Mientras se alejaba de la sala de comunicaciones, Marshall todavía podía oír la dolorosa fragilidad en la voz de Ava, la expresión en sus ojos permanecía picando su consciencia. El dolor de esa expresión..., era un dolor viejo, algo profundo, algo con lo que luchaba por ocultarle.
Y le estaba haciendo daño.
—Él nos salvó a todos.
Esas palabras dieron vueltas a su alrededor, provocando más de un gruñido en él.
—No pude enterrarlo...
Se detuvo un momento para cubrirse el rostro con una mano, la culpa amenazaba con aplastarlo y por si fuera poco el recuerdo de Aidee se burló de él por lo que había hecho. Marshall no recordaba dónde estaba enterrado el pequeño cuerpo de su hermana, pero la había puesto bajo tierra después de que murió, en un sitio bajo el cielo abierto porque Aidee había amado el exterior.
Al abrir los ojos de nuevo, observó sus manos, ya no eran las manos raspadas y callosas del niño que luchó contra el hambre y su falta de fuerza para sacarlos de aquel sótano, esas manos habían crecido, estaban limpias, pero Marshall podia sentir la tierra fría y húmeda que una vez atrás las cubrió, hace dieciocho años.
Al ver a su hermana bajo tierra, ese niño fue consciente de que no iba a volver a verla nunca más, no habría un milagro que la trajera de regreso. Y se sintió menos pesado, no hizo que doliera menos, pero la consciencia y la culpa por no haberla salvado a tiempo se hicieron más ligeras.
Aunque nunca lo abandonaron.
Él continuó después de eso, porque debía sobrevivir, por ella.
Ahora, era Ava quien no podía seguir adelante, porque le habían quitado todas las opciones. Ella no pudo ver a Nolan por última vez, no pudo estar en su juicio, tampoco tenía la certeza si los polares lo habían matado como castigo o si lo mantenían cautivo quien sabe en qué condición...
Sin embargo, él no podía saber que los polares ya estaban buscando a Nolan para tomarlo como prisionero por su crimen, la posibilidad debió rondar en su mente, pero estaba demasiado ocupado tratando de salvar a su coalición.
Gruñó. No debía perder el tiempo en cosas del pasado, no podía cambiarlas.
Avanzó hacia el jardín interior y de inmediato cerró los puños, quiso utilizar el camino exterior que rodeaba al jardín pero la mujer giró su cabeza como búho y chilló:
—¡Ya te vi!
Maldiciendo internamente, Marshall tomó el camino central hacia la fuente de agua, Chelsea se levantó del banco.
—¿Necesitas algo? —le preguntó al pasar.
—De hecho te estaba buscando.
Chelsea comenzó a caminar a la par.
—¿Para qué?
La leona le rodeó la espalda baja con un brazo y se pegó a él cuando le preguntó:
—¿Sabes dónde puedo encontrar a Micah?
Todo su cuerpo se tensó. Esta mujer le ponía los pelos de punta.
—¿Cómo sabes sobre Micah? —Gruñó.
Y supo alejarse en el momento justo en que Chelsea giró la cabeza con la intención de morder sus costillas. Algunas cosas jamás cambiaban.
—¿Por quién me tomas? —Chelsea le miró con el ceño fruncido—. Por supuesto que investigué a cada uno de tus felinos antes de permitir que Ma'eve y las niñas pusieran un pie en estas tierras.
Claro que Ma'eve no era alguien a quien impedirle la marcha, pero por alguna razón había designado a Chelsea como jefa de seguridad del enclave. Marshall no debía subestimarla, pero tampoco la empujaría cerca de un león emocionalmente inestable.
—No quieres encontrarlo.
—Tú no sabes lo que quiero. Dime dónde.
—No lo sé, estoy ocupado y Micah no es la clase de hombre al que le agrada cualquier tipo de compañía.
Al ingresar a la sala común, Chelsea suspiró y deslizó algunos mechones rubios detrás de su oreja, se alisó los pliegues de su camisa rosada y le echó una mirada de reojo.
—Cómo sea..., lo averiguaré por mí cuenta.
—Luego no digas que te lo advertí.
Ella giró a la izquierda.
Cuando pensaba que se la había quitado de encima...
—¿Ya has hecho algún avance con la pequeña tigresa? —Gritó a todo pulmón.
Marshall apretó la mandíbula y continuó caminando hacia las escaleras.
Si había una persona capaz de ayudarlo con los polares, era Gala.
Al llegar a la segunda planta de la casa matriz, se encontró con Trent quien iba saliendo de la enfermería.
—Hola Marshall, ¿has visto a Micah?
Él entrecerró los ojos.
—¿Desde cuándo se ha vuelto tan popular?
Trent ignoró su malhumorada pregunta y se acomodó sus anteojos de marco fino.
—No lo sé —respondió con un leve encogimiento de hombros—. Pero si lo ves, dile que me busque, tengo que hablar con él.
Antes de poder decirle que no era el chico de los mandados, Trent continuó apresurado hacia las escaleras.
«Un poco de paciencia por favor»
En la enfermería Gala estaba sentada sobre una de las camillas vacías, aparentemente distraída en su anotador digital, pero apenas cruzó el umbral de la puerta ella dijo:
—Acabas de ahorrarme tiempo, estaba por ir a buscarte.
La enfermera continuó deslizando sus dedos sobre la pantalla del anotador, tenía el cabello castaño vagamente contenido en una cola ligera pero algunos mechones se escapaban hacia adelante, cayendo alrededor de su rostro tensado por la concentración.
—¿Pasa algo? —Él preguntó, cerró la puerta detrás—. ¿Algún accidente?
—No, todos están bien. Estamos terminando de cargar las nuevas fichas de salud. —El equipo médico de la coalición se tomaba muy enserio el registro de datos—. Quería hablar contigo de otra forma, pero... Qué diablos, necesitamos una reunión.
Tensando la espalda, Marshall se tomó un segundo para pensar las razones.
—¿De qué hablas?
—Tus análisis acaban de llegar, por el rostro que puso Tanya, no es algo bueno. Ella quiere una reunión contigo, tu madre y hermanas.
Marshall se cruzó de brazos para evitar que Gala viera sus puños apretados.
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Editado: 08.08.2022