abajo —pidió—. Alex, ve a avisar a Chiara, Eugene y Trent, quédate arriba y protejan a los heridos. Gala y Dima vienen conmigo, Marshall protegerá al resto en el sótano, ¿de acuerdo?
Ava se inquietó cuando halló al león inmóvil, sus labios apretados, su enojo repentino y la parálisis le confundieron, ¿qué demonios le estaba pasando? Ava lo tomó por el brazo y obtuvo un fiero gruñido de su parte, su felino violento respondió empujando contra su piel, como pólvora y fuego, estar juntos, tan cerca, era una señal de pelea.
—Voy contigo —afirmó, de una forma profunda, sin lugar para una objeción—. Alexander cuidará de la familia en el sótano.
—Marshall...
—Los refuerzos llegarán en una hora —agregó, rompiendo el contacto visual, buscó la atención de cada uno de los tigres—. Si quieren salvar a sus compañeros, por favor, acepten nuestra ayuda y obedezcan.
Y con eso, Marshall buscó a Gala y Alexander, luego hizo un ademán para llevarlos cerca de la puerta. El cocinero no se encontraba contento, estaba tan inestable como Marshall, Ava esperaba una reacción negativa de su parte, pero Gala lo detuvo al besarlo.
—Podemos hacerlo —la enfermera le animó, con una dulzura que antes no había creído posible que existiera en ella.
Todavía más..., los cambios de estos dos eran abismales...
—No me agrada la idea de exponerte frente a esos desgraciados —Alex siseó, rara vez podía ver a este león tan enojado al punto de estallar, pero habitado a un temperamento dócil, lo único que hizo fue tomar del apoyo de su compañera.
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Editado: 08.08.2022