La tarde cayó y junto a ella el atardecer. Marshall se ocupó de ayudar a Patrick con el informe del anexo de la familia Dawn a la coalición, previamente y después de haberle avisado a Ava, le dio un reporte a su alfa de lo que había logrado con el encuentro con el lugarteniente leopardo. Patrick acordó que los próximos pasos debían ser coordinados entre él, Ava y Marshall, debido a que involucraba directamente al clan vecino y él debía hacer lo posible por sostener los acuerdos entre la coalición y el clan Fire Hearts.
Luego de terminar con una parte del anexo, Marshall recibió un mensaje de Patrick. Tuvo la intención de escribirle a Ava también, pero se contuvo al saber que Patrick le habría enviado la misma información. Así fue que, tras apagar su computadora, abandonó su habitación sintiendo un nudo tenso en el interior. Un león rasgando por dentro.
En cuestión de minutos atravesó la casa Matriz y subió a la segunda planta. Golpeó antes de entrar a la oficina del alfa, y cuando este le hizo una señal de silencio, Marshall cerró despacio la puerta. La razón de eso, estaba en la pequeña niña que dormía en los brazos de Patrick, era su hija menor, Naiara.
Vestida con una chaqueta de algodón azul oscuro, una calza negra y botines rojos, Naiara emitió una pesada exhalación en su sueño. Su padre acomodó los rizos marrones detrás de su oreja para despejar el rostro de la pequeña.
Haciéndole un gesto con la cabeza, Patrick se levantó desde su silla en el escritorio y cargó el cuerpo de la niña con un afectuoso cuidado y fue hacia el balcón secundario detrás de la oficina. Ese balcón era compartido tanto por la oficina como por la habitación de Patrick y la enfermería.
Sin tiempo que perder, Marshall fue hacia el escritorio de vidrio y madera y activó el panel táctil integrado para establecer un enlace con su anotador digital. Para cuando Patrick regresó él ya estaba almacenando las imágenes en una nube de datos compartida.
—¿Ella está bien? —Le preguntó a Patrick.
Era raro verla dormida antes de la cena.
—Sí, llegó un poco cansada de su primera excursión.
Marshall no pudo contener una sonrisa de orgullo, Naiara era su cachorra favorita porque solía tener mucha prisa por crecer y devoraba una etapa tras otra en su entrenamiento, eso era un susurro anticipado sobre la clase de mujer en que se convertiría al crecer.
Una de la que cualquier hombre se sentiría orgulloso.
Pero Marshall la quería como si llevara su misma sangre, por su energía y vitalidad la niña le agradó desde que la conoció cuando tenía seis años. Hasta ese entonces, Marshall no tenía ningún cachorro cercano con el que relacionarse, ni siquiera en su familia adoptiva.
Ahora, dos años y medio después, sentía como si Naiara fuera tan parte de él como de Patrick.
La razón de eso..., sin embargo..., llenaba su corazón de una amarga tristeza. Su hermana tenía la misma energía que Naiara..., una luz brillante que lo atraía para protegerla..., pero no pudo.
Marshall no pudo evitar que esa luz fuera apagada para siempre.
—Pronto se acostumbrará —aseguró, su corazón tuvo un ligero temblor doloroso entre un latido y otro—. ¿Cómo está Ian?
El hijo mayor de Patrick había recibido un golpe inesperado el año anterior, producto de eso su personalidad fue tomando un giro tras otro. Debía ser duro para un adolescente saber que nunca podría emparejarse, haber perdido a su compañera tras haberla reconocido era un dolor inimaginable.
Su león mostró los dientes. Un gruñido agresivo recordándole al culpable. Nolan había jodido a la coalición de muchas maneras, pero Ian, de todos ellos, se llevó la peor parte.
—Un poco solitario, pero ya es habitual. Está madurando.
Cuando Marshall levantó la mirada para encontrarse con los ojos verdes de Patrick, vio en ellos la sombra de preocupación. La maduración de Ian era diferente a la de cualquier otro joven adulto, ya que él era un alfa en potencia, lo cual complicaba su carácter en formación.
Un alfa que no se emparejaría jamás...
Marshall no sabía cómo ese hecho podría estar afectando al cachorro, por eso, antes de que Ian comenzara a mostrar signos de agresividad, le pidió al hermano de Ava, Byron, que lo vigilara de cerca.
—¿Cómo te fue con Finnick? —Patrick preguntó.
—Sin problemas —dijo, mientras Ava entraba a la oficina—. Los leopardos son colaborativos.
—Qué extraño —habló la mujer que caminaba hacia ellos—. Si mal no recuerdo, se mostraron agresivos hacia nosotros en cada una de las fronteras.
El león de Marshall reaccionó al poder puro e indomable que habitaba en ella, levantándose.
—Al principio —repuso, conteniendo la necesidad de buscar su mirada—. Las cosas han cambiado ahora.
De reojo, él la vio cruzar los brazos.
—¿Qué tienes? —Ava fue directo al punto de interés.
—Una cabaña al norte a nombre de Hyram Kingley. Pero se encuentra fuera de la jurisdicción de los leopardos.
Patrick desplazó las imágenes que Finnick le había enviado después del mediodía, uno de sus compañeros de Clan movilizó un dron de vigilancia luego de buscar la propiedad con ese dueño. Patrick las dejó a un costado del panel, en el otro lado activó un mapa tridimensional sobre el territorio Fire Heart.
—¿Estás seguro que estos son los límites? —Preguntó al ubicar el área donde se encontraba la cabaña.
Había una sección de tierra considerable en la parte más alejada del norte que no poseía la típica coloración verde brillante que la categorizaba como territorio tomado, sin embargo, tampoco estaba tintada en naranja claro, con ese color se designaban las tierras deshabitadas por cambiantes pero con residentes humanos. Más allá de las tierras, la coloración verde volvía a aparecer sobre el territorio de los lobos Silver Knifes.
—Sí. Aunque está dentro del territorio, esa parcela de tierras que ocupa menos de medio kilómetro cuadrado no figura como propiedad del clan, al igual que muchas otras.
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Editado: 08.08.2022