Cuando regresaron a la casa Matriz, ya habían pasado tres horas desde el mediodía y la gran sala interior estaba tranquila, perfumada con la esencia floral favorita de Giselle, una de las leonas de las matriarcas. Marshall agradeció eso, la esencia camuflaría durante un par de horas al nuevo olor de Brian.
Hizo un barrido con la mirada y encontró a Milo llegando desde el pasillo lateral izquierdo, el ayudante de cocina iba concentrado leyendo algo en su anotador digital, pero pronto captó el nuevo olor en el ambiente. Por supuesto, estaba entrenado especialmente para distinguir algo preciso entre cien olores mezclados.
Con una mueca de confusión, el ceño fruncido, Milo se acercó a ellos.
—Es un código tres punto cuatro —Marshall informó—. ¿Podrías encargarte?
Milo tardó en reconocer el código, no todos en la coalición memorizaban bien los procedimientos, especialmente aquellos que se ocupaban solo de las tareas domésticas.
—Seguro —dijo, y luego se detuvo en Brian, sus ojos oscuros lo observaron con cautela—. Ven conmigo, te quedarás en la cocina por ahora.
Al ver que Brian no reaccionaba, Ava le dio un leve empujón que lo hizo trastabillar.
—¿Tendremos una reunión general? —Preguntó ella después, sus ojos ambarinos vigilando cada movimiento de Brian.
Aunque quisiera, él no podría escapar de Milo, uno de los leones más rápidos de la coalición.
—Sí, hablaré con Patrick, nos veremos en veinte minutos con la junta de administración.
—Bien. Iré con Joey para que revise a fondo estas cosas —señaló la caja bajo su brazo.
Marshall no subió a la planta superior hasta que perdió a Ava de vista, ella ya había cruzado el pequeño jardín interior cuando volvió en sí, inmerso en esta poderosa atracción que lo sacudía. Tenía una sensación extraña dentro del pecho, un aleteo inquieto.
Con un puño cerrado, apretó en el sitio donde latía su corazón, y se centró en lo que había que hacer. Un gruñido bajo en su garganta, una tensión que puso a Patrick en alerta cuando entró a su oficina.
Aunque el alfa estaba frente a la ventana, Marshall pudo ver cómo preparaba los músculos de su espalda ancha que se ajustaban a la tela de su camiseta negra, y al girar medio cuerpo, era el león quien lo miraba con un brillo dorado en los ojos.
—¿Sucedió algo? —Patrick preguntó, y lo miró de arriba a abajo, buscando heridas.
Marshall cerró la puerta detrás de él y sacudió la cabeza, negando. El Alfa de Gold Pride solía ser dócil y alegre la mayor parte del tiempo, pero últimamente estaba bajo muchas presiones que lo tenían frunciendo el ceño y estirando las garras más de lo normal.
—Tenemos un progreso —Marshall respondió, tenía su propio león estirándose bajo la piel, bajando un poco la cabeza para no recibir una mordida—. Pero necesito una reunión con la junta.
Patrick levantó una ceja, tal acción era extraña, Marshall no acostumbraba a hacer uso de su puesto jerárquico, ya que llamar a la junta solo podían hacerlo ellos dos, pero esta era una ocasión especial. La junta administradora de Golf Pride sólo se reunía una vez por mes para compartir informes sobre la coalición, otro motivo diferente para llamarlos sería una emergencia de alto nivel, como una invasión al territorio o un ataque directo.
Esto, sin embargo, no se veía como una emergencia, pero se sentía así.
—¿Por qué?
—Estamos frente a otro posible juego sucio, necesitaré expandir el equipo de trabajo.
Patrick se acercó a su escritorio y tomó su anotador para redactar el mensaje a los miembros de la junta. Tal era su confianza en Marshall que necesitaba pocas palabras para convencerlo, eran amigos cercanos, pero su amistad era de esas en las que podían pelear con todas sus fuerzas incluso si no estaban espalda con espalda, porque sabían que de alguna forma u otra, el otro siempre encontraría la forma de respaldarlo.
Y Marshall apreciaba a Patrick desde el momento en que lo conoció, como un hombre viudo con demasiado peso en su espalda, deudas, un cachorro adolescente y una pequeña de cinco años.
—¿Es algo serio? —La pregunta lo devolvió al presente.
—Probablemente.
—¿Ava está al corriente de esto?
Marshall contuvo el impulso de chasquear sus dientes.
—Nos enviaste a ambos a Syringa, ¿lo olvidas?
—No, solo quería asegurarme que compartiera la decisión. —Ese par de ojos regresaron al color verde, un poco más pálido, llenos de sabiduría—. Sabes lo mucho que le molesta que no la incluyan en las decisiones.
Una pequeña presión se alojó dentro de él.
—No es necesario que me lo recuerdes —masculló.
Patrick rió por lo bajo, segundos después el mensaje había sido enviado.
—Iremos a la sala de reunión —fue su orden, el alfa rodeó el escritorio y se acercó a Marshall, volvió a estudiarlo—. ¿Estás bien?
—Tengo un ligero dolor en la pierna —admitió.
Gala estará muy enojada si se entera que hizo fuerza con la pierna herida, pero para ser honestos, Marshall había olvidado completamente que debía cuidarla. En el momento recordó la electricidad en su cuerpo, y no el arpón arrastrando su pierna. Ahora la adrenalina y tensión se estaban desplazando y dejando lugar para el dolor punzante dentro de su carne.
Lo bueno de esto, es que no había olor a sangre..., por ahora.
Quince minutos después luego de llegar a la sala de reunión, donde Marshall le dio a Patrick su informe sobre el allanamiento y lo que habían encontrado, el resto de los miembros de la junta ingresaron uno a uno, el último en aparecer, diez minutos tarde, fue Micah.
—¿No es temprano para convocar a una junta? —Preguntó Alexander, el cocinero rubio con alegres ojos azules acomodó una silla para Gala, su compañera—. Todavía falta mucho para fin de mes.
—Tenemos una situación especial —afirmó Ava, ella se sentó del otro lado, quedando frente a la jefa de enfermeras.
Gala le sonrió, ya no había un vacío en sus ojos marrones, lo que demostraba el cambio que atravesó cuando estuvo fuera de la coalición, ella se acomodó en la silla mientras entrelazaba los dedos con los de Alexander.
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Editado: 08.08.2022